ESTAMBUL, TURQUIA. —¿Entonces? —Ah, ¿Cómo? Discúlpame—logró articular Elif tragando saliva a la mañana siguiente mientras con su tenedor, movía un poco la fruta que le habían servido en el plato. No pudo dormir lo que quedaba de la noche. No pudo siquiera pestañar, lo sentía así. Sus ojos fueron fijamente al techo, mientras su mente intentaba salir del letargo donde estaba metida. Olvidó comunicar que no asistiría al desayuno y para cuando se dio cuenta, tenía a algunos autos que venían de la mansión de Estambul en su puerta. Amablemente, Arabelle ofreció enviar a alguien por ella, para que su seguridad fuera garantizada al doble. Se vistió velozmente y salió de la casa. No quería estar dentro. No quería cruzar miradas con su marido porque quedaría completamente delatada. ¿Qué se su

