Conquistado

1317 Words
Fabio La vi salir, intentando abrirse paso entre tantas personas que la rodeaban. Mirando hacia todas partes. Como si estuviera perdida o acabara de aparecer en otro mundo, y necesitara unos segundos para adaptarse a ello. Pero eso era algo normal en ella. Una característica propia de ella que me había enamorado desde el primer momento en que la vi, y que estaba seguro de que moriría con ella. Pero por el tiempo que teníamos juntos y lo memorable que había sido nuestra unión, teníamos nuestro propio lenguaje corporal. habíamos aprendido a comunicarnos sin necesidad de palabras. Así que cuando me vio y nos miramos lo supe inmediatamente. _ Fabio. _ Dijo en un sonido apenas audible y luego, corrió la corta distancia que nos separaba y me abrazó. Pude sentir no solo como latía su corazón, si no también, por primera vez en mucho tiempo, que aquel abrazo estaba vacío. Como si hubiera un espacio entre nosotros a pesar de que nos estábamos abrazando. Tan pronto como pude, reaccioné. Levanté mis brazos y la abracé también _ Te extrañé Chiquita. _ Le dije mientras la apreté como pude. Porque sentía que las fuerzas me habían abandonado. Ella me apartó y me miró nuevamente. _ También te extrañé. _ Me dijo. _ Cómo estás? _ Ah… sto bene. _ Vacilé por un momento _ Sí. Sto bene amore. Ahora que ya estás de vuelta estaré mejor. _ Acaricié su hermoso rostro, sin dejar de mirarla. Analizando, si debía preguntar o no. Pero decidí dejarlo así. Por ahora. Necesitaba tener certeza. _ Andiamo. _ Le dije _ Massimo nos espera. _ tomé su maleta y ella el bolso de mano. Caminamos juntos uno al lado del otro. Mi corazón, latía lento. Parecía como si un puño estuviera apretándolo para que dejara de latir. Y lo estaba logrando poco a poco. Saludó a Massimo y nos sentamos juntos en el asiento trasero del auto. Tomé su mano y recliné mi espalda al asiento. Sentía de repente como si hubiese envejecido unos 10 años más. Sabía que la estaba perdiendo. Y lo peor era, que esta vez no podía hacer nada al respecto. Tenía que dejarla ir. “Maldita enfermad. “ Me hacía sentir impotente, sin salida. Sin remedio. Su mirada estaba perdida. Como mirando sus pensamientos y no el paisaje y las cosas que la rodeaban. Apreté su mano para que me mirara. No pudo sostener mi mirada ni por cinco segundos. Me llevó al tiempo cuando la conocí. La vergüenza no le permitía mirarme a los ojos, porque yo le gustaba. ¿Ahora por qué lo hacía? Volví a recostar mi cabeza. Estaba sentado en la zona VIP del club Half Moon. Compartiendo con amigos que apenas ni conocía. Y por supuesto, no podía faltar una mujer para que la noche fuera perfecta. Sin embargo, mi chiquita, era la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida. La perfecta combinación del blanco y el n***o de su piel dorada, me hacían darle gracias al cielo y a sus padres, por haberla creado para mí. Cuando la vi por primera vez aquella noche en el club, me dio la ligera impresión de una gacela perdida en medio de la ciudad. Perdida, salvaje, asustada, inocente. Se veía a simple vista que estaba fuera de lugar, que no pertenecía a aquel ambiente. Noté de repente que no había sido yo el único en darse cuenta de su presencia. Todos la miraban como lobos acechando su presa. Y sentí un ardor en mi pecho. Deseo de protegerla de aquellos depredadores. Como un miedo irreconocible para mí. Pero lo ignoré, trayendo a mi mente la idea de que se trataba solamente de ganar. Porque la maldita arrogancia que me acompañaba para aquellos tiempos no me permitía perder. Al menos en cuanto a lo que de mujeres se trataba. Comencé a idear un plan inmediatamente para acercarme a ella, antes que cualquier otro. A pesar de que mirándola bien parecía apenas una chiquilla. Muy joven tal vez. Pensé. Pero no creo que podría estar en este lugar si no tuviera la edad requerida. Eso tendría que averiguarlo primero. Porque si estaba allí, era seguro, según yo, de que estaba buscando pasar una noche con algún turista para ganar algunos euros. Al menos era lo que se estilaba por aquellos lugares. Y aunque yo no tenía necesidad de pagar para llevarlas conmigo, no me importaba. El dinero no era un problema. Le daría lo que fuera que me pidiera, si resultaba no ser una menor. Y aunque estaba seguro de que tenía al menos unos 15 o 20 años menos que yo, quería hacerla mía, antes que otros, aunque eso me costara algunos euros. Después, podía ser de cualquiera. Eso sería todo. O así lo había calculado yo. La vi sentarse en el bar y sin pensarlo más me levanté y fui yo mismo a pedir unas bebidas. No me atreví a ir directo a ella, porque ni siquiera me miró. Pero mi sorpresa fue cuando le pregunté al barman _ Es mi amiga. La invité porque nunca sale y siempre está en la universidad. Como vino este fin de semana le dije que podía pasar a beber algo. _ Me respondió Luis, a quien ya conocía hacía un tiempo y que consideraba un amigo. _ Puedes llevarle esta bebida de mi parte por favor? Así comenzó todo. Pero ella no me la dejó nada fácil. Nunca había sido rechazado por una mujer. Yo ni siquiera tenía que ir por ellas. Ellas venían a mí. Pero mi chiquita, me hizo ir detrás de ella por toda una semana. Aquella noche me rechazó por la rubia de piernas largas, como solía llamar a la chica que estaba conmigo. Pero yo no pude ni siquiera llevar a la cama a la rubia de piernas largas aquella noche. Rechacé todo y a todos, después que ella se fue. Se me había metido en la cabeza aquella morena. Casi sin poder dormir fui a buscarla hasta su casa al siguiente día. No había quedado en buenos términos delante ella y no entendía por qué, pero quería arreglarlo de algún modo. O tal vez fue una mala buena pasada del destino, de llevarme a hacer una acción que antes de ella jamás me habría interesado llevar a cabo. Pasada por la que, hasta hoy, casi 20 años después, aún sigo dando gracias a quien sea el autor de lo que vivimos aquí en esta dimensión terrenal. Ir a buscarla. Tenía que volver a verla. Conquistarla. Intenté por muy poco, el no hacerlo porque ya sabía que había una diferencia de 22 años entre nosotros, lo cual no era poco. Pero no podía sacarla de mi mente. Así que me dije que al menos la tendría por una vez. Insistí y no desmayé hasta que aceptó salir conmigo. Cancelé todos los compromisos que tenía y retrasé mi regreso a Italia para estar con ella. Estaba decidido a conquistarla. Porque después de haber salido a comer un par de veces, descubrí que no era solo fachada. A pesar de su timidez, de su inexperiencia, de su corta a edad, era una mujer inteligente, divertida, desinteresada. Que ignoraba su belleza y su sensualidad. Sin darme cuenta se había colado por mis ojos y estaba invadiendo mi corazón. Y aunque ya llevaba toda una semana cortejándola, riéndome de su reacción asombrada ante mis relatos y yo absorbiendo cada gesto, cada movimiento de ella en cada conversación, no me había dado cuenta de que era yo quien había sido conquistado. Cada día la lleva a su casa después de terminada la noche. Entre risas y carcajadas, sentía como se me oprimía el corazón cuando, dejándome un beso en la mejilla, y un gracias por una noche tan linda, la veía perderse detrás de aquella puerta. Pero aquella noche… bebió una copa de más.
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