William llegó a primera hora de aquella mañana acompañado con otro hombre más alto que su compañero, de cabellos oscuros, a diferencia de los de Will que eran castaño claro, ojos tan azules como el cielo despejado de verano, o incluso el mar calmado, pero aun así no era nada fuera de lo normal. Pero Reth estaba muy lejos en fijarse los detalles con lo que estaba haciendo.
Y es que no había tenido mejor idea que recibirlos a su forma, como siempre lo hacía con los de la ODSRS.
El hombre que se encontraba detrás de él penetrándolo paró toda acción cuando ambos ingresaron en la oficina, pero no quitó sus manos de su cintura, apretadas y que seguro dejarían marca. Una sonrisa torcida y algo sádica se instaló en sus labios cuando levantó la vista y los vio allí.
Como había pensado, llegaría a primera hora.
El hombre detrás de él, un elfo de poca edad y con un glamour que poco le gustaba, se separó como si su cuerpo quemara y se subió los pantalones a la velocidad de un rayo.
–Yo… –comenzó a balbucear, pero Reth, quien tenía cara de pocos amigos se irguió delante de su escritorio y levantó una de sus manos, negando con su dedo índice.
–¿En serio Reth? –le preguntó William con cara de pocos amigos, mientras el elfo se iba de la oficina como si hubiese visto al mismísimo diablo –¿No tuviste una mejor idea?
Hizo ademanes con su mano libre mientras que con la otra se arreglaba las prendas y contemplaba a los dos que habían ingresado y se habían sentado en el sofá más grande uno pegado al otro.
Reth rodeó el escritorio y se sentó en uno de los sofás individuales frente a ellos.
–¡A qué te gustó! –dijo sin desdibujar su sonrisa y contemplar al otro hombre con los ojos entrecerrados.
No había nada fuera de lo normal por lo que sentía en aquel hombre, pero algo lo inquietaba. Algo dentro de él.
–No me sorprende viniendo de un hada –comentó el hombre de cabellos oscuros y Reth lo fulminó con la mirada.
–¿Y tú qué mierda sabes sobre si soy una puta hada o no? –le preguntó agresivamente mientras lo estudiaba con la mirada.
Siempre había odiado que lo compararan con un hada más que cualquier cosa. Más porque su propio padre lo había sido y había terminado “enamorándose” de su madre, quien tontamente cayó bajo sus encantos de hada como de sucedía con todos, y cuando ella supo que lo estaba esperando, su padre desapareció. Agradecía que si un hada y otro ser, tanto humano como no, se unían, el hijo que salía de aquella unión era casi imposible que sacara características de las hadas, sino que eran modificadas y únicas. Él era único.
William contempló a su compañero por el rabillo del ojo y los rodó.
–Disculpa a mi compañero.
–No veo porqué debemos de pedir disculpas a un fenómeno como este. Sería mucho mejor que estuviera bajo detención por haber violado la ley que impide que criaturas de distintas clases se mesclen.
–¿En serio creías que él sería el indicado para estar a mi lado? –le preguntó señalando a su compañero –Es un jodido idiota e ignorante de primera.
–Igual que tu –le contestó William con una leve sonrisa falsa –Es tu única opción.
–Agradece que he aceptado esto y que no has terminado en una celda como deberías de haber estado hace ya mucho tiempo.
–¿Quieres que tambien te haga un altar y te rece todos los días? –le cuestionó levantando una de sus cejas doradas y fulminándolo con la mirada.
–No estaría mal.
Reth apretó fuertemente sus puños y miró a su amigo.
–Espero que no le hayas dicho lo que yo creo que puede que se te haya escapado porque juro que te mato William y no lo digo en broma.
El compañero de William giró su rostro para mirar a este.
–¿Qué quiere decir con eso?
–Sabes que aunque quiera decirlo, nunca podrá salir de mis labios gracias a ti –le contestó y giró su rostro para mirar a su compañero –Su verdadero nombre.
–¿Funciona como con las hadas?
William miró de reojo a Reth.
–Sigue soñando con que alguna vez te lo diré y es cierto, William tampoco puede decirlo ahora que lo recuerdo, a menos que sea de suma importancia y que su vida esté en peligro.
El pelinegro volvió su mirada sobre Reth, quien continuaba fulminándolo con la mirada.
–Bueno, hagamos esto rápido que debo volver al trabajo. Reth, él es Kilian, tu “guardaespaldas” por decirlo de alguna forma.
–No pienses que estoy tan demente como para darte la mano cuando no tengo la más mínima intención de aceptarte como tal y menos aún como uno más de todo esto –le dijo cuándo Kilian extendió una de sus manos para estrecharlas con la de él.
–Reth, por el amor de Dios, ¿puedes tan solo un segundo dejar de ser el imbécil que eres las veinticuatro horas del día?
–¿Puedes dejar de ser la basura que eres y pensar alguna vez en lo que quiero o no quiero? ¿No? Pues entonces yo tampoco tengo por qué hacerte caso alguno –le contestó y se levantó, yendo hacia la pequeña mesa donde tenía su tan acostumbrada bebida.
Se sirvió para él y tomó el contenido que había servido hasta la mitad, de un solo trago.
–De acuerdo –suspiró William –Kilian se quedará dentro de tu despacho a un lado de la puerta. Intenta no ser tan idiota ¿vale?
Reth le dio la espalda, contemplando la gran vista que tenía de la ciudad desde allí. No contestó y supo que su amigo se había ido de la oficina cuando escuchó la puerta abrirse y cerrarse.
–¿Qué te han dicho que tienes que hacer? –le preguntó Reth sin siquiera voltearse, sabiendo que Kilian se encontraba allí.
–Solo seguirte a todos los lados que vayas.
–Sabes que me puedo teletransportar donde se me dé la gana ¿no? –le preguntó girándose y levantando una de sus cejas luego de conectar sus miradas. Dorado contra celeste.
–No lo harás a menos que quieras un brazalete adornando tu muñeca y hacer un informe todos los meses.
–Buen punto –comentó señalando y dirigiéndose con el vaso en la mano hasta la pequeña mesa para servirse más del wiski –En verdad que William es un mal nacido –comentó por lo bajo.
–Ha intentado hacer todo lo posible para que esto no sucediera, pero el nuevo jefe te odia y si fuera por él te encerraría –le contestó Kilian encogiéndose de hombros.
–Déjame adivinar –comenzó Reth mientras se servía más de la bebida –Tú piensas lo mismo que tu jefe.
Kilian se encogió de hombros y asintió.
–Creo que todos los como tu deberían de estar encerrados o muertos.
–¡Cuánto amor! –exclamó con una sonrisa en los labios antes de darle un sorbo a la bebida –Y pensar que yo creía lo mismo que tú pero a la inversa, que los humanos debían de desaparecer.
–Por lo menos tenemos algo en común aunque con diferentes enfoques.
Kilian se quitó el saco que había llevado puesto desde que había entrado. Reth notó el sudor surcando su sien.
–Acostúmbrate a mantenerte a esta temperatura por el resto de tu estadía aquí –le dijo antes de dirigirse hacia su escritorio y sentarse frente al ordenador –¿Tienes otra ropa que no sea ese típico traje que siempre usan? –le preguntó mientras tecleaba a toda velocidad.
El silencio reinó y Reth levantó la mirada, encontrándose con Kilian parado a un lado de la puerta, del lado contrario del que se abría, como una estatua.
–¿Me has escuchado? –le preguntó cuándo sus miradas volvieron a conectar y Reth sintió que algo se removía en su interior.
–¿Qué quieres? ¿Para qué?
Reth volvió la mirada a la computadora y siguió tecleando.
–Esta noche saldremos.
–¿Disculpa?
–Tu compañero de trabajo me ha dado un trabajo y hoy por la noche hay que ir a averiguar algunos datos. Tu irás conmigo dado que tendrás que ser mi “guardaespaldas” –le dijo haciendo énfasis en las comillas que dibujó en el aire y volvía luego a teclear.
Alguien llamó a la puerta y el hombre que se había asomado el día anterior apareció segundos después.
–Señor, hay alguien que quiere hablar con usted.
–¿Quién es Ritter?
–Dice que es su hermana, pero… por lo que tengo entendido no tiene ninguna hermana –comentó el hombre algo descolocado.
Reth suspiró y se llevó una de sus manos a la frente. Sabía perfectamente de quien se trataba.
–Hazla pasar.