Mientras trataba de calmar mi mente, para ver si podía relajarme un poco, dejar la tensión que sentía, divagaba en mi mente como una advertencia, Fabio, mi esposo. La culpa me invadía al recordarlo. Viajaba incesantemente a aquellos tiempos cuando lo conocí. Jamás había pasado por mi mente, que un hombre tan guapo, elegante, atractivo, millonario y deseado además por todas las mujeres que lo rodeaban, fuera a fijarse en mí. Y no solo eso, sino que también decidió llevarme al altar, haciéndome su esposa, cosa que sorprendió a los más cercanos a él, ya que, según ellos, él no pretendía formalizarse. Amaba su vida de soltero. Hasta que me vio aquella noche en el bar de la discoteca donde trabajaba mi amigo Luis. Estaba rodeado de amigos, entre ella una rubia de piernas y cuello largo que lu

