Prólogo
PRÓLOGO
El primer acorde resonó en el aire como un susurro quebrado, una melodía que Marina no pudo ni siquiera terminar.
Cerró los ojos, pero la música ya no le hablaba como antes. Todo lo que podía escuchar era el eco de la mentira que Lucas le había susurrado al oído, prometiéndole que siempre estarían juntos. Ahora sabía que esas palabras no eran más que una ilusión, una canción que él mismo había compuesto para engañarla.
Apretó los dientes y miró el piano frente a ella, sintiendo una presión en el pecho que la ahogaba. Cada tecla parecía arder, como si la música fuera un reflejo de su propio dolor. Había creído en él. Había creído en la pasión que compartían cuando componían juntos, en los momentos en los que él le prometía que nunca la dejaría, que su conexión era única.
Pero ahora, las notas que una vez compartieron juntos se sentían vacías, cargadas de un veneno que él había dejado en su corazón.
Lucas la había traicionado de la forma más cruel, no con palabras, sino con su silencio, con su ausencia. La traición no fue un acto evidente, sino algo más sutil: la había dejado en la oscuridad mientras él, con su sonrisa de siempre, construía su propia vida lejos de la suya.
Él la había utilizado. Le había robado su música.
Marina había creído que sus corazones hablaban el mismo idioma, que las melodías que compartían eran testimonio de algo más profundo. Pero ahora entendía que, mientras ella se entregaba al amor y la música, él solo jugaba con las notas de su propio egoísmo.
El sonido del piano se desvaneció en el aire, pero su tristeza seguía allí, como un eco que retumbaba en su alma. Marina lo había amado con todo su ser, pero él le había fallado de la forma más devastadora: se había alejado sin decirlo, le había mentido, y ahora todo lo que quedaba entre ellos era un abismo de desconfianza.
Podría intentar seguir adelante, podría componer una nueva canción, pero…
¿Se puede realmente seguir tocando cuando las notas ya no significan lo mismo?
En esa sala vacía, con la penumbra abrazándola, Marina supo que algo había muerto entre ellos.
Y aunque la música siempre había sido su refugio, ahora solo le recordaba la traición de un hombre que una vez creyó que amaba.
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Notas Perdidas
La lluvia golpeaba los ventanales del pequeño estudio donde Marina pasaba la mayor parte de sus noches. Afuera, la ciudad nunca dormía, pero allí dentro, entre partituras desordenadas y una guitarra apoyada contra la mesa, solo reinaba el sonido del lápiz deslizándose sobre el papel.
Suspiró y miró la frase que había escrito:
"Lo que duele no es la despedida, sino todo lo que no se dijo antes de partir."
Arrugó la hoja y la lanzó a un rincón, donde ya se acumulaban varios intentos fallidos de letras que nunca serían canciones.
—Sigues castigándo te por lo mismo, Marina —dijo Sofía, su mejor amiga y asistente, quien acababa de entrar con dos cafés humeantes en la mano.
—No es eso —respondió, aunque ambas sabían que sí lo era. Marina aún no había superado el golpe de su última relación, aquella que le arrebató más que un amor: le quitó la confianza en sí misma y en su música.
Sofía se sentó frente a ella y deslizó una hoja impresa sobre la mesa.
—Tienes que ver esto.
Marina frunció el ceño antes de tomar el papel. Su nombre no aparecía en él, pero reconoció la canción de inmediato.
Su canción.
—Lucas Calderón… —susurró, sintiendo el nombre pesado en la lengua.
—Quiere reunirse contigo. Necesita nuevas canciones para su próximo álbum. Dice que quiere algo más auténtico, más real.
Marina se inclinó hacia atrás en su silla, cruzándose de brazos.
—¿Y qué tengo que ver yo con eso?
—Todo. Él quiere trabajar contigo específicamente. Escuchó algunas de tus composiciones y dice que eres lo que necesita.
Marina soltó una risa sarcástica.
—Lo que él necesita. Qué conveniente.
—Mina… —Sofía usó el diminutivo que solo ella empleaba—. Sé que odias este tipo de cosas, pero esta es una oportunidad enorme. Y, lo quieras o no, Lucas es Lucas Calderón.
Marina miró por la ventana, viendo su reflejo mezclarse con la ciudad iluminada.
¿Lucas Calderón? Claro que lo conocía. Todo el mundo lo conocía. Cantante pop, carismático, exitoso… pero también superficial y producto de la industria.
Exactamente el tipo de artista que había jurado evitar.
Y sin embargo, ahí estaba, con su nombre en una hoja impresa, pidiéndole canciones.
Lo que más le molestaba no era la oferta, sino la chispa de curiosidad que comenzaba a encenderse dentro de ella.
—Está bien —dijo finalmente—. Aceptaré la reunión. Pero solo para escuchar qué tiene que decir.
Sofía sonrió, victoriosa.
Pero Marina no estaba tan segura.
Sabía que jugar con el fuego era peligroso.
Y Lucas Calderón era exactamente el tipo de incendio del que había jurado mantenerse alejada.
Más tarde esa noche…
Marina trató de seguir trabajando después de que Sofía se fue, pero la inspiración parecía haber muerto en cuanto leyó el nombre de Lucas en ese papel.
No podía concentrarse.
Cada vez que intentaba escribir algo, sus pensamientos volvían a la misma pregunta:
"¿Por qué me quiere a mí?"
No tenía sentido. Lucas tenía acceso a los mejores compositores de la industria. Gente con experiencia en escribir hits, en producir éxitos instantáneos. Ella escribía canciones íntimas, personales. Canciones que no se ajustaban a la imagen comercial de un cantante pop.
¿Por qué él, de todas las personas, buscaba algo “auténtico”?
Frustrada, se levantó del piano y caminó hasta la ventana. Desde el piso superior del edificio, las luces de la ciudad parecían un océano infinito.
Podría rechazar la oferta.
Podría seguir con su vida como siempre lo había hecho, escribiendo canciones para artistas que nunca conocería en persona, dejando que otros interpretaran su arte.
Pero entonces, ¿por qué sentía que debía aceptar?
¿Por qué la idea de trabajar con Lucas Calderón la inquietaba tanto?
Apoyó la frente contra el vidrio frío, cerrando los ojos.
No era por él. No era por la fama o la oportunidad.
Era por ella.
Por primera vez en mucho tiempo, sentía que alguien realmente quería escuchar lo que tenía que decir.
Y eso era aterrador.
Un recuerdo que nunca se borró
Los acordes de un piano resonaron en su mente, transportándola a un pasado que aún le pesaba en el pecho.
Tenía quince años cuando se subió por primera vez a un escenario.
Recuerda el sudor en sus palmas, la emoción en su pecho. Había practicado durante semanas para ese momento. Había escrito una canción desde lo más profundo de su corazón, una melodía que significaba todo para ella.
Y su padre… su padre estaba ahí.
El hombre fuerte, de manos gastadas por el trabajo, con su camisa arrugada y ojeras de días sin dormir. Su héroe.
Marina comenzó a tocar. Cada nota era su alma volcada en el piano, su voz temblaba un poco al principio, pero luego se llenó de fuerza. Cantó como si nada más en el mundo existiera.
Y cuando terminó, cuando dejó que el último acorde flotara en el aire…
Su padre no estaba aplaudiendo.
Estaba con la cabeza ladeada, dormido.
Dormido durante su canción.
Marina nunca olvidó la punzada en el pecho. La forma en que su corazón se contrajo, como si alguien hubiera apagado la luz dentro de ella.
Después de eso, nunca volvió a cantar para nadie.
Su música sería solo suya.
De vuelta en el presente…
Marina abrió los ojos, con el corazón latiendo rápido.
Lucas no tenía idea de quién era ella ni de lo que significaba esta decisión.
No solo estaba decidiendo si trabajar con él.
Estaba decidiendo si volver a dejar que alguien entrara en su mundo.
Si volvía a confiar en que su música no sería robada, traicionada o ignorada.
Respiró hondo y caminó hasta su escritorio.
Tomó su libreta y, con manos temblorosas, escribió algo en la primera página:
"La música solo es real cuando se canta desde el alma."
Y justo cuando cerró el cuaderno, su teléfono vibró con un mensaje.
Número desconocido: Nos vemos mañana, Marina. No te decepcionaré. — L.
Lucas.
Ella exhaló y dejó el teléfono sobre la mesa.
Mañana lo descubriría.
Pero una cosa era segura:
Nada volvería a ser igual después de esto.