Estaba teniendo un efecto extraño en él.
Vamos, vamos, vamos…
Cuando estuvo a centímetros de tocar zona roja, sonrió.
—Tengo que cocinar—resolvió antes de darle la espalda y afirmar inconscientemente su trasero contra su entrepierna. Ruzgar maldijo entre dientes al verla reír, porque fue imposible ocultar la decepción de sus ojos. Se apartó de ella siendo sabedor de que cada vez que le ponía los dedos encima le despertaba todos los instintos habidos y por haber. Esos labios se ganaban toda su atención y tenía que sacarlos de su cabeza.
Elif lo vio rodear la barra.
Tomó un pistache y lo llevó a su boca. Sonrió triunfal. Ya sabía de qué lado debía golpear. Iba a darse un baño, estaba sudoroso y mientras veía esa espalda limpia hasta el momento de tatuajes, pero bien decorada con músculos bien definidos, pensó en los documentos que había encontrado. Era imposible que la edad concordara con ese hombre. Frunció el ceño sin poder creerlo. ¿Realmente debía poner importancia en algo como eso? Ignoró por completo la información. Si fuera algo de relevancia todo el mundo lo supiera. Kerem Gurkan era un hombre que no dejaba que las mentiras circularan por su medio y si Ruzgar estaba mintiendo en algo él ya debía saberlo. Terminó de preparar su Kunefe y menos de una hora después lo estaba comiendo con todas las ansias del mundo porque hacia mucho tiempo que no tenía un antojo como ese. Cuando sus padres murieron, perdió cualquier apetito de manera emocional. Fue un golpe tan duro que no recordaba haber tenido ganar de algo diferente a quedarse en cama.
Un día estaba en casa disfrutando ser quien era y al día siguiente estaba viendo a sus padres ser arrastrados al fuego. Se quedó en silencio recordando ese momento. Todo lo que dejó atrás y extrañaba. Era increíble que hubiera dejado un enamorado del que no sabía nada. ¿Ismail había buscado? ¿Dejo que la tierra se la traga así sin más? Dudaba la ultima opción. Lo ultimo que hizo fue enviarle un mensaje diciendo que lo sentía, lo sentía por irse así, pero mientras esperaba explicar un poco más, el teléfono le fue arrebatado y perdió cualquier nexo con él para siempre. Lo dejo ir como algo del pasado, pero en ese momento pensó que no viviría un día más. Ahora podía intentar buscarlo, claro, cuando tuviera la libertad de tomar un teléfono porque seis meses atrás perdió cualquier rastro de comunicación con el mundo. Tenía prioridades ahora. Necesitaba ropa. Tenía armarios llenos de ropa a medida, pero no se tomó ni un solo segundo de su tiempo para escogerla y no la sentía muy suya. Iba a gastar el dinero que fuera necesario cuando volvieran a Estambul y llenaría su armario.
Alguna ventaja debía tener un marido adinerado.
ESTAMBUL, TURQUIA.
Había hecho una solicitud y fue victoriosa. Quería salir de casa, visitar las tiendas y gastar tiempo. Le emocionaba un poco pues luego de meses de retiro voluntario del mundo, tener cara a cara a Estambul era un golpe digno de un buen retorno. Fue claro que Ruzgar entendía bien el papel de que era una esposa y no rehén en ciertos términos, pues cuando le dijo que quería salir, se notó sorprendido, pero como todo buen marido debía ser, llevó la mano a su bolsillo, sacó una tarjeta de crédito y se la tendió para que gastara lo que fuera de su gusto. Por supuesto, no se opuso a su generosidad.
Como ya era costumbre, Ahmet le siguió cargando bolsas que después terminaban en manos de los demás guardaespaldas y posteriormente en la parte trasera del auto. No se media cuando se trataba de ropa porque adoraba ver las costuras, los colores, las texturas de la tela y por supuesto, la variedad de colores. Sonrió en dirección de la dependienta después de probarse cinco pares de tacones y los ojos de la chica brillaron cuando dijo que los quería todos. Esperó paciente que todo fuera colocado en su bolsa mientras veía el brillo de las luces en los candelabros dorados de la exclusiva tienda. Alargó su mano para matar un poco de tiempo mientras aguardaba por la mujer.
Fortune, una importante revista de negocios fue ojeada con detenimiento mientras leía a los magnates más reconocidos del mundo y sus cuantiosas fortunas o lo que el mundo sospechaba de ellas. No había nada de relevancia que mantuviera su atención, así que menos de dos minutos después se dispuso a cerrarla, pero un rostro que le pareció conocido apareció en una de las hojas.
Saudex se expande globalmente: La Nueva Potencia Petrolera Saudí que Atrae Miles de Millones de dólares al año, de la mano de Samir Al-Fayed Al Qadir.
Ese nombre…
Frunció el ceño de inmediato y observó la fotografía del hombre que aparecía en la fotografía, sentado sobre un mullido sofá color n***o y una enorme residencia detrás de él. Al verlo, sintió un escalofrió recorrerle la espalda. Tenía un parecido impresionante a…su marido. Intentó leer un poco más sobre él, pero lo único que entró fue menciones de barriles de petróleo al año y su interpretación a millones de dólares. Cuando se daba por vencida encontró una línea que fue decisiva. Imperio familiar, eso decía en letras resaltadas y después una pequeña foto en un ovalo de cuatro hermanos, entre ellos, una mujer que no aparentaba más de treinta años, pero tenía una sonrisa singularmente hermosa y rasgos muy árabes.
—Todo está listo, señora.
—Oh, perfecto. Gracias.
Elif se incorporó y abandonó la revista donde la encontró interesada de explorar más a fondo la información que acababa de recibir de forma completamente involuntaria. Continuó caminando por los pasillos del centro comercial y intentó husmear con Ahmet.
—¿Has escuchado alguna vez el apellido Al-Fayed?
—¿Al-Fayed?
—Si—respondió ella—. Estaba leyendo una interesante nota de mucho dinero y pensé que es extraño que toda una familia pueda lograr llegar tan lejos, a veces, el dinero lo hace un solo hombre. Leí algo en la revista de Fortune dentro de la tienda.