Un pasado olvidado
Ron Walestrep era un hombre que había perdido la memoria, pero él no sabía que había perdido más que eso, había perdido su verdadera identidad, su propio nombre, su familia y su estatus.
Durante mucho tiempo Ron Walestrep vivió deambulando de un País a otro, de costa a Costa, y de un Continente a otro, hasta que veinte años atrás decidió quedarse en un solo lugar, en Paris, Francia.
Es ahí cuando Ron se da cuenta que él no es una persona común y corriente, pues se da cuenta que durante los últimos cincuenta años, él no ha envejecido nada.
Ron empieza a sospechar de su propia existencia y su procedencia llegando al límite de investigar su pasado, aunque sin sus recuerdos de su pasado, Ron no logra llegar al fondo de toda la verdad.
Ron vive en un apartamento diminuto, estrecho y nada acogedor en el que no cabía alguien más para vivir.
Ron se sostenía de hacer trabajos esporádicos para su sustento esencial y pago de alquiler y durante todo este tiempo, no mantuvo alguna relación o interés por alguien en especial.
Ron no se dió ni cuenta de como las mujeres buscaban su mirada al pasar a su lado, eran como si algún afrodisíaco emanara de su cuerpo que las volvían locas a casi todas.
Ron solía salir a caminar por las calles de Paris, y siempre tuvo la sensación de no ser parte de todo lo que veía y oía, pues se sentía como pez fuera del agua, siempre se había sentido como si él fuese ajeno a todo. Su mundo, su identidad actual, todo le parecía fuera de lugar.
Un día, mientras fue a hacer un trabajo para una Empresa de acueductos, tocó bajar en las catacumbas situadas bajo la ciudad, se sintió raro al estar justo abajo, sintió la mirada de muchas personas, el aire soplaba cálido y él sentía que no estaba solo, volvió sus ojos alrededor, pero no pudo vislumbrar nada ni ver a nadie.
Ese día, varios de los trabajadores sufrieron ataques, en su delirio tres de los sobrevivientes hablan dicho que fueron atacados por enormes bestias, y que estos tenían garras enormes, ojos rojos.
Como Ron también formaba parte del equipo de trabajadores, él pudo escuchar los comentarios y ver de primera mano que si habían sido atacados por criaturas misteriosas.
Las autoridades no podían creer lo que dijera los tres sobrevivientes, sin embargo, ellos tenían las heridas en sus cuerpos, y si, parecían garras afiladas las que lo habían atacado.
Ese día, hacía un frío mas de lo habitual, se sentía que hasta calaba los huesos, Ron decidió que se retiraría del resto del bullicio.
Cuando Ron caminó alejándose del resto de la gente, fue cuando vió entre una de las salidas del acueducto a una figura oscura erguida mirando directamente a él, tenía ojos enormes encendidos en rojo y mostraba sus enormes colmillos. Ron observó sin mostrar más emoción que su curiosidad y su temple escondido manteniendo la vista a esa cosa oscura.
Finalmente alguien le tocó al hombro, le habló sacándolo de su distracción.
—¡Hey, tu! ¿No tienes miedo de que te aparezca alguna de esas criaturas que mencionaron esos locos? —Ron quedó mirando en dirección a donde había visto a la criatura, pero ya no estaba allí.
—¿Que pasó, lo has visto también?—interrumpió el hombre con cara asustadiza.
—Me pareció ver una sombra —respondió Ron sin mostrar tanta excitación como lo hiciera el resto de las personas, y los que habían sido atacados.
—¡Creo que esos tíos están fumados, mira que describir a grandes bestias con garras! —como Ron hiciera silencio, el tipo dijo.
—¡Vale, soy Francisco, pero me podéis llamar Franco! Soy de España tío, pero vivo aquí por ahora, ¿y tu?
—¿No eres un parisino? ¿Verdad? —Ron no estaba de mucho humor y odiaba responder a personas que se le acercaban así sin mas sin que el aprobara un acercamiento.
—Frank, Franco o Francisco, no estoy de humor para entablar una conversación ahora mismo. Si puedes respetar eso, estaré mas que agradecido con usted.
—Oh, estoy flipando, vale os dejo de perturbarle su momento glorioso —dijo Franco para dar la vuelta e irse, pero justo en ese momento, la violenta criatura apareció acechando al paso de Franco.
Franco era quien había dado varios pasos para alejarse de Ron, él era el que estaba mas expuesto al ataque de la enorme criatura.
—¡Aaaah! Nooo! —gritó Franco.
—¡Que alguien me ayude, por Dios! —se dio cuenta justo entonces que los hombres que fueron atacados no habían estado mintiendo.
Ron miró a la criatura, pero el mismo se extrañaba de que no estuviera ni asustado, ni gritando, era como si él fuera parte de esas bestias monstruosas.
Franco corrió hacia él antes de que la criatura le estampara las garras, la criatura, al ver que su presa estaba a unos metros, pareció dudar si atacaba a un par de hombres. Y de un momento a otro, tan solo se escabulló entre las oscuras catacumbas.
—¿¡Lo viste!?
—¡Tu lo viste! No estoy flipando. —dijo Franco sintiendo que su corazón iba a explotar dentro de su pecho.
—Yo, al menos yo, ya no seguiré en este trabajo. Mi vida vale mucho —dijo, quien hasta entonces se dio cuenta que estaba colgado del brazo de Ron.
Para los días siguientes, el trabajo se tuvo que posponer, las autoridades no entendían de cómo había animales salvajes viviendo en las catacumbas debajo de la exótica Ciudad Parisina.
El testimonio de Franco se sumó a los anteriores testimonios, Franco dio fé y agregó que el señor Ron había presenciado todo junto a él.
Ron respondió ante las avalanchas de preguntas, dijo que no logró ver a ciencia cierta que era lo que había visto, dijo que pareció ver sombras nada mas.
Al escuchar su respuesta, Franco estaba anonadado, pues claramente él había visto a una bestia de al menos tres metros de alto y que tenía garras y colmillos enormes.
Las siguientes noches, Ron empezó a tener sueños raros y pesadillas con enormes perros con grandes colmillos.
Ron despertaba a mitad de ser atacados por estas criaturas enormes, era como de película, muy fuera de lugar.
La primera noche que Ron tuviera la pesadilla, creyó que era un mal sueño aislado, pero después se sorprendió de que sus malos sueños siguiera noche tras noche.
¿Qué tenía que ver el con esas criaturas? Ron debía llegar a fondo de toda esta situación.
Cuando las autoridades llegaron a tocar la puerta a Ron, él se sintió invadido en su espacio. No solía recibir de visita a nadie.
—¿En qué les puedo ayudar? —respondió Ron evasivamente con cara de pocos amigos.
—El señor Francisco Medraza, dice que tanto él como usted vieron a una bestia enorme.
—Y es mas, dice que él corrió hacia ti, pero que tú no reaccionaste con miedo a esa criatura.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron.
—No quiero decir nada, solo quiero su testimonio con veracidad, queremos la verdad. —respondió uno de los hombres que parecía ser el líder del grupo de tres personas.
—Lo que crean que haya visto, ¿Qué tiene que ver conmigo? No sé en qué ayuda mi testimonio.
—Pues, quiero saber si viste lo mismo que asegura haber visto el señor Franco Medraza.
—Ah, es eso, pues …
—Pues, es simple, me pareció ver sombras entre las malezas y la oscuridad de las catacumbas, pero no alcancé a visualizar bien, quizás no era ni bestias, como asegura él —mirando con escrutinio, el investigador dijo:
—Está bien, ve a la oficina de investigación y haz una declaración de tu testimonio. Es lo que necesito para ir avanzando en nuestra investigación —dijo el hombre antes de irse.
—Soy Denis Palpueño, soy el jefe de investigación a cargo, puedes contactarme cualquier otra cosa que recuerdes más adelante. —entregó su tarjeta de presentación y dio la vuelta para irse.
Ron suspiró profundamente. No era que no quisiera decir lo que vio, era que no quería que lo tomaran como objeto en la investigación y lo tuviera del timbo al tambo.
Haría sus propias averiguaciones el mismo, y no estaba dispuesto a ser usado por las autoridades. Después de todo, él fue un simple testigo sin querer queriendo.