—¿Cómo es eso de que te vas de casa? —reclamó su padre entrando en su habitación mientras Anna se encargaba de hacer las maletas para irse a su nuevo departamento.
El día anterior intentó hacer todo esto, no pudo, apenas sí salió con Israel a visitar los lugares que él había seleccionado. Fueron cinco lugares distintos. Agradeció tener la compañía de su socio, tuvo que comprar varias mudas de ropa por las mismas razones que la llevaron a tomar la decisión de no seguir viviendo con sus padres. Sabía que precisamente la escena que comenzó a actuar su padre, era lo que ella esperaba que sucedería apenas volviera a poner un pie en casa después de la boda de Loreta. Quedó resentido al ver que ella desobedeció a su orden.
Por primera vez se reveló públicamente en contra de su decisión de imponerle una autoridad que no se correspondía con una mujer de su edad, lo que era un cambio brusco y, para él, humillante; lo que ella era consciente traería grandes consecuencias psicológicas y hasta físicas. Pensando en ello, aceptó una vez más la propuesta de Israel de acompañarla a buscar sus artículos personales. Cuando él lo planteó, lo vio innecesario, y al levantar la mirada y ver el rostro enfurecido de su padre, también agradeció su insistencia.
—¿Te vas a llevar también…? —preguntó Israel saliendo del vestier. Al darse cuenta que no estaban solos se frenó—. Buenos días, señor.
Baltazar O’Brien no le respondió el saludo, lo miró con odio y luego volvió su atención a Anna.
—¿Qué hace este hombre aquí? Sabes bien que está prohibido que entren hombres en las habitaciones de ustedes —reclamó autoritario.
—Creo que es obvio lo que está haciendo, padre, buenos días, por cierto, nosotros estamos bien, veo que tu no puedes decir lo mismo —le dijo en un tono de voz de minusvalía ante su carácter retrógrado.
—No, no es evidente, hazme el favor y sácalo de aquí, no es bien recibido en esta casa, y cuando él se vaya te espero en mi despacho —le ordenó e intentó irse.
Anna se paró erguida, estaba agachada sobre la cama doblando la ropa que guardaría en las maletas.
—No lo voy a sacar de ningún lado, no todavía, y lo que sea que me vayas a decir, hazlo ahora, no tendré tiempo de ir a tu despacho —le respondió con sequedad, sin un ápice de duda en el tono de su voz.
Baltazar se giró de manera brusca al rechazar el tono con el que Anna le estaba hablando. Es un cambio significativo el que ella estaba dando. Siempre se había mostrado obediente, de perfil bajo, incapaz de levantarle la voz ni oponerse a sus mandatos. Miró a Israel con desprecio, asumió de inmediato que él era el responsable de lo que estaba interpretando como una actitud rebelde de Anna.
—¿Te estás dando cuenta de la forma en la que me estás hablando? —le preguntó el señor de canas pronunciadas.
—No, padre solo te dije que no podía obedecer a tu orden —suspiró y se cruzó los brazos debajo de sus pechos—. Israel me está ayudando a empacar mis cosas, en un rato me iré de aquí.
La actitud de Anna ya lo tenía enfadado, ahora al escuchar decir semejante barbaridad le provocó un ataque de histeria.
—Deja de decir estupideces, ¿Quién te dijo que podías pensar en abandonar esta casa? —preguntó el hombre.
—Piensa lo que gustes, es tu opinión, ahora, te recuerdo que soy mayor de edad, y bien sobrepasada. HAce rato pasé los dos límites de la mayoría de edad, no tengo por qué consultar con nadie mis decisiones y menos si es en relación a tomar de una vez las riendas de mi vida, así que considerate informado, no te estoy pidiendo permiso, solo te lo participo para que no te tome por sorpresa si me buscas y no me consigues.
Sintiéndose con fuerzas para enfrentarlo, lo miró y le habló con firmeza.
—Deja de decir estupideces ¿A dónde irías? No sabes nada de la vida, no sabes cuidarte sola, eres una inútil.
Israel miraba y escuchaba sorprendido el show que se estaba desarrollando en su presencia. Sabía de padres posesivos y castradores, Baltazar es el primero que tiene la desgracia de conocer. Vio que Anna suspiró profundamente, dejó caer los brazos a los lados.
—No pienso discutir esto contigo, Israel y yo saldremos de aquí aproximadamente en una hora y media, creo que es el tiempo que necesito, ni un minuto más.
Le dio la espalda y retomó lo que venía organizando. Pensó que no tenía caso responder a su insulto, porque así la trató, de manera insultante. Está tan acostumbrado a decir lo que le ha venido en gana que no se detiene a analizar el efecto que tales palabras pudieran causar en su hija. Anna lamentó no haber tenido el valor de haber dado ese paso antes. Sintió mucho dolor en su corazón al confirmar que lejos de ellos estará mejor, sola pero en paz, sin nadie que le recalque una y otra vez que es un ser inútil.
Sintió pena consigo misma al tener que exponer a Israel a presenciar un evento tan deplorable y más que él se dé cuenta de la profundidad de sus heridas familiares.
Su padre abandonó la habitación en silencio no sin antes dirigirle una mirada de odio tanto a ella como a Israel; Mientras tanto angla con la cabeza agacha mientras doblaba una y otra pieza de la ropa que tenía acumulada una encima de la otra en una montaña encima de la cama para guardarla en su equipaje, volvió a caer en el pensamiento negativo de lo miserable que era su vida. Se sintió poca cosa, mucho menos de lo que había venido sintiéndose en todos esos años en los que ni siquiera se atrevía a pensar en la posibilidad de darles la espalda a quienes tanto daño le habían hecho y retirarse de ese círculo vicioso; y ¿cómo no iba a sentirse así? sí era evidente que al tomar la decisión de alejarse de su familia, confirmaba una vez más que estaba sola, que nunca en la vida tuvo a nadie que realmente se preocupara por ella más que sus abuelos, quienes ya no están en este mundo y que su amor era tan profundo que intentaron procurarle un futuro donde las carencias no hicieran parte de su día a día; y sin embargo, su padre, su hermana y su madre, enfermos por las posesiones, su deseo de grandeza y el poder le arrebataron todo cuánto ellos le dejaron, dejándola en la intemperie, incluso dentro la casa familiar, la cual se sentía más fría que estando en plena calle en una de esas frías madrugadas bajo una tormenta de nieve.
—Vamos a apresurarnos —la voz de Israel la sorprendió Pues estaba sumergida en sus pensamientos y en el dolor de reconocerse tan distinta a todos—. Mientras más rápido salgas de esta casa será lo mejor. Después resolverás cómo organizar tu vida, lo urgente según acabo de ver es que te alejes de todas estas personas.
Sin poder emitir una opinión negativa, Anna simplemente asintió en un movimiento de cabeza y agilizó el movimiento de sus manos. No tenía nada qué opinar de lo que le acaba de decir Israel, pues él no estaba sino interpretando la realidad que la ha acompañado por largo tiempo y que se vio confirmada en esta escena recién sucedida.
Tal como lo previó una hora y un cuarto más, fue el tiempo que les tomó organizar todo para abandonar la casa.
Al ver que Israel tomó una maleta, un maletín y una caja en sus manos, ella apenada con él se preocupó.
—Deja que llamo a uno de los empleados para que venga a apoyarnos —ofreció y se dio la vuelta para tomar el teléfono y marcó el número de el área de la cocina.
En esa llamada se enteró que tenía cerradas todas las puertas incluso con los empleados.
—Señorita, disculpe con gusto le apoyaríamos; sin embargo, su padre acaba de dar la orden que no hagamos nada por usted sino seremos despedidos en el acto le informó el ama de llaves en un tono de voz bastante compasivo.
Dejó el aparato en su lugar y giró a ver a Israel.
—Estamos solos en esto —le dijo Anna a Israel.
—Tranquila me lo suponía, igual no hace mucha diferencia, ahí entre los dos vamos llevando las cosas. Lo importante es que salgamos de inmediato de este manicomio.
Habla nada dijo solamente lo miró por breve segundos y decidida a no seguir postergando el paso que evidentemente estaba obligada a dar tomó dos maletas y un bolso e imitando a Israel, salió al largo pasillo y detrás de él comenzó a bajar las escaleras de la casa.
Fueron varios viajes los que les tocó dar entre la habitación y el automóvil de Israel. Al darse cuenta que eran muchas las pertenencias de Anna llamaron a un taxi para que los auxiliara.
En todo ese proceso no encontraron ni un alma distinta a la de ellos por los espacios que transitaron en la casa no en el proceso pero sí justo cuando ella cerró la puerta de la habitación apareció su madre.
—Te vas a arrepentir de esta decisión que estás tomando. Pagarás con creces el haber desafiado y desobedecido la decisión de Baltazar. Solamente estando con nosotros es que podrás tener una vida medianamente aceptable —expresó Lucrecia con mucho veneno en cada una de sus palabras—. Si crees que porque te conseguiste a ese desgraciado vas a sobrevivir en este mundo eres de verdad bien ilusa. La vida no consiste en dejarse llevar por quienes no hacen parte de nuestras vidas.
Con la intención de impedirle seguir avanzando en su intención, Lucrecia se atravesó en el camino para impedirle el paso, le dirigió una mirada fuerte, de esas que en el pasado eran motivos de temblores involuntarios en una Ana que demostraba lo frágil que era ante la presencia de sus progenitores.
La mujer no se había dado cuenta que detrás de ella venía el mismo hombre que acababa de menospreciar.
—Si nos permite señora, ya se nos hace tarde. Tenemos muchas cosas pendientes —le dijo Israel en un tono de voz bastante firme a Lucrecia.
Dado que la mujer no quería caer en una discusión que terminara de alterar, no a Anna, pues la considera una mujer realmente débil, sino en el hombre, con mucha ira apretando sus manos en puños Lucrecia se hizo a un lado; lo que le permitió a Anna atender al llamado de Israel, quién había estirado su mano para que la tomara y terminara de abandonar ese horrible lugar.
Insegura, con muchos sentimientos encontrados, de la mano de Israel Anna bajó las escaleras sin mirar atrás y de igual modo abandonó la casa no sin antes dejar las llaves de esta sobre la mesa que reposaba en el vestíbulo. Con esto Anna pretendió marcar el fin de una vida de sufrimientos y el comienzo de otra donde no buscaba felicidad plena pero sí cobrarse una a una las humillaciones y los sufrimientos que ha pasado por años. No obstante que los mismos vinieran de su familia, siente tanto resentimiento y tanta tristeza que poco le importan los lazos consanguíneos para llevárselos por el medio con tal de tratar de darle calma y paz a su corazón.