Marie

1912 Words
Son las seis de la mañana y todo marcha igual que ayer. Mismo día, misma cama, misma vida, los gritos continuos todas las noches de los vecinos, la misma música ruidosa, los cantares de sus fiestas, las botellas haciéndose añicos, siempre era lo mismo. Me enfermaba lo que me acontecía, me enfermaba tener diecisiete, me enfermaba no poderme ir de ahí, pero esperaba que con los ahorros de mi trabajo pudiera marcharme. Quería ir a una de esas escuelas para ser alguien más, pero era difícil no poder pensar en trabajar, sabía mejor que nadie que mis padres hacían lo imposible trabajando en la granja, pero su trabajo los agotaba más de lo que disfrutaban en vida. Casi no los veía, pero yo no aspiraba a solo quedarme ahí, no quería ser una más de aquel pueblo que solo se dedicara a su familia, quería salirme, y ser algo más, ansiaba con el corazón convertirme en algo más, en alguien. No estaba interesada en los chicos, pero tampoco era alguien que no disfrutaba de los paseos por el pueblo con un buen amigo. Me agradaba el lugar donde estaba, me gustaba el sonido del viento cuando huías a los cerros, me encantaba escuchar el sonido del agua cuando se deslizaba entre las piedras del arroyo o disfrutar del murmullo del sol entre las hojas de los árboles, pero la compañía de los libros me hacía querer saber más, a conocer lo que había alrededor. Al poder vestir con aquellos vestidos elegantes, a subir por las escaleras de un teatro, a poder pasear por empedradas calles de una gran ciudad, a ver la luz por aquellos pedestales altos que iluminaba los parques, pero mas que todo quería que el mundo viera mi propia luz, mi propio arte, mi propio reflejo. Decían que en la ciudad apreciaban el arte plasmado en las telas. No podía decir que era un talento, pero al menos era una cualidad, ansiaba mi libertad, quería viajar, conocer y plasmarlo todo, imprimirlo en aquellas muestras de algodón. Vivir de ello. Sabía que era una idiotez poderlo llevar a cabo pero era mi vida, quería vivirla bajo mis estándares aunque no iba a ser nada fácil La rutina me asfixiaba, pero el viaje de mi vida estaba a unos días de volverse una realidad, de experimentar algo nuevo, de salir de mi pequeño pueblo y ver lo que había más allá de lo que estaba a mi alrededor, quería asegurarme que al huir sería capaz de recuperar las fuerzas para regresar a casa y disfrutar de la vida como la vivían los demás. Verla como ellos la veían, como un estilo. Las horas me parecían una eternidad, pero los boletos de aquel transporte tan moderno que no usaba caballos, al que transportaba gente, le decían camión, ahora ya estaban en mis manos, había tenido que caminar algunos kilómetros para poderlos comprar, pero esperaba ansiosa a que llegara el día de recorrer nuevos lugares. Jamás había salido mas de 8 kilómetros a la redonda de mi pueblo, estaba extasiada, tanto que, en esa noche no había dormido, en espera del momento en que el primer gallo cantara antes de que el sol coloreara el cielo. Caminaba sola por aquella calle con tan solo una maleta de mano, no llevaba más de lo que yo necesitaba, ¿qué había delante de mi pueblo? No lo sabía, tal vez, sería algo decepcionante, o quizás no, estaba muy emocionada, me encontraba a tan solo algunas horas de comenzar el viaje que decidiría toda mi visión sobre el mundo. El momento había llegado, el reloj marcaba la hora, el momento exacto de salida. Lo que estaba delante de mi, no podía saber su nombre, solo que era como una carreta, pero no lo era, algunos lo expresaba como camión a lo que se posaba delante, era muy elegante, un pequeño camión con rejas en la parte de encima, con sus ventanas abiertas, no era muy grande, pero sería mi primer viaje. Subí por los escalones y me acomodé en alguno de los asientos. Mi corazón latía velozmente. Un sonido se escuchó y algo vibró en el piso, ¡vaya! era raro aquel tipo de vehículo. Este comenzó a avanzar por aquel camino. Me parecía increíble qué estuviera dejando todo lo conocido, buscando algo nuevo, algo inspirador. Pese a ver árboles y algo agradable, el movimiento del camión era extremadamente relajante, conjugado con el cansancio que traía encima, tenía que decir me había quedado profundamente dormida. Un brinco extraordinario, me había despertado de mis sueños, la luz no tenía el mismo resplandor, ya estaba anocheciendo. Me incorporé a mi asiento, y en cuanto volvía a cerrar mis ojos, recordé algo que me había dejado sorprendida. Si el anochecer había arribado, entonces, el pueblo al que me dirigía probablemente había quedado atrás, el joven que me atendió me había informado que llegaría aproximadamente al atardecer. Esperaba no haberme quedado dormida por mucho tiempo. Había una señora de lado mío y me aventuré a preguntar, pero su respuesta me hizo palidecer más. Me había quedado dormida. Así que tendría que improvisar mi aventura nuevamente en un nuevo pueblo. Para mi desgracia ahí si, no conocería a nadie. Ya me había equivocado, así que no podía hacer otra cosa más que comer algo para después volver a dormir y eso fue lo que hice. El camión se había detenido, me desperté inmediatamente, me estiré hasta donde podía, observando como la gente comenzaba a levantarse, para salir del camión. Tenía que hacer lo mismo. Aún no había amanecido aunque la coloración del cielo solo indicaba que ya no tardaría en hacerlo, así que tendría que comenzar a buscar un lugar donde pasar la noche, mientras que recorría aquella villa. El chofer me dio mi valija y comencé a caminar, mientras que observaba a toda la gente que era recibida por sus familiares en carretas. Me alegraba por ellos, pero estaba más encantada con lo que vendría para mi. Todo el día camine por aquellas empedradas calles hasta que encontré algunas vistas, así que solo saqué algunas telas que tenía reservado para este momento y comencé a detallar con aquel carbón algunas líneas, una tras otras, observando, trazando, esfumando. Cuando me ponía a dibujar solo me perdía en lo que hacía, no podía enfocarme en nada más. La gente pasaba, me observaba, o al menos eso es lo que presentía. No se cómo o en que momento, pero al finalizar aquel dibujo, paso un hombre de edad avanzada y me ofreció algunos billetes por el trabajo que había terminado, que me había llevado una gran cantidad de horas, pero me emocionaba saber que era la primera vez que alguien me daba un pago por un dibujo. Me sentía feliz, probablemente habría sido suerte, no lo sabía, pero tenía que admitir que había sido un gran comienzo. Aquella noche logré conseguir un hostal, algo pequeño, lo suficientemente económico para poder reservar mi estadía por una semana. Era bello ver cómo las luces de las velas iluminaban ciertos puntos de las calles, aunque después de algunas horas, pasaba un hombre diciendo la hora y apagando las luces. Del pueblo donde yo vivía era más sencillo, la gente se despertaba antes de que el sol iluminara el cielo y se refugiaba en casa al caer la noche. Y la rutina comenzaba una y otra vez, la mujer todo el día se encontraba en la cocina, o tejiendo, en algunas ocasiones les tocaba tener que estar alimentando a los animales o cortando las frutas. Era una vida repetitiva, cansada, que absorbía las fuerzas de hacer lo que uno más amaba. De encontrarse consigo mismo, por eso me había ido. Los días eran interesantes, algunas veces llovía durante el día, en otras ocasiones, durante la noche había neblina, e incluso había días con el cielo despejado con un agradable clima. Resultaba que la gente era interesante, tenía otra forma de ver el mundo, utilizaban carrozas o quienes tenían acceso, utilizaban algo llamado auto, que no era más que un carruaje sin caballos, pero era muy raros, cuando la gente los veía se acercaba a admirarlo. Resulta que el hombre al que le agradó mi pintura me contrató para realizar una pintura de su hija, lo cual era impresionante, el me consiguió todo lo que requería, así que solo fue cuestión de talento y pose en algunos espacios de tiempo. Aquello me ayudó a poder sustentar mi estadía por aquel lugar. Me daba cuenta de las festividades que se realizaban en la villa, en algunas ocasiones eran muy coloridas, en otras solo se reforzaba la danza o la música, lo que me permitía poder relacionarme con las personas que la habitaban, interactúando con sus costumbres, con su gastronomía. Cada día que pasaba me enamoraba mas de aquel lugar. Intentaba capturar lo mejor de aquel sitio, de mostrar la belleza de sus tradiciones, de su gente, sin percatarme que ya llevaba más de un par de meses. Ya había rentado un cuarto, lo cual me favorecía más, no requería casi nada solo un lugar con alguna especie de cama que me ayudara a descansar y algún fogón común que me ayudara con la preparación de mis alimentos. Tenía que admitir que me sentía feliz en un lugar tan hermoso como aquel, o al menos eso es lo que creía. Sin imaginarlo la gente me apodaba la mujer pintor, lo cual me ayudaba a poder crear mi lista de clientes, quienes me llevaban a conocer los alrededores de la villa con la finalidad de retratarlos en los mejores lugares, llegando a conocer gente importante y sobre todo bellos paisajes, como aquellas ruinas que habían captado mi atención, así como, mi admiración. Me detuve a observarlas por algún par de horas, con la finalidad de comprender lo que eran, lo que había pasado. De intentar leer entre los muros, la historia que guardaba en su interior. Me era interesante y a la vez tan maravilloso, poder pensar en lo que alguna vez había llegado a ser. -es majestuoso, ¿no te parece?- -si- fue lo que había respondido, mi reacción fue extrañamente rápida, aquella voz era intimidante, tal vez, cautivadora. ¿Qué estaba diciendo? Me incorporé a la brevedad para poderle saludar con la cortesía que se debía. Pero aquel joven solo me sonrió, tomando mi mano derecha y besando el dorsal de esta. Estaba inmóvil. Aunque un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Me quedé sin respirar alguna fracción de segundo, ¿Qué me estaba sucediendo? -la mujer pintor, ¡vaya! realmente imaginaba a alguien distinto- me decía, aunque las palabras no salían de mi boca. -he visto sus trabajos. Son impresionantes, la felicito. - ¿por que no podía contestarle?, me sentía tan tonta. Tenía que hacer un esfuerzo o me vería ridícula. -Gracias- -creo que no es una mujer muy conversadora- me dijo, estaba anonadada. Pero por supuesto que lo era, sin embargo, por alguna extraña razón solo estaba ahí, de pie, sin poderme mover, sin poderle retirar los ojos de su rostro. Era un rostro, que, difícilmente podría dibujar, era tan guapo. ¡Basta! Tenía que enfocarme, podría ser mi próximo cliente y yo solo me estaba equivocando. -discúlpeme, ha captado mi atención más de lo que esperaba, disculpe nuevamente, lo que quiero decir es que estaba enfocada en el paisaje…- -y la distraje, le ofrezco una disculpa, mi nombre es Alessandro- me dijo solo extendiéndome su mano.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD