Solo quería ir a la cama y nada más. No estaba entendiendo absolutamente nada y se sentía, ni siquiera quería comentar como se sentía, porque no lo tenía claro. Estaba molesta consigo misma y, además, también con él, pero tampoco tenía la culpa. Kirina podía ser un poco culpable, pero la mujer tenía sus razones. —Qulti innaha biki (Dijiste que no le importabas) —señaló—. La tuhawil an takdhib ya Behirham (No intentes mentirme, no funciona, Behirham). Elif decidió que lo mejor era…huir. Que todos se fueran de su casa. Era de madrugada y ella no tenía intensiones de volver. Fue agradable conocer al bebé y que no fuera humano, pero lejos de eso, no tenía humor. Su noche fue amargada y sus celos la obligaron a decir cosas que “no quería”. No era culpa de Kirina ¿Cómo iba a saber su re

