7. Una decisión...

1432 Words
Capítulo 7. Una decisión peligrosa. Maia no había dormido bien. Los recuerdos de la noche anterior la mantenían en un constante estado de ansiedad. La forma en que Vicenzo la había tocado, la intensidad de sus besos, y la calidez de su piel aún la atormentaban. Pero lo que más la perturbaba era ella misma, Maia había sido incapaz de resistirse a un hombre que ni siquiera recordaba que tenía una esposa, la rabia que sentía consigo misma por haberse dejado llevar era demasiada, fue eso lo que la mantuvo despierta gran parte de la noche. Había sido su esposo el hombre con el que acostó, ¡sí!, pero eso no justificaba nada. Para él, ella no había sido más que una distracción pasajera. Una "dama de compañía", como lo había dejado claro con su propuesta. Esa mañana, Maia se vio obligada a poner una máscara frente a Juliana y Sara. Aunque sus amigas la conocían muy bien, no podían sospechar el torbellino de emociones que llevaba por dentro. Maia trato de evitar el tema de la propuesta, no quería que notaran su incomodidad. Sin embargo, sus amigas la acosaron con preguntas desde el momento en que se sentaron a desayunar. -- Entonces… Maia, ¿qué has pensado hacer? – fue Sara quien comenzó. -- Dinos ¿vas a aceptar la propuesta de ese millonario? – le preguntó Juliana, con una sonrisa preocupada mientras revolvía su café. -- Cariño, Te quedaste despierta toda la noche, eso es demasiado para ti – añadió Sara, igual o más preocupada que Juliana. Maia se sintió sonrojar, pero intentó disimularlo, sus ojos estaban hinchados por la mala noche y aunque no lo esperaba sentía una calma que no se merecía. -- Todavía no lo sé, es demasiado serio para responder tan pronto – Sara la miró de reojo, desconfiada. -- ¿Por qué siento que nos estás ocultando algo? – Maia soltó un suspiro exasperado, tratando de cambiar de tema. -- Esta mañana tengo un examen en la universidad, anoche estuve estudiando para él, fue solo eso – las chicas dejaron de interrogarla, sin embargo, ambas seguían preocupadas por su amiga. Al salir del departamento Maia fue directo a la universidad, mientras que Sara y Juliana quisieron visitar el hotel, no estaban seguras de que Maia fuera a tomar una buena decisión. Al llegar no obtuvieron ninguna respuesta, el hotel no conocía a su amiga y mucho menos al hombre con el que salió, al menos esa fue la respuesta que les dieron. Las amigas de Maia no tuvieron más opción que alejarse de ahí, no sin antes prometer que ambas se encargarían de cuidar a su amiga. Maia volvió a casa después del examen y no encontró a sus amigas, ella se dirigió al baño para darse una ducha, lo había pensado bien y ya tenía una respuesta para Vicenzo. Pero mientras se vestía para encontrarse con él, sus dudas no dejaban de acosarla. ¿Por qué había aceptado siquiera escuchar su propuesta? y ¿Por qué no le había dicho que sabía quién era en realidad? Se comenzaba a preguntar desesperada. Una hora después ella llegó al restaurante con un nudo en es estómago. Cuando ingresó al restaurante donde decía encontrarse con él, Vicenzo ya estaba allí, esperándola, sentado en un rincón apartado al fondo del salón. Su porte impecable y la forma como la miraba al caminar hicieron que Maia sintiera un cosquilleo en el estómago, su esposo la hacía sentir cosas extrañas, sin mencionar que se sentía desnuda cada vez que sus ojos se cruzaban. Era frustrante enterarse de lo mucho que le afectaba su presencia. La elegancia y seguridad que desprendía su esposo seguía siendo intimidantes. A diferencia de la noche anterior, él llevaba ropa informal, y aunque debía parecer menos imponente, el resultado era similar, pues la ropa azul oscuro solo conseguir acentuar más su presencia. -- Maia – le dijo con una voz tranquila pero firme y una sonrisa extraña en su rostro, cuando ella llegó a su mesa. Se levantó de su asiento por cortesía, y su mirada la recorrió con detenimiento antes de ofrecerle asiento. -- Justo a tiempo – susurró mirando su reloj, un punto más a favor de la jovencita, pues Vicenzo detestaba la falta de respeto, y para él llegar tarde a una cita era algo imperdonable. -- Buenos días, Vicenzo – murmuro ella, sonriendo como respuesta. Utilizando el tono más neutro que pudo reunir. Maia se sentó frente a él, consciente de cada pequeño movimiento. Ella evitaba mirarlo directamente a los ojos demasiado tiempo, aunque en esta ocasión era inevitable, aunque los ojos azules de él eran como un imanes que la atraían y la hacían olvidar por un momento que debía mantener las distancias, aunque el aroma de su perfume parecía acortar cualquier espacio entre ellos. Vicenzo la observa por un momento antes de hablar. -- Espero que hayas tenido tiempo para considerar mi propuesta – Maia sintió que el corazón se le aceleraba. No podía permitirse dudar, no ahora. -- "Claro que la consideré", "pero no en los términos que tú crees" – susurró para sí misma, tragando saliva, intentando ganar un poco más de tiempo antes de responder. -- ¡Sí!, por supuesto que la he considerado señor, digo Vicenzo – por la forma como lo llamó él pensó que la respuesta de la joven sería negativa. -- ¿Y cuál es tu respuesta Maia? – le preguntó él, con una calma que solo la ponía más nerviosa. -- Lo he pensado muy bien, y… – se detuvo una milésima de segundo que le pareció eterna a él. -- Estoy dispuesta a aceptar, siempre y cuando las condiciones sean claras – -- ¿Condiciones? Vicenzo arqueó una ceja, intrigado, nunca espero que la jovencita le salga con algo asi. Pero era claro que aceptaría cualquier condición de ella. Maia mantuvo la voz firme, a pesar de la inseguridad que sentía por dentro. -- Sí, condiciones. Usted mencionó que sería un acuerdo profesional. Eso significa que espero que nuestras interacciones se limiten a lo estrictamente necesario para los eventos – Vicenzo no pudo esconder la sonrisa sutil que apareció en su rostro. -- Por supuesto, Maia. Es un acuerdo muy profesional, nada más. Pero sabes muy bien lo que te pedí cuando hablé de él… una dama de compañía con todo lo que eso representé – le recordó él. Maia no pudo evitar sonrojarse, consiguiendo que Vicenzo se existe con solo mirarla. Ella realmente lo volvía loco y él no sabía qué hacer. Maia por su parte dudaba sobre esa revelación, pero algo dentro de ella la incentivaba a aceptar. Ella quería ver hasta donde era capaz de llegar su esposo, ocultándola de la sociedad. -- Entonces está bien, será como tú dices ¿estamos de acuerdo? – él asintió feliz y satisfecho. -- Perfecto. Nuestro primer evento será esta noche. Te enviaré los detalles y un vestido adecuado – no veía las horas para estar nuevamente con ella, tenerla en sus brazos y hacerla suya. -- Será lejos de la ciudad asi que no volverás a casa hoy – dijo apenas notó que ella quería levantarse y huir. Maia sintió que el aire se le escapaba por un momento. No esperaba que el acuerdo comenzara tan pronto, y menos que esta noche se quedaría con él, pero tampoco quería mostrar su sorpresa, asi que mantuvo la compostura al responder. -- De acuerdo, estaré lista – Vicenzo se levantó y extendió una mano hacia ella. Maia dudó un instante antes de tomarla. Su mano era cálida y firme, y el simple contacto le envió una descarga eléctrica que recorrió por toda su espalda. -- Espero que esta sea una colaboración muy fructífera, Maia – Mientras salía del restaurante, Maia sintió como si estuviera caminando hacia una trampa que ella misma se había colocado. Esa misma tarde, Maia recibió un paquete en su departamento. Al abrirlo, encontró un elegante vestido azul marino que irradiaba sofisticación. No pudo evitar preguntarse cuánto habría costado al ver la marca de diseñador. Sus amigas la observaban con expresiones llenas de asombro y curiosidad. -- ¡Oh! ¿Wau amiga… este vestido? – preguntó Sara al ver la marca que decía en la caja y notar la prenda cuando Maia lo abrió, -- ¿Sabes cuanto cuesta verdad? – Maia suspiró derrotada, el par de ojos no dejaban de mirarla esperando una explicación. -- Este vestido será para el evento de esta noche – -- ¿Entonces es real? ¿Aceptaste la oferta de ese tipo? –
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