Alucinando por Europa

1139 Words
En medio de su descanso, el joven decidió que empezaría con los trámites para su proyecto en cuanto antes, así que lo primero que hizo fue programar una serie de visitas a diversos países europeos, los cuáles se encontraban en graves condiciones de vulnerabilidad, como por ejemplo: Moldavia, Ucrania y Armenia, destinos seleccionados para sus primeras visitas. Lo que más le emocionaba de esta aventura, era que visitaría dichos países no como un príncipe, sino como un joven del común, tal y como lo había premeditado. De este modo, con todo listo, cuatro días después de su discusión familiar, Louie decidió comenzar con su travesía por Europa, no sin antes mencionarla a su familia en el castillo que deseaba tomar unas vacaciones y, por lo tanto, no quería la compañía de sus escoltas. Así pues, emprendió su viaje —sin su identidad de príncipe—, por el primer país elegido por el joven; Moldavia. Allí, en sus primeros recorridos pudo toparse con enormes áreas verdes; muchos árboles dentro de las ciudades, grandes y antiguos monasterios y fortalezas por visitar, y demás infraestructuras de interés turístico que lo dejaron sumamente sorprendido y enamorado del vulnerable, pero acogedor país. Además de esto, Louie se sentía libre en este lugar; allí, podía fingir ser una persona normal, que simplemente buscaba distraerse y conocer un poco del país. Luego de salir un poco de la rutina paseando diversos lugares turísticos del país durante al menos tres días, Louie procedió a visitar algunos establecimientos educativos, para verificar sus condiciones, sus enseñanzas y claro está; el estado de los niños. Esta parte, podría decirse que fue la triste del viaje de Louie... No pudo contener algunas lágrimas de impresión, en cuanto ingresó a las escuelas. Allí, pudo encontrar salones y demás infraestructuras en pésimo estado, que evidentemente no brindaban seguridad y la educación que merecían los infantes. La peor impresión, se la llevó al ver a los pequeños que estudiaban. Muchos de ellos se encontraban en avanzado estado de desnutrición, y pésimas condiciones —aparentes— de salud. Fue allí entonces, cuando el joven adinerado sintió que debía hacer mucho más por los niños, que sólo satisfacerles en el ámbito escolar. Louie decidió programar algunas reuniones con las directivas de las escuelas, para allí hacer un primer aporte para fortalecer las instituciones, y, además, les mencionó la intención que tenía con su proyecto, que de hecho era el motivo de la visita. Las intenciones de Louie, sin duda fueron bien recibidas por los directivos y por los pequeños que parecían ver una luz al final del túnel con la emocionante promesa de ayuda que les había brindado el joven. Según sus planes, después de su recorrido por Moldavia, el próximo por visitar era Ucrania. Sin embargo, Louie quedó tan impactado por las condiciones de vida que encontró en el país, que decidió viajar antes hacia Bélgica, donde unos socios e inversionistas adelantarían una parte de la donación, para actuar de inmediato en Moldavia. Por suerte, Bélgica no se encontraba tan retirado de Moldavia, por lo que, Louie no tardó en llegar a su nuevo destino, y hospedarse en un lujoso hotel, que había reservado minutos antes. Mientras se instalaba en hotel, Louie no pudo sentirse atraído por la despampanante belleza de una de las camareras del lugar, que podría describir como una joven con rostro angelical, cabello castaño, ojos grises y una mirada encantadora que seguramente dejaba flechados a cientos de hombres. Sin pensarlo, Louie decidió ingresar al restaurante del hotel en el cual atendía la hermosa e interesante chica, que había dejado sin aliento al joven y apuesto príncipe. De inmediato, la joven camarera, se acercó a la mesa de Louie —sin pensar quién era—, y amablemente le atendió: —Buenas tardes, esperamos que esté disfrutando de su estadía en nuestro hotel. ¿Desea ordenar ahora, o se tomará algunos minutos más para pensar? —preguntó la camarera a Louie. —En realidad me gustaría probar algo típico de tu país, ¿puedes sugerirme algún plato? —refirió Louie. —Ohh... Eso quiere decir que es turista, ¿verdad? —dijo la chica—. Le traeré algo delicioso, solo aguarde unos minutos y confíe en mi buen gusto. Con su respuesta, Louie no podía evitar sentirse más intrigado e interesado por la joven. Además de hermosa era muy amable y aparentemente elocuente. Y, lo mejor de todo, era que al parecer no tenía la menor idea de quién era en realidad el joven príncipe. Aguardó entonces sentado en su mesa, mientras admiraba algunas pinturas sobre óleo que adornaban las enormes y blancas paredes del restaurante del hotel. Pasados unos minutos, la joven camarera se acercó de nuevo a la mesa de Louie, esta vez con un platillo sorpresa, que dejaría por completo deleitado al "turista". En realidad Louie había utilizado lo del plato de comida únicamente como excusa para acercarse a la mujer. Sin embargo, la elección de la chica lo dejó impresionado; pues el sabor era algo indescriptible —delicioso sin embargo—, que nunca antes había probado, y ni siquiera tenía idea de qué comía en ese instante, simplemente lo disfrutaba. Interesado en conocer un poco más a la chica, Louie le agradeció por su excelente elección, y le hizo una propuesta algo arriesgada para él, pero esperaba que fuera recibida a gusto por la hermosa mujer... —Como podrás ver, soy turista y conozco poco el lugar —refirió el joven—. ¿Te molestaría acompañarme a visitar los sitios más representativos de tu ciudad? No importa si debo esperar a que termines tu turno. Algo sorprendida con la propuesta, la chica se quedó inmóvil y pensativa por algunos minutos. Luego de un momento, respondió: —¿Sabes? No suelo hacer esto, pero tú pareces buena persona, y debo decir que me caíste bien. Así que.. —¿Qué? ¡Dime! —interrumpió Louie. —Seré tu guía turística con gusto, pero tendrás que esperarme hasta las cinco que termine de trabajar, ¿te parece? —mencionó la joven. Louie, emocionado por la respuesta afirmativa de la chica, contestó: —No tengo problema en esperarte, pero por lo menos, ¿puedo saber tu nombre? —comentó mientras reía. —Oh, por supuesto, me llamo Zoe, ¿y tú? —cuestionó la joven. Louie claramente no había pensado en cuál nombre utilizaría con su nueva identidad, así que como pudo, pensó en un nombre enseguida: —Mi nombre es Charl, y estoy encantado de conocerte —comentó el joven mientras miraba el angelical rostro de Zoe. —Charl, también me da gusto conocerte —mencionó Zoe—. Pero ahora debo regresar a trabajar, antes que mu jefe me regañe. —Descuida, te entiendo, estaré por acá por el hotel hasta que salgas de trabajar.
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