4- Inténtalo de nuevo

2824 Words
Amina Me doy un largo y lujoso baño de burbujas en la enorme bañera y luego me visto para la cena. Estoy llena de nervios, preguntándome que estará planeando Emiliano. Quiere seducirme, eso está claro, por sus miradas persistentes y sus palabras sugerentes. Y claro, lo sabía al entrar en esta misión. Mi sexualidad es un arma y estoy preparada para usarla como sea necesario. Pero, aún así, no quiero ser solo una conquista de una noche que el descarte por la mañana. Necesito más que eso, si mi plan va a funcionar. Entonces, ¿Cómo voy a manejar esto, caminando en la cuerda floja para mantenerlo interesado, pero sin darle nada a cambio? Parece imposible. No tengo experiencia en la seducción, como las mujeres que veo en el mundo de Morelli. Van y vienen del club donde trabajo como camarera: mujeres descaradas y seguras de sí mismas que tienen el control total de su sexualidad, acostándose con los chicos y alejándose con una sonrisa en la cara. Claro, se lo suficiente como para fingir la misma confianza, pero ¿debajo de todo eso? No tengo ni idea de lo que estoy haciendo con los hombres. Suspiro, poniéndome la lencería de seda blanca que me espera en una cajón. Elijo otro atuendo recatado, este vestido azul pálido con tirantes que se atan como cintas en mis hombros. El escote es alto y la falda cae más allá de mis rodillas. Parezco una princesa, una debutante virgen que ha pasado su vida diciéndole a los hombres cachondos “No, gracias” La verdad es que lo de virgen no es mentira. Tengo veintiún años y nunca he estado con un hombre. Ni siquiera me han tocado como me toco yo misma por la noche, cuando cierro los ojos y me sumerjo en la oleada de terciopelo de la fantasía y mis propios dedos rápidos. Y claro he tenido mis oportunidades. Los chicos me invitan a salir todo el tiempo. Demonios, con la cantidad de hombres Morelli rondando por ahí, he estado luchando contra ellos desde que cumplí quince años y llené mis sujetadores deportivos. Pero esperé, A Milo. Era el único al que amaba, el único con quién quería compartir esta parte de mí. sabía que, algún día, todo el caos de la mafia quedaría atrás y estaríamos juntos. Pero ahora ese día nunca llegará. Siento una punzada de ira. Porque, eso es otra cosa que Emiliano me quitó, cuando llevó a Milo a quitarse la vida. El futuro que podríamos haber compartido juntos. Toda mi espera ha sido en vano. Cruzo hacia mi bolso; el pequeño bolso de mano brillante de anoche fue lo único que Emiliano trajo conmigo. Estoy segura de que lo habrá registrado, pero me lo esperaba. Lo abro y con cuidado separo el forro de la costura para encontrar el bolsillo oculto. Dentro hay un colgante. Con un la foto de Milo dentro. Es una vieja tira de fotos; la tomamos en Coney Island, en una de las cabinas antiguas, escapando de la ciudad por un día para subir a las montañas rusas y comer caramelos de agua salada en la orilla. Fue un día perfecto. Miro su rostro tonto y sonriente, y siento que mi determinación se fortalece. Cueste lo que cueste, valdrá la pena vengar su muerte. Termino de vestirme y bajo las escaleras. El comedor esta oscuro y vacío, pero puedo ver luces y a algunos empleados afuera, así que los sigo hasta donde han preparado una hermosa mesa iluminada con velas al borde de los acantilados. Hay flores frescas, mantel de lino, cubiertos de plata… Con la luna sobre nuestras cabezas en una noche despejada y las oscuras olas rompiendo abajo, parece una escena romántica. Lástima que el efecto me deje indiferente. —¿Qué te parece? — La voz de Emiliano me hace girar. Se acerca, vestido con un traje, con la camisa desabrochada en el cuello. Conozco a cientos, si no miles, de mujeres que se desmayarían por un hombre guapo como este, organizando una cena romántica, pero no puedo fingir que soy una de ellas. —Se ve precioso— digo con voz tranquila, y tomo asiento. —¿Tratas a todas tus ganancias de juego así? — Emiliano se ríe. —Solo las más hermosas— dice, asintiendo para que el personal se vaya. Toma una botella. —¿Champán? — —Bien— Me encojo de hombros. Entonces recuerdo que no puedo estar malhumorada y ofendida por mucho tiempo. Emiliano podría perder el interés y pensar que soy demasiado pesimista. —Gracias— añado, dedicándole una sonrisa tímida. Me acerca la silla y luego nos sirve una copa a ambos. —¡Salud! — dice levantando la suya en un brindis por mí. —¿Por qué brindamos? — pregunto, —Por… nuevos conocidos inesperados— Emiliano sigue mirándome, como si estuviera evaluando mi estado de ánimo. Sonrió con ironía. —Inesperado es la palabra— digo, chocando mi copa con la suya y tomando un sorbo. —Cuando me fui de Estados Unidos, definitivamente no pensé que terminaría aquí. Contigo— Emiliano parece relajarse un poco. El camarero trae nuestro primer plato, una especie de tartar de ternera. Lo toco con el dedo, escéptica. —Toma, tienes que mezclarlo con la yema de huevo y el limón. Está delicioso— me asegura, y se inclina para prepararme el plato. —Gracias— digo, —No estoy acostumbrada a la comida sofisticada ni a la alta cocina— —¿No? — Emiliano parece sorprendido. —Lo habría pensado…Pero no importa. ¿Cómo terminaste con Nero? — Bajo la mirada. —De la misma manera que terminé contigo— digo en voz baja. —Mi padre solía decir: “De Guatemala a Guatepeor” Así han sido las últimas semanas para mi— Levanto la vista. efectivamente, Emiliano me mira fijamente, curioso. —Cuéntame más— He repasado mi historia falsa una docena de veces, y casi se siente natural mientras explico. —Crecí con mi padre. Teníamos una pequeña granja, y supongo que las cosas se pusieron difíciles, porque resulta que tenía una deuda con los Morelli. No lo supe hasta después de que falleció, y Nero apareció para quedarse con la granja. Me vió, y bueno… Me dejó quedarme con una tía mía los últimos años, hasta que cumplí veintiún años. Y entonces…Entonces vino a cobrar— Vuelvo a bajar la mirada, haciéndome la inocente. —¿Y lo hizo? — pregunta Emiliano, tomando un sorbo de champán. —¿Qué? — —Cobrar— Levanto los ojos de golpe ante la pregunta. —Yo…No sé a qué te refieres— —Creo que si— Los labios de Emiliano se curvan en una sonrisa cómplice. Me sonrojo, de verdad esta vez. Hay algo en la luz de las velas y el champán. Me siento expuesta. Como si las preguntas directas de Emiliano me estuvieran desnudando, justo delante de él. Niego con la cabeza. —Yo…se suponía que yo iba a ser su recompensa. Por ganarte en la partida de póker— digo. Y sé que mi recatada respuesta es la correcta, porque la sonrisa de Emiliano se ensanchaba. Por supuesto que sí. Ahora, no soy solo el juguete robado de Nero, sino el premio que ni siquiera su rival ha disfrutado todavía. —Interesante— es todo lo que dice, y luego cambia de tema. —Ah, el siguiente plato, Jacques prepara una langosta increíble; tienes que probarla para creerlo. Exhalo aliviada. —¿Y tú? — pregunto cuando estamos solos de nuevo. —¿Cuál es tu historia? — Lo miro con una sonrisa curiosa, y esta vez no estoy fingiendo. Quiero saber todo lo que pueda sobre este hombre. Y puede que no sepa mucho sobre los hombres, pero sí sé que les encanta hablar de sí mismos y que no pararan de hablar ante la menor provocación. Pero no Emiliano. Se encoge de hombros levemente. —Nada que contar— —Oh, vamos— lo animo. —No se consigue un lugar como este, ni jugar manos de póker de diez millones de dólares, sin un interesante viaje emocionante. Tienes algún tipo de empresa financiera, ¿verdad? — Asiente. Wilder Capital. Un fondo de cobertura— —¿Y eso significa…? — Suelto una risita. —Compramos empresas. Reestructuramos, reinventamos. Vendemos con ganancias— responde Emiliano con calma. Recuerdo que así fue como empezó su rivalidad con Nero. Emiliano intentó lanzar una adquisición hostil de Rosberg Cross, una empresa de joyería de lujo en la que Nero estaba involucrado. Nero lo hizo retroceder, y supongo que no fue por los canales legales habituales. Emiliano ha estado tratando de vengarse desde entonces, y hacer que Milo se viera envuelto en su partida de póker fue parte de ello. Para él, todos somos simples peones. —Supongo que eres bastante bueno en eso, a juzgar por todo esto— logro decir con voz melosa, tragándome mi resentimiento con otro trago de champán. —Me gusta ganar— dice Emiliano, mirándome fijamente. —A cualquier precio— —Me lo imaginaba. Ya sabes, por la partida de póker— añado. —Es un pasatiempo divertido— Emiliano se recuestar, realojándose. —Me ayuda a desabórame— —No sé, a mí me parece un poco estresante— suelto otra risita nerviosa. —O sea, ¿Cómo puedes relajarte con tanto dinero en juego? — —No dije nada de relajarse— responde Emiliano, con expresión divertida. —Disfruto de los grandes riesgos, de arriesgarme— —Y de hacer nuevos conocidos inesperados— bromeo. Sonríe. —Eso también— Es bueno esquivando preguntas, pero no importa. Tengo tiempo. Un mes entero, si de verdad hablaba enserio cuando le dijo a Nero en la partida. —¿Siempre quisiste montar tu propia empresa? — pregunto. Emiliano se estremece. Es un movimiento mínimo, un apretón de mandíbula, pero lo veo. Lo veo todo. —Mi padre fundó Wilder Capital— responde, brevemente. —La construyo desde cero— Lo sabía, pero no sabía cuál sería su reacción. Interesante. —Oh, eso debió ser agradable— sonrió radiante. —Un negocio familiar. ¿ustedes son muy unidos? — —Lo éramos— Otra respuesta cortante. —Murió cuando yo tenía dieciséis años— —¡Lo siento mucho! — exclamo, llevándome una mano al pecho. —Eso debió de ser terrible. Yo también extraño a mi papá— añado. —Todos los días— Emiliano me mira a los ojos, y me pregunto si vislumbro comprensión en ellos. luego, las persianas se cierran de golpe y se encoge de hombros. —Fue hace mucho tiempo. Historia antigua— —Y ahora estas continuando con su legado— añado con otra sonrisa alentadora. —Estoy segura de que estaría muy orgulloso de ti, al ver todo lo que has logrado— Emiliano suelta una risa aguda y amarga. —No, no lo estaría— Se bebe el resto del champán de un trago y se pone de pie. —Baila conmigo— ordena, extendiendo la mano. Parpadeo, sobresaltada. —Yo…Pero no hay música— Emiliano saca su teléfono y toca un par de veces. De repente, la música empieza a sonar a nuestro alrededor desde altavoces ocultos, incrustados en la piedra. —Baila conmigo— repite, con el rostro impasible y sé que no puedo negarme. Me pongo de pie y camino lentamente hacia él. Él toma una de mis manos en las suyas, y coloca la otra en la parte baja de mi espalda, atrayéndome hacia él como en los musicales antiguos que solía ver en la televisión. Inhalo con dificultad. Esta es la vez que más cerca he estado de él, nuestros cuerpos tocándose, con mis ojos a la altura de su pecho. Se mueve en silencio, con una gracia sorprendente. O tal vez no debería sorprenderme. Emiliano Wilder nunca hace nada mal. —Estás tensa— comenta en voz baja, y su aliento susurra, caliente contra mi frente. —¿Puedes culparme? — respondo sin pensar, y luego me maldigo a mí misma. Se supone que debo estar nerviosa e inocente, no llena de rabia hacia este hombre. Pero Emiliano solo se ríe entre dientes. —Relájate— dice, y de repente me da una vuelta, luego me vuelve a poner en sus brazos. Esta vez, tropiezo con ellos, aún más cerca que antes. Puedo sentir su pecho presionando contra mí, el latido bajo su corazón. La vena de su cuello latiendo suavemente, a centímetros de distancia. Podría abalanzarme sobre un cuchillo de carne y cortarle la garganta de lado a lado, justo aquí. clavárselo entre las costillas y en el corazón. Conozco el lugar… —¿En qué estás pensando? — La voz de Emiliano rompe mis fantasías empapadas de sangre. —Nada— suelto. —Solo…esto es agradable— Agradable Solo un tonto creería que podría pasar de estar furiosa a desmayarme en el espacio de una hora, pero tal vez Emiliano solo sea un hombre, porque me rodea con sus brazos, llevando uno a trazar lentos círculos en la nuca desnuda de mi cuello. Su tacto me estremece. Quiero retroceder, pero me obligo a no moverme. Simplemente me quedo allí, balanceándome en el círculo de hierro de su abrazo, mientras las yemas de sus dedos rozan mis hombros… mi cuello… la parte superior de mis brazos… Siento un escalofrió. Todo mi cuerpo se tensa. Me aparto. —¿Qué quieres de mí, de verdad— suelto de repente, con las mejillas sonrojadas? —Me trajiste aquí; he aceptado quedarme. Al menos se honesto conmigo— Emiliano me mira, su rostro sombreado por la luz de la luna. —Te dije que me gusta ganar— responde crípticamente —Estoy aburrido, pensé que serías una diversión entretenida, pero ahora…— —¿Ahora? — repito con un trago de saliva. —Ahora, sospecho que eres más interesante de lo que pareces— Los ojos de Emiliano me taladran. Suelto una risa nerviosa. —En realidad no— digo rápidamente. —Al contrario, señorita Jones— Emiliano inclina la cabeza, evaluando. —Leo a la gente bastante bien. Es lo que me hace imbatible en el póker. ¿y tú? todavía no has mostrado tus cartas— —¿Qué te hace pensar que te las voy a mostrar? — pregunto, arqueando una ceja. Emiliano da un paso atrás, sonriendo, —Y ahí está— dice, con tono satisfecho. —El gatito tiene garras— —No soy un gatito— pongo los ojos en blanco. —No, tú eres un pequeño Gorrión— concuerda Emiliano. Suspiro. Claramente, el hombre no está de humor para responder preguntas esta noche, y no pienso quedarme para que me las devuelva. Termino mi champán y le sonrió. —Es demasiado tarde para todas estas metáforas, y he tenido un día largo. Ya sabes, con el secuestro y todo eso— Emiliano se ríe de nuevo, divertido. —Buenas noches, Gorrión— —¿Puedes, por favor, no llamarme así? — pregunto. —Depende— sonríe Emiliano con picardía. —¿Me das un beso de buenas noches? — Hago una pausa. Me mira como si no esperara que aceptara el reto. Entrecierro los ojos. —Bien— Me pongo de puntillas y presiono mis labios rápidamente contra su mejilla. —Listo— digo, comenzando a alejarme. —Buenas noches— —No es suficiente— gruñe Emiliano, agarrándome de la muñeca. —Inténtalo de nuevo— Lo miro fijamente, sorprendida. Hay una mirada en sus ojos que nunca antes que había visto, y definitivamente no va dirigida a mí. Es ardiente, posesivo. Deseoso. —Yo…— Tartamudeo mi respuesta cuando Emiliano extiende la mano, me toma la cara con ambas manos y me besa. De verdad. En la boca, esta vez. Es suave. Apenas un susurro. No me lo esperaba: ni el beso, ni su dulzura. Estaba preparada para algo cruel y dominante, no para esta lenta y provocativa carica de su boca sobre la mía. Oh. Me balanceo contra él sorprendida, mis labios se separan un poco y más y lentamente introduce su lengua en mi boca. El beso se intensifica, Emiliano me acerca más, su lengua explora suave y minuciosamente mi boca dispuesta. Deja escapar un leve gemido de aprobación, y un escalofrió me recorre, algo caliente y dulce que parece filtrarse por mi torrente sanguíneo, acumulándose entre mis muslos como melaza. Como veneno. Me aparto bruscamente, estremecida hasta la médula. —Yo…Umm…— Suelto, con los ojos desorbitados. —Duerme. Lo necesitas. ¡Buena noches! — Me doy la vuelta y huyo hacia la casa. Emiliano no me detiene, pero no tiene por qué hacerlo. su tacto aún resuena en mi cuerpo, recordándome a cada paso lo peligroso que es. Y cuanto más despiadada necesito ser para derrotarlo.
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