—¿Quieres que continuemos hablando aquí?
—No, quiero que me sueltes y que te vayas con ella—exclamó casi como una exigencia, pero lo único que ganó fue un ataque sorpresivo. Él se inclinó, la sujetó por las piernas y la lanzó sobre su hombre—. ¡Oye, Arslan! ¡Suéltame! ¡No seas un salvaje!
El alargó su mano y palmeó su trasero.
—Soy tu marido, harás lo que yo diga. No seas una pecadora.
—¡Prefiero arder en el infierno!
Sintió una caricia en su trasero.
—Vamos a solucionarlo, Aksoy. Aun me debes una cuenta por la bofetada—recordó. Nunca le habían abofeteado y ella había sido toda una fiera. No tenía idea de como explicar la sorpresa que le causó que lo hiciera. Había tardado en recomponerse.
—¿Solucionarlo? No hay solución para este problema. Te odio, me desagradas y si pudiera, e
