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Cita vampiresca

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Blurb

Diana se siente atrapada. La pandemia de COVID-19 le ha dejado sin más roce social que su prima, una psicóloga en paro, y su mujeriego y mentiroso tío Andrés. Necesita encontrar un novio antes de que su peso corporal le impida bajar las escaleras. Por eso, se da de alta en una aplicación de citas.

Y… ¡bingo! Un supuesto hombre ideal cae rendido a sus pies. Es demasiado bueno para ser cierto porque no lo es. Bryan José tiene

una única misión: conseguir sangre fresca.

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Soltando los amarres
Donde quiera que se encuentre, reciba la presente carta de su más fiel admirador. Sin usted no habría conocido este sentimiento majestuoso que me hace vibrar. Si sus palabras no se hubiesen posado en mí, jamás sabría que un cuerpo muerto no perdura vacío. Bryan José Después de haber leído y releído las mismas líneas tres veces, extendí la misiva a mi prima María Rosa. Sus muchos estudios en psicología la calificaban para realizar un perfil del escritor. Ella se colocó los espejuelos en la punta de la nariz, tomó una inmensa bocanada de aire y, con el tono de una gran señora, se aclaró la garganta. Fui incapaz de reprimir un bostezo. Tanta diplomacia me revolvía el sueño. Lo mío era determinar la veracidad de las letras y encontrar a mi príncipe azul. Luego decidiría si mudarle los colores o quedármelo en su estado natural. Aunque me consideraba agraciada, llevaba varios meses sin una cita formal. Ya necesitaba perderme de casa, trasnochar y regresar con la cabeza echa un lío a la mañana siguiente. Daba las gracias por mi apática existencia al COVID-19. A pesar de que el país había abierto las fronteras, las escuelas y los centros de recreación, yo permanecía con la cabeza cerrada con llaves y candados. El miedo se había convertido en mi mayor enemigo. Por temor a infectarme, me apabullaba de comida en casa. Probablemente, moriría a causa de una enfermedad crónica no transmisible. Mis vestidos de antaño me quedaban demasiado ajustados. ¿Se habrían encogido en el interior del guardarropa? Ojalá la respuesta correcta fuese afirmativa, pero no era así. La báscula nunca me ha mentido. Yo había engordado cerca de diez kilogramos. Me costó mucho trabajo comprender mi situación real y sacudir el polvo que pendía sobre mi cabeza. Ponerme a dieta siempre ha sido una utopía. Debía tomar una decisión factible con rapidez. Por esa razón, me di de alta en una aplicación de citas. Hallaría la pareja perfecta, alguien que no dudase en extender la mano y apretar la mía, que añorase el amor verdadero de los cuentos de hadas y tuviese mis mismos sueños. ¡Estaba harta de ser una soltera empedernida! Abrazar el celibato no se hallaba dentro de mis opciones. ─¡Desiste! ─La ordenanza de mi prima me paralizó el corazón. ¿Qué pretendía, además de asaltar mi reserva de bombones? Levantó el brazo derecho con parsimonia y enfatizó su palabra con el uso del lenguaje extraverbal.─ He trazado el perfil psicológico tal como me pediste. Ese joven tiene rasgos de psicópata. Supuse que la envidia socavaba la base de las relaciones filiales. Estábamos hablando acerca de un hombrón de casi dos metros de estatura, con un cuerpazo de película y dos pedazos de pedruscos azules en lugar de ojos. Como si su aspecto físico fuese insuficiente, estudiaba ingeniería. ¿Qué más podría pedir a Dios? Nunca me he considerado miss Universo. ─¿Qué defecto le notas? Es un chico con excelentes modales, no un pandillero con pintas de delincuente. Mi ira crecía en la medida que vociferaba. Solté una palabrota de las más cochinas de mi repertorio. Con la cabeza bien alta, ensayé una sonrisa despectiva. Si María Rosa me declaraba la guerra, guerra le daría. ─Es elemental, mi querida Diana ─habló la Sherlock Holmes en pantuflas y con la cara manchada de dulces─. Es demasiado perfecto para ser cierto. Según su perfil, te has topado con un dios hecho carne. ¿No comprendes que a las personas comunes -como nosotras- no les suceden esas cosas? Es más probable que halles la lámpara de Aladino y que el genio te conceda tres deseos a que esto no sea una estafa. Él te habrá enviado una foto sacada de Internet o rellenado sus datos con mentiras de alto nivel. Además, Bryan no rima con José. Si prestas atención, notarás que ha mezclado un nombre anglosajón con otro de origen latino. A ciencia cierta, nada puedo aseverar, pero apuesto a que aquí hay gato encerrado. Te lo digo yo, que como de eso. ¡Cuánto cinismo resumido en pocas frases! Corrección, comía gracias a mi bolsillo. Con un bufido rompí los tres minutos de silencio. ─No entiendo por qué le acusas de esa manera. ─Hice un último intento para mantener a flote mis ilusiones.─ Puede que su madre sea mejicana y su padre inglés, o viceversa. ¿Qué sé yo? Me has hecho un lío en la cabeza. ─«Si sus palabras no se hubiesen posado en un humilde servidor, jamás sabría que un cuerpo muerto no perdura vacío» ─citó su frase con sorna─. ¿Acaso es un vampiro que reposa en un sarcófago? Mencionar la muerte no es la mejor manera de comenzar una carta romántica. Si seguía escuchando a María Rosa, contrataría un asesino en serie para librar al mundo del diabólico influjo de Bryan José. Con el fin de alejarme de ella, subí a mi habitación a toda velocidad. Necesitaba pensar con la cabeza fría.

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