Tragó saliva cuando estuvo a menos de un metro de ella.
—¿Ahora lo sigues temiendo?
—¿Te sigues sintiendo amenazada? —preguntó.
—No.
—¿No? —repitió—. Entonces ¿Confías en mí?
Puso su mano sobre la pared con la palma abierta. La chica sintió la boca seca, pero con toda la seguridad del mundo, respondió. Confiaba en él plenamente. Quería hacerlo y lo estaba haciendo, porque estaba aprendiendo a disfrutar de sentirse parte de algo y, sobre todo, mezclarlo con las emociones que circulaban en su corazón.
—Evet (Si).
—Evet—articuló Ruzgar mientras la acorralaba contra la pared. Era obvio que la serpiente la puso nerviosa, pero en vez de alejarse, se armó de valor y se sostuvo firme sobre todas las cosas. —Lo hiciste bien con Nima, pude haber perdido mucho, pero dijiste lo que debía
