8. Interrumpido...

1728 Words
Capítulo 8. Interrumpido por el padre de Casandra. Maia guardó silencio mientras colgaba el vestido en su armario. Había demasiadas cosas que no podía contarles todavía, pero asintió ante la pregunta de su amiga. -- No sé qué decirte Maia, solo cuídate mucho amiga – suspiró ahora Sara, quien nunca se imaginó que esa estúpida apuesta perdida le fuera a traer tantos problemas a su amiga. -- ¿Qué clase de eventos tiene este hombre que debe enviarte un vestido para cada ocasión? – preguntó Juliana, que no dejaba de admirar la prenda. -- No lo sé. Pero ya me enteraré esta noche – les dijo finalmente, impidiendo mirarlas directamente a los ojos. Juliana soltó una risa al escucharla. -- Bueno, al menos tienes buen gusto al escoger tus "jefes" – El sol comenzaba a descender tras los altos edificios de la ciudad, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, el día avanzaba con una brisa fría, mientras Vicenzo se encontraba en su oficina, revisando unos últimos detalles antes del importante evento de la noche. Aunque su agenda estaba repleta de compromisos, sus deseos de volver a tener a Maia en su cama no lo dejaban de atormentar. De pronto su teléfono comenzó a sonar con insistencia. Era una llamada inusual, asi que, sin dudarlo con voz autoritaria y decidida, respondió. -- Hola – -- Vicenzo Farelli – la voz al otro lado de la línea era inconfundible para él. Se trataba del padre de Casandra Ducke, un hombre conocido por su carácter intransigente y sus decisiones inapelables, pero también un hombre de modales firmes, que siempre había sabido lo que quería para su hija y eso era precisamente él. Vicenzo Farelli. -- ¿A qué debo su llamada señor Ducke? – le preguntó él, frunciendo el ceño al oír la forma como se dirigía esta vez. -- Tenemos que hablar hoy muchacho, ha ocurrido un problema y es mejor que se solucione cuanto antes – -- Vicenzo no podía rehusar el pedido directo del señor Ducke. Hace un poco más de dos años cuando él tuvo un problema importante, uno de los que salieron en su defensa fue él. Asi que, sin dudarlo, se levantó, tomó su abrigo y se dirigió hacia la salida de su oficina. Mientras avanzaba por el pasillo, su mente se llenaba de interrogantes sobre la urgencia que implicaría tal reunión, preguntándose cuanto tiempo tendría que estar ahí. El joven CEO no tardó en llegar a las oficias donde se encontraba la empresa de la familia Ducke. Un edificio que siempre había sido sinónimo de sofisticación y discreción. Al ingresar, se dirigió directamente al ascensor, conocía bastante bien la ubicación de la oficina del director general, lo único que pedía era no tener que encontrarse con su hija, Casandra. Quien también trabajaba en la empresa familiar. Con cada paso que daba, su corazón latía un poco más rápido. Cuando llegó al último piso y, tras una breve espera, la secretaria del señor Ducke le indicó que la reunión sería en la sala de conferencias privada al final del pasillo, mientras caminaba podía notar que el ambiente era silencioso, repasando mentalmente las posibles razones para la convocatoria. Nunca antes el padre de Casandra había sido tan directo, y aunque sabía que sus tratos familiares eran complejos, algo en el tono de la voz le decía que no se trataba de una simple formalidad. Vicenzo abrió la puerta y, para su sorpresa, no encontró allí al hombre mayor con apariencia severa que tanto recordaba, ni a nadie que pudiera ser identificado como el segundo en rango del señor Ducke para tratar el problema urgente que dijo haber surgido. En cambio, en el interior de la sala se encontraba una joven de cabello rubio impecable y una mirada decidida. -- Vicenzo – lo llamó Casandra al verlo ingresar. Ahí estaba Casandra, sentada con porte altivo frente a una gran mesa de roble. Vestida con un elegante y hermoso vestido de colección, ella levantó la vista, no podía dejar de admirar el porte del CEO Farelli. Podría decirse que se lo comía con los ojos, mientras sonreía con una seguridad que rayaba en la arrogancia. -- Casandra ¿Qué haces tu aquí? – la joven se recostó en su silla, cruzando las piernas con un gesto despreocupado, dejando a la vista una gran parte de su muslo desnudo mientras respondía con voz clara y segura. -- Mi padre me envió en su lugar, no pudo esperarte por motivos de una reunión que salió de imprevisto, asi que acá me tienes, esperándote para conversar -- Vicenzo sintió una punzada de incomodidad y confusión en su interior. La idea de que el padre de Casandra hubiera decidido sustituirse a sí mismo por su hija le resultaba inusual. Aun así, en sus negocios las sorpresas rara vez eran bienvenidas, y él no era de los que se dejaban amedrentar por situaciones inesperadas. -- Entiendo – le dijo, intentando recuperar la compostura. -- Entonces, ¿Me explicas cual es el motivo de esta reunión? – la joven se enderezó y apoyó sus codos sobre la mesa, mirando fijamente a Vicenzo, soñando con el día de tenerlo solo para ella. -- Vicenzo no seas tan aguafiestas. ¿Siempre es asi, solo pensando en el trabajo? Yo estoy aquí para presentarte una propuesta que, estoy segura, cambiará la dirección de nuestros futuros proyectos – comenzó y Vicenzo levantó la mano para detenerla. -- Tu padre sabe muy bien que no tengo intenciones de trabajar con él. Si no hay nada más importante, Casandra. Debo dejarte, estoy tarde para una reunión – -- Vicenzo mi padre tuvo un compromiso ineludible, no estoy mintiendo, además él ha confiado plenamente en mí para que actúe en su representación. Sabe mejor que nadie que en los negocios, a veces es necesario delegar en quien posee la visión y la confianza para llevar adelante la misión. Estoy aquí para cumplir esa función cariño, y te aseguro que mi desempeño estará a la altura de tus expectativas – Vicenzo frunció el ceño brevemente, sintiéndose fastidiado y a la vez intrigado. La voz de Casandra resultaba familiar en ciertos matices, pero él no podía identificar de inmediato qué era lo que le grababa de ella. Quizás era la seguridad en su tono, o el aire de desafío que emanaba su presencia, pero siempre había preferido mantenerse alejado de ella. Y esta vez no era la excepción. -- Muy bien Casandra – le dijo finalmente, tras unos segundos de silenciosa reflexión mientras observaba su reloj. -- Acepto continuar esta reunión con el propósito de evaluar su propuesta. Sin embargo, te pido que mantengas la formalidad y la claridad en todos los términos, recuerda que soy el CEO de la empresa Farelli. Y para mí la discreción y la precisión son fundamentales en los negocios. -- Por supuesto Vicen… señor Vicenzo – le respondió Casandra con tono firme. -- Estoy aquí para servirte de la mejor manera posible. Asi que permítame presentarte un documento preliminar que hemos preparado para ti. En él se detallan los aspectos generales de la propuesta, que por supuesto podrán ser ajustados de acuerdo con tus necesidades – Con movimientos rápidos y elegantes, Casandra sacó de un portafolios un cuaderno de cuero finamente trabajado. Se lo entregó a Vicenzo, quien hojeó el documento con una mirada crítica. Mientras pasaba él las páginas, Casandra se mantenía en silencio, observándolo con un brillo extraño en la mirada. -- Los términos son favorables – le comentó Vicenzo, sin levantar la vista del documento. -- Sin embargo, necesito que se aclare la duración del acuerdo y las condiciones de rescisión, ya que, en nuestro mundo, la flexibilidad es crucial – terminó. Casandra asintió con calma, saber que podría aceptar esta colaboración la llenaba de expectativas, pues podría estar mucho más cerca de él. -- Entiendo perfectamente. Estas cláusulas podrán ser revisadas y negociadas en la etapa final del contrato, pero te aseguro que mi padre ha considerado todas las variables del mercado. Lo que te estamos ofreciendo es una oportunidad para reforzar tu imagen Vicenzo y consolidar tus alianzas en el sector, ¡claro! sin comprometer tu independencia – Vicenzo cerró el cuaderno y depositó la mirada en Casandra. Durante ese breve instante, la tensión entre ambos se hizo palpable. Vicenzo Farell salió de la reunión con una expresión de fastidio. El padre de Casandra lo había hecho acudir con la excusa de discutir una inversión importante, pero todo había sido una trampa para que su hija tuviera un momento a solas con él. Casandra, como siempre, aprovechaba cualquier oportunidad para acercarse a él. -- Vicenzo, espera – la voz melosa de Casandra lo detuvo cuando estaba por salir del despacho. Él giró sobre sus talones y la miró con evidente desinterés. -- ¿Qué quieres ahora, Casandra? – le preguntó con cansancio. Ella le dedicó una sonrisa encantadora y se acercó, deslizando sus manos por su brazo con una confianza que a él le resultaba exasperante. -- Olvide decirte que esta noche también asistiré al mismo evento que tú. Mi padre insistió en que lo represente. ¿Podrías llevarme? Sería un escándalo si llego sola, además, tú tampoco debes tener una pareja… no crees que nos veríamos bien juntos – le dijo, ladeando la cabeza fingiendo una sonrisa de falsa inocencia. Vicenzo apretó la mandíbula. Lo último que quería era pasar la velada con Casandra pegada a su costado, pero tampoco podía rechazarla sin generar habladurías que terminarían en oídos de su padre. Y eso era lo último que deseaba, pero estaba Maia, quien de seguro lo estaba esperando ya. -- Está bien – bufo lleno de resignación como respuesta. -- Te recogeré en veinte minutos – Casandra chasqueó la lengua y negó con la cabeza. -- No, no. Ya estoy lista. Mejor vámonos juntos – -- Bien, pero yo ya tengo una pareja – -- Te refieres a la jovencita de la vez pasada, la chica que contrataste como tu compañera – le dijo, refiriéndose con desprecio a Maia. Vicenzo sintió un ligero malestar al escuchar cómo se refería a Maia, pero no dejó que se notara. Simplemente sacó su teléfono y le indicó a su chofer que pasara a buscar a la joven. Luego, sin decir más, le ofreció el brazo a Casandra y juntos salieron del edificio.
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