Conocí a Gina también cenando un jueves tarde en el pequeño restaurante italiano que está a la vuelta de la esquina de mi apartamento. Al parecer, ambas trabajamos hasta tarde y luego nos pusimos a charlar, ya que ella tenía la mesa de al lado. La invité a salir la noche siguiente.
A la misma hora de la noche siguiente, los grandes pechos de Gina se agitaban en el aire sobre mi cuerpo mientras me cabalgaba con total desenfreno. Si no me equivoqué, le había dado cuatro orgasmos en nuestros preliminares, y ella había tenido dos más desde que empezamos a follar. Ella también sabía cómo correrse. Decía que era mucho mejor con una polla grande dentro. Estaba sudorosa, pero yo también. El buen sexo es duro.
Tomé cada uno de sus pezones erectos con mis manos, pellizcándolos entre el pulgar y el índice. Al parecer, los retorcí justo en el punto justo.
Gina gimió mientras todo su cuerpo se sacudían. - ¡Oh, joder!... ¡Me corro otra vez!- Su cabello oscuro le enmarcaba el rostro mientras el orgasmo recorría su ardiente cuerpo desnudo y se quedó paralizada al alcanzar su máximo placer. Podía sentir su aleteo vaginal alrededor de mi pene, incluso mientras seguía con mis empujones a buen ritmo hacia arriba, dentro de su cuerpo. Menos mal que el colchón de mi cama era algo rígido; si no, me hundiría en él y no habría acción.
Al terminar su orgasmo, Gina empezó a montarme de nuevo, bajando su coño mojado hasta el fondo de mi m*****o hasta que no me quedó nada que ofrecerle, y eso era mucho decir. Más de una amiga me había dicho que estaba bien dotado.
Al final, no pude contenerme. Le advertí de mi inminente orgasmo y ella se animó. Mi primera y potente descarga de semen en su cuerpo esa noche la llevó a otra palpitante erección. Me preocupaba que se corriera de mi cuerpo debido a la intensidad que sentía.
Gina se dejó caer en mis brazos, con mi pene aún dentro de mi cita del viernes por la noche. Sus labios se apretaron contra los míos con pura pasión. Le susurré: «Espero que puedas pasar el fin de semana conmigo. Podemos divertirnos mucho más».
Pareció reírse entre dientes mientras apoyaba la cabeza en mi pecho. - ¿Intentas matarme, verdad?- Ambos jadeábamos, pero reímos.
-Simplemente nos hace felices a ambos. Eres feliz, ¿verdad?-
Gina se apartó un poco y me besó, hundiendo su lengua profundamente en mi boca. - Eres el mejor polvo que he tenido, y lo sabes, porque te lo dije antes, que he sido un poco guarrilla desde el instituto, así que lo digo en serio. Llevas el sexo y los preliminares a otro nivel. Ah, y sí, me quedaré aquí hasta el lunes por la mañana... si sobrevivo tanto.-
Sentía que me halagaban el ego, pero me aseguré de distanciarme de esos sentimientos egoístas y de mantener cierta objetividad en lo que hacía: disfrutar de otro fin de semana intensamente s****l y placentero con una chica guapísima. Incluso pensé en romper mi nueva regla de los dos meses y programar otra cita con más de un mes de antelación.
* * * * *
Taylor se rió mientras yo llegaba al trabajo a rastras un poco tarde el lunes. Gina y yo habíamos estado follando hasta las tres de la madrugada, y luego me la chupó antes de que saliéramos de mi piso solo unos minutos antes. Estaba agotado, pero maravillosamente saciado.
Ella preguntó. - ¿Alguna vez sales con la misma chica dos veces?-
Expliqué sobre la “Regla de un mes” y cómo se ampliaría a dos meses.
Ella bromeó. - ¿Alguna vez fracasas en tus misiones?-
Negué con la cabeza. Claro que me derribaban, pero no muy a menudo.
Taylor me re prendió. - Bueno, será mejor que te pongas en forma esta mañana. Harrison estuvo aquí hace diez minutos buscándote. Le mentí y le dije que volverías enseguida, como si hubieras ido al baño. Te dejó seis nuevas carpetas de objetivos para que las investigaras. Le aseguré que las tendrías listas antes de que terminara el día, y eso además de tu carga de trabajo habitual. -
Gruñí, pero le quité las carpetas manila. Esperaba que todas estas personas tuvieran pistas bien definidas que seguir en internet. No quería encontrar nada sospechoso. Mi trabajo consistía en investigar los antecedentes de los ejecutivos que cambiaban de trabajo; básicamente, investigarlos y comparar lo que le decían a la empresa contratante con lo que realmente ocurría, y también señalar cualquier aspecto de su vida personal que pudiera ser una vergüenza o una advertencia sobre su futuro rendimiento. Más de la mitad de las personas a las que investigué mintieron sobre cosas sin importancia. Algunos dijeron mentiras descomunales.
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El martes por la noche, al salir del trabajo, volví a coquetear con Mónica, la guapa recepcionista de la planta baja del edificio donde trabajaba. Iba de camino a casa para cambiarme para una cena a mitad de semana con Carolina. Apenas me había recuperado de Gina, pero necesitaba algo de sexo y no había visto a Carolina en más de un mes.
Mónica bromeó cuando me detuve a saludarla. - ¿Cuándo vas a salir conmigo? Sabes que haré que valga la pena. Después de todas las bromas que hemos hecho, te aseguro que soy una apuesta segura. Me gustas. -
Bromee. - ¿Seguro que quieres hacer eso? Sigo asegurándome de no tener apegos firmes en mis relaciones. - Hablaba en serio, no quería simplemente molestarla ni aprovecharme de ella. Ya lo había hecho con otras y me arrepentía. Ahora, intentaba asegurarme de que mis citas y yo estuviéramos en sintonía y tuviéramos los mismos objetivos: sobre todo divertirnos y pasarlo en grande.
Mónica sonrió feliz y asintió. - Sé en qué me estoy metiendo contigo. Sé en qué quiero que te metas conmigo.- Soltó una risita.
Llevé mi celular, miré el calendario y dije. - El próximo viernes. Te recogeré para cenar o lo que sea, quizás en mi casa. Planeo quedarme el fin de semana. -
Mónica fingió un desmayo. - Me alegraste la semana. -
Dos horas después, estaba penetrando con cuidado, pero lentamente, el maravilloso y estrecho coño de Carolina. Era nuestra segunda cita real desde que nos conocimos en un club hacía más de dos meses. Había estado gimiendo casi sin parar desde que la llevé a mi apartamento y a mi habitación. Era muy receptiva a los preliminares, o al menos a mi estilo.
Durante la cena, admití que estaba bastante excitado, y ella también lo hizo después de mi confesión. También admitimos que aún no estábamos listos para nada formal. Con eso me bastó. Aceleré a fondo. Sexo sin compromiso.
Estábamos ambos desnudos; y mi cara estaba cubierta de sus fluidos, al menos lo que no se había lamido. No le importaba su propio sabor. Además, ya tenía una de mis eyaculaciones en su estómago tras demostrarme sus increíbles habilidades para las mamadas, incluyendo una demostración de su capacidad para hacer garganta profunda.
Carolina gimió. - Oh, Dios, esta se perfila como la mejor noche de mi vida. -
Acabo de besarla con lengua otra vez, un punto que la sorprendió ya que el sabor de mi semen aún estaba en sus fauces.
Carolina era una esbelta rubia escandinava sin pechos grandes. Creo que se habían inventado chistes sobre rubias para describir parte de su comportamiento. Lo que le faltaba arriba, lo compensaba con un profundo conocimiento del arte de follar. Al igual que yo, había estudiado el Kuma Sutra y leído una versión inglesa varias veces. La postura en la que estábamos había sido cuidadosamente diseñada por ella para proporcionarme mucho placer sin llevarme al límite demasiado rápido. Además, me permitía acariciar partes importantes de su cuerpo mientras movíamos nuestras partes juntas.