Quiero probarte

1924 Words
Mi boca volvió a quedarse seca y mi cuerpo comenzó otra vez a tremar desde adentro. Pero si había hecho eso, significaba que había decidido quedarse conmigo. Así que no dejaría pasar este momento preguntándole si estaba segura de su decisión. Era bien delgada, pero tenía una hermosa figura. Sus curvas eran de infarto. Su trasero no era grande pero bien moldeado y lo suficientemente llenos para su figura. Sus caderas no eran las más anchas que había visto pero pasan perfecto con sus perfectas curvas. Y estaba seguro, de que sus pequeños pechos cabrían en una mano mía, pero extrañamente, y contrario a los grandes que siempre había preferido, los vi hermosos, estaban llenos y apetecibles. Sus piernas no eran largas pero redondas y firmes. No era a lo que estaba acostumbrado eso era cierto. Pero misteriosamente me traía como hechizado. Volví a tomarla en mis brazos y la besé. Fue un beso fuerte y desesperado por la euforia que me invadió al ver que había elegido quedarse. _ No te vas a ir? _ No podía controlar ni mi cuerpo, ni mi boca. Las palabras salían de mí, en un susurro, como expulsadas por un ser dentro de mí, mientras besaba el lóbulo de su oreja. _ Vas a quedarte conmigo? ¿Dime que sí por favor? _ Sí. yo... voy… voy a quedarme. _ volví a besar su boca. Sabía que no tenía mucha experiencia, por su forma de besar. Pero ya me gustaba besarla. Morder sus labios carnosos. Unir mi lengua a la de ella y dejarlas jugar como no lo había hecho nunca, nunca, nunca, en mis 42 años con ninguna otra mujer. Confundir el sabor de su boca con el mío, su aliento con el mío. Extrañamente para mí, no quería tener sexo con ella. Quería hacerle el amor, pero no quería ser rudo, como había sido con otras. Que, aunque me aseguraba de darles placer, y de que se sintieran plenamente bien, disfrutaba siendo duro con ellas. Así que como la sentí un poco tensa y con miedo, decidí controlarme un poco y bajé la intensidad que llevaba, también para que no se asustara y pudiera disfrutarlo. _ Perdóname chiquita. _ Acaricié su cara. _ Es que te deseo tanto que pierdo el control. _ Entonces tomé control de alguna manera. Sabía que ya no se iría. Suavemente la besé y la fui explorando poco a poco con mis labios, por su cuello. Mordiendo con suavidad, besando, lamiendo y…, tratando de no sobrepasar el límite debido a lo excitado que ya estaba. Fui bajando hasta encontrar sus pechos y me regaló un dulce y profundo gemido cuando pasé mi lengua suave por la punta de uno de ellos. Lo hice con ambos. Lentamente. Primero con uno y luego con el otro. Torturándola para poder sentir y disfrutar el dulzor, el placer que me causaban sus gemidos. Sentí como quedó sin respiración y su voz se confundió con un sonido ininteligible, al querer decir algo, cuando introduje uno de sus hermosos y apetecibles botones dentro de mi boca y succioné. Tuve que tomarla fuerte para no dejarla caer, porque había perdido las fuerzas al contacto de mi boca con sus deliciosos pechos. Así que lentamente la llevé a la cama. La senté sin dejar de besarla. Luego poco a poco la fui llevando hacia atrás hasta que quedó debajo de mí. Sus manos acariciaban mi cabeza desesperada, mientras jugaba con sus pechos y una de mis manos se hizo camino hasta su parte más íntima. Otro espasmo la sacudió cuando apreté su rosa entre dos de mis dedos. Rápidamente apretó las piernas. abrió los ojos como avergonzada y una de sus manos paralizó la mía. _ Qué haces? _ me dijo en una voz suave e Intentó sacar mi mano del lugar. _ No te gusta? _ Le pregunté, mirándola y sin hacer caso de su mandato. _ Ah… sí… pero… _ ¿Entonces solo déjate llevar, quieres? No te haré daño. _ Volví a besarla mientras ella seguía con las piernas apretadas y la mano aún sobre la mía. Poco a poco entre besos y caricias sentí como se iba relajando e iba quitando presión. Entonces me fui un paso más adelante. Le separé un poco las piernas e introduje uno de mis dedos dentro de ella para sentir su humedad. Y valla sorpresa que me llevé. Estaba tan húmeda, que me enloqueció, al punto de querer oler y saborear con mi boca aquel líquido gelatinoso. Saqué mi dedo y lo olí primero. No sé porque me parecía a gloria, aunque no despedía ningún olor. Pero disfruté oliéndolo y Luego llevando mi dedo a mi boca y lo introduje chupándolo mientras ella me miraba asombrada y avergonzada. Tuve intención de besarla. Pero no lo hice porque sabía que no estaba acostumbrada a esas cosas. No quería asustarla. Así que volví a apoderarme de unos de sus pechos mientras jugaba otra vez con mi dedo dentro de ella y rosando en su punto débil. Fui bajando y bajando hasta llegar con mi boca a donde estaba mi mano. Le di un beso allí y sus gemidos volvieron a pararse de golpe. Tomó mi cabeza a portándome de ella. _ Qué haces Favio? _ Me dijo con pánico en la voz. Yo la miré. _ Déjame saborearte chiquita. Lo necesito. _ Ello me decía que no repetidamente con la cabeza, mientras me veía avergonzada. _ No, no por favor, no lo hagas. Eso no. _ Por qué? Nunca te lo han hecho.? _ No… es que… _ Su repuesta me dejó un poco confundido. _ No… has tenido… sexo… nunca? _ Sí, claro que sí. _ Dijo un poco desesperada. _ Pero... creo que no me gusta que me hagan… eso… con...la boca. _ Pero si no te lo han hecho; ¿cómo sabes que no te gusta? _ Le pregunté. _ Es que es ... precisamente eso. Me lo han hecho y no me ha gustado. Por eso. _ Aquello me pareció un poco raro. ¿A qué mujer no le gustaba aquello? Y como me pareció raro no me dí por vencido. _ Escucha chiquita; te propongo algo. Tú déjame hacerlo. Si te gusta lo disfrutas y si resulta que no te gusta, entonces no te lo pediré más, quieres.? _ Ella estaba todavía un poco indecisa, apenada. _ ¿Por favor pruébalo, quieres? Déjame hacértelo por favor. Quiero probarte. Se que va a gustarte. Tú solo cierra los ojos si quieres y relájate, amor. ¿Sí? _ Tenía un dedo en la boca mordiendo la uña, señal de nervio o vergüenza. Pero me dijo que sí con un solo movimiento de la cabeza. Pude sentir la tensión que tenía cuando la toqué. Pero estaba decidido a probarla. La abrí dejándola al descubierto solo para mí. La miré y vi que se había tapado la cara con las manos. Me sonreí y negué con la cabeza, al ver su reacción tan infantil. Abrí mi boca y la cerré al llegar al pétalo de su flor. Ella aguantó la respiración al sentir el contacto de mi boca. Y a medida que fui jugando, chupando, besando, lamiendo, succionando, sentía que ella se iba relajando. Introduje mi lengua dentro de ella al sentir que sus líquidos volvían a fluir. Sin dejar de mirarla para contemplar su reacción, jugué con ella entrando y saliendo, pasando por su pétalo y chupando a mi antojo. Vi como sus manos cayeron cada una a su lado. Y se cerraban en puño apretando la cubierta en la cama. Mordía sus labios evitando dejar escapar los gemidos que la ahogaban por el placer que estaba a punto de hacerla explotar. Yo ya no podía seguir así. Era ya demasiado para mí. Quería penetrarla y hacerla mía. Pero lo estaba disfrutando tanto que tampoco quería soltarla todavía. Quería seguir viendo cómo se revolcaba desesperada. Dejó escapar al fin un gemido y me separé de ella. Era el momento, pensé. _ No quieres que siga? ¿No te gusta? _ Le pregunté sonriendo, retándola a decir que no le gustaba, que no quería que continuara. Seguro de que ya no querría que parara. De repente me miró enloquecida de placer. _ No. No Por favor no pares. No sé qué me estás haciendo, pero me gusta. Me gusta mucho Favio. Quiero sentirlo por favor. _ No tardé en complacerla. Volví a bajar mi cabeza a su flor. Y no tardó en comenzar a mover sus caderas en un exótico movimiento de va y ven que me hizo entender que estaba a punto de estallar, mientras apoyada en sus codos ahora, quedaba medio sentada, contemplando lo que le estaba haciendo, mirándome a los ojos y repetía apasionadamente y con voz llorosa, cosas como: _ “No pares amor por favor. Me gusta. SÍ. Me gusta mucho Fabio. No lo conocía. Esto no... ¿Qué me estás haciendo dime?? No sabía que… esto... era tan rico así…. Yo... “_ su grito de placer me enloqueció. Cayó hacia atrás tendida en la cama por la fuerza de aquel clímax. Su cuerpo se arqueó y sus manos volvieron a cerrarse fuertemente con la cubierta de la cama. Desesperado sin poder aguantar un segundo más, abrí instintivamente la gaveta en la mesita de noche, que estaba muy cerca de mí, sacando un preservativo, aún succionando en su delicado pétalo. Lo abrí y por los nervios, no logré ponerlo de una vez, sin mirar lo que hacía. Insistí hasta que por fin lo logré y subí rápidamente sobre ella, cuando vi que había terminado. Separé sus piernas y entré dentro de ella desesperado de una sola vez. Y joder que me volvió más loco al sentir como sus paredes envolvían mi abultado m*****o, que palpitaba a punto de explotar. Un profundo gemido salió de mi alma, provocado por el placer, dejando mi boca abierta y mis ojos desorbitados por lo hermoso de aquella experiencia que tuve al entrar dentro de aquella caliente y apretada v****a. Tuve que controlarme para no terminar ahí mismo de una vez. Ella también desprendió un grito sordo y abrió los ojos buscando también mi mirada. Se acomodo un poco debajo de mí, por algún motivo. Pero yo le decía que no con la cabeza para que no se moviera, porque no podía decirle con palabras, que, si volvía a mover otra vez así, no podría resistirlo. Pero lo muy necia no me entendió y volvió a hacerlo. Así que no pude más y, sin más, así sin ningún esfuerzo, sentí el placer desbordarse desde mi interior al interior de ella. Grité desesperando por lo profundo y ardiente y de aquel clímax tan intenso. Me moví dentro de ella tratando de encontrar espacio deseando quedarme ahí para siempre. Fue diferente sin lugar a duda. Caí rendido sobre ella por unos minutos. Memorizaba cada momento que habíamos vivido, como para no atreverme a olvidar ni un solo detalle. Mientras volvía a la normalidad. Saboreé sus jugos. Los bebí con placer irreconocible para mí a pesar de mi edad y de mis largos años de experiencia s****l. Lo disfruté. Oh sí.! Lo disfruté tanto. Y mucho más al verla llegar con asombro al clímax. Sabía por la experiencia, por su forma de actuar y hasta porque lo expresó en medio de la locura del placer, que mi chiquita, había tenido sexo, sí. Pero estaba cien por ciento seguro, de que yo había sido el primero que le había regalado un orgasmo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD