Perdoname hada querida

1883 Words
El siempre insistía. Y esperaba que lo hiciera otra vez. ¿Por qué no lo hizo esta vez? Me quedé allí viendo cómo se iba, esperando que se volviera de un momento a otro con uno de esos arrebatos posesivos de él. ¿Es que acaso no se había dado cuenta que amo esos arrebatos locos de él? Mis lágrimas vuelven a desnudarme cuando veo que se volvió para mirarme y no dijo nada. Comenzaba a desesperarme y a temblar del miedo y la tristeza. Quería gritarle que no me hiciera caso. ¡Qué no se fuera! Pero Johny me tomó de la mano. _ Bueno creo que debemos regresar a la fiesta. Nos esperan. No llores más. Has llorado demasiado en estos días. Ya vas a ver cómo nos vamos a divertir y olvidarás todo. Lo verás. No sé qué sucedió en ese momento. Pensaba que tal vez era algún tipo de encantamiento. Que tal vez sí había por ahí escondida, algún hada madrina que cumplió de repente mis mayores deseos desde que comencé en la adolescencia. De pronto todos querían bailar conmigo y hablar conmigo. Todos buscaban mi atención. No me gustaba bailar porque no sabía hacerlo por tanto me negaba cada vez, pero, aun así, comenzaban a conversar y me parecía divertido y extraño que fuera yo el centro de atención por primera vez. Se sentía bien en realidad. Siempre quise vivir eso. Pero… perdóname Hada querida. Mis deseos habían cambiado.! Lo que deseaba en este mismo momento, por más que reía y pareciera divertido, era irme corriendo a un lugar solo y apartado. Donde pudiera desahogar este nudo en mi garganta. No podía borrar el recuerdo de su mirada. Me pareció fría y sin emoción alguna. Y luego se fue. Así no más sin decir nada. Quería llorar y llorar para ver si conseguía liberarme de esta tristeza que me hacía temblar todo el cuerpo. Quería irme a casa o hasta ir a buscarlo y arriesgarme y que fuera lo que Dios quiera. Pero no podía. Le dije a Johny que iría al baño. Y es cierto que estuve allí solo que al ver que era ya bastante tarde decidí irme al dormitorio. Me quedaría esta noche aquí. No creía que Anny estuviera por aquí, ya que no la había visto desde que Fabio vino. Sin quitarme la ropa me tiré en la cama. Como no conciliaba el sueño, decidí irme a casa. Tal vez Fabio estuviera allí todavía. Y sin pensarlo más me fui. No me pareció extraño que estuvieran algunos vecinos todavía debajo del árbol. A los que saludé y seguí sin decir, nada más, que el saludo. Pero sí lo fue, que las mecedoras, que teníamos como únicos asientos en casa, estuvieran fuera en el portal. Vacilé por un momento, pensando en por qué las habrían dejado a fuera. En si debía entrarlas o no. En casa dormían, pensé, porque dentro todo estaba oscuro. Y como no sabía qué hacer, decidí entrar a ver qué pasaba. El asombro fue grande cuando al encender la luz veo todo completamente cambiado. “¿Qué pasó aquí? ¿Me voy dos días y todo ha cambiado? ¿Cómo pasó esto? ¿De dónde salieron esos hermosos asientos?” Un hermoso sofá recto, de tres asientos, con tapizado natural, de color borgoña, y dos sillones a juego, que no pasaban para nada con el resto de la casa; y una televisión grande. Caminé hacia el comedor al ver que había también un refrigerador. A medida que miraba me encontraba con cosas que hace unos días no pensé ver jamás en mi casa. Y me preguntaba sin sospecha alguna, de dónde habían venido todas esas cosas, hasta que entré a mi habitación. Mi cama y mi armario improvisado habían desaparecido. Un hermoso juego de cuarto, completo, de madera de caoba, ocupaban ahora el pequeño espacio que era mi habitación. Antes me parecía grande. Ahora me doy cuenta, que era porque estaba prácticamente vacío. Miré la hermosa y ahora grande cama, y pasé una mano sobre el colchón para sentir con el tacto si se sentía tan bien como se veía. Entonces me llamó la atención una caja de regalos que estaba sobre la cómoda, que era también hermosa, con su estilo colonial, y que tenía un espejo grande incrustado en madera. Fui hasta ella, tomé la caja y la llevé hasta la cama donde me senté. Al abrir la caja, caí en cuenta. Fabio. Solo él podía ser el autor de todo esto. Cómo no lo había pensado antes.?. Pero era obvio que solo pudo ser él. Dentro de la caja, había un portátil, un teléfono celular, y una tarjeta de banco. La solté inmediatamente dentro de la caja y a la misma la dejé sobre la cama. Con los ojos empañados por las lágrimas, miré y vi que el armario también tenía grandes espejos en las puertas de correderas. Quité las lágrimas que estaban a punto de correr con el dorso de mi mano, me paré, y fui hasta el armario. Lo abrí y quedé atónita. La maleta y la ropa de Fabio estaban guardadas ahí dentro. Lavadas, planchadas y pulcramente acomodadas. Su colonia, despidió su aroma al abrir. Sus cosas personales estaban allí. Su espuma y su máquina de afeitar. Su desodorante y su peine… mientras observaba sus cosas, mis pensamientos me llevaron al recuerdo de un día de esos en el hotel. Estaba viéndolo en el baño, mientras se arreglaba después de la ducha. Como se untaba la espuma para afeitarse y venía a mí para besarme mientras esperaba que la espuma remojara un poco los vellos de su barba… _ ¿Qué haces chiquita? _ Me preguntó y me dio un besito. Luego me limpia con la mano donde dejó rastros de la espuma en mi rostro. Se vuelve y se pone el desodorante. Desnudo y sin vergüenzas. Así como algo tan natural para él, frente a mí y al espejo. _ Te gusta lo que ves? _ Me habla mirándome por el espejo, al ver que no podía quitar mis ojos de él. Me avergüenzo y bajo la mirada. Él se ríe de mí negando con la cabeza, por mi reacción. Tomó otro de esos pomos que tenía con olores deliciosos, pone un poco en sus manos y lo unta donde se afeitó, dejando un agradable olor a hombre macho y dominante en el ambiente, que daban deseos de ser poseída por él, en ese mismo lugar y en ese mismo momento. Se estaba secando el mentón con una toalla, y como si pudiera adivinar mis pensamientos, se queda quieto, deteniendo en momento y lugar sus acciones, aún con la toalla tapando el mentón, y me mira fijo a través del espejo. Tira de repente la toalla a un lado y vuelve su mirada dura y profunda a mí. Me observa por unos segundos. Yo muerdo mi labio al sentir la humedad en mi parte íntima, por la excitación que sentía, solo de tener esa mirada, dura y dominante, pero apasionada sobre mí, y a su entre pierna avivándose poco a poco bajo mi mirada. Veo como el cartílago sobresaliente en su garganta sube y baja con dificultad bajo el escrutinio de mi mirada. Acto seguido se acerca a mí en dos pasos y me levanta con fuerza y decisión. Yo entrelazo mis piernas a través de su cintura y me apoya contra la pared, _ ¿Qué haces conmigo chiquita? _ me decía mientras accedía a mí, de una, y sin más. Duro y desesperado… _ El mismo ordenó sus cosas ahí. _ salté del susto que me di al escuchar la voz inesperada de mi madre detrás de mí. _ ¡Ah, mamá! ¿No puedes avisar primero? ¿Quieres matarme de un susto? _ Le dije esquivando pronto su mirada, por miedo a que descubriera los recuerdos que ocupaban mis pensamientos en ese momento. _ Lo has visto? _ La miré por un momento. Sabía que se refería a Fabio. Bajé la mirada _Sí. _ Si no está aquí, significa que no están juntos. _ Madre… _ le dije apretando fuerte los ojos y las manos a los lados de la cabeza, intentando quitar de mi mente los pensamientos, de mi madre, ahora pidiéndome explicaciones y seguramente queriendo aconsejarme, respecto a mis cosas con Fabio. ¡Oh no! Por favor. Eso no. _ yo prefiero no hablar de eso ahora. Por favor. _ ¿Has visto todo lo que ha comprado? _ No entiendo como accediste madre. Debiste negarte. _ Y lo hice. Pero él insistió y … _ La miré. Porque sospechaba lo próximo que iba a decir. _ ...lo necesitábamos. Creo que fue un gesto amable de su parte, el querer ayudarnos. _ no podía creerlo a pesar de que sabía lo que iba a decir. Negué con la cabeza, rindiéndome ante sus argumentos. Pero Fabio ya no quería saber probablemente más de mí. Qué si quería sus cosas de vuelta.? _ Está bien mamá. Perdóname, pero quiero dormir. Estoy cansada. _ No quería ni pensar más en ello. Cuando salió, fui al armario y tomé uno de los tshirt blanco de él y me lo puse para dormir. Decidí antes de quedarme dormida que iría a buscarlo al amanecer. Tenía que devolverle su regalo. Y lo hice. No tenía dinero para taxi, así que tomé el bus. El hotel era un complejo de bungalow con bares, piscinas, clubs y distintos tipos de atracciones. Fui directo a su habitación y toqué a la puerta. Estrujaba mis manos para liberar los nervios. No quería que me viera así. Esperé y volví a tocar, tal vez estaba en la ducha. Pero pasado un tiempo nadie contestó. Entonces decidí ir a preguntar por él. Y me sentí débil ante el pensamiento de que tal vez ya se había ido. Cuando iba de camino a la recepción, allí estaba, sentado en uno de los bares, con una mujer, que era nada más y nada menos, que mi Anny. Mi amiga. Quedé intacta en el lugar. ¿Qué hacía Anny allí? ¿Por qué…? ¿Acaso mis pensamientos se hicieron realidad? ¿Por eso no estaba … no la vi todo este tiempo? ¿Estaba ...con él? Ella le toma una mano y él le sonríe. Sentí que iba a desmayarme allí. Mi corazón iba demasiado rápido, me producía una especie de ahogo y debilidad intensos. Pensé que iba a colapsar. Pero entonces venían sus padres con su amigo y esa otra mujer, de algún lado, y tuve que esconderme rápidamente para que no me vieran. Me recuperé, poco a poco. Estuve ahí escondida no lo sé qué tiempo. Solo se, que cuando volví en mí, todavía estaba allí escondida y sola. Así que como pude, salí de allí. Esperando que nadie me haya visto. Devastada. Dándole gracias irónicamente al hada madrina que me encantó ayer, entreteniéndome con ser el centro de atención por una vez en mi vida, mientras mi amiga, mi mejor y única amiga, se cogía seguramente con el hombre que amo. No sé cuánto tiempo caminé. Llorando y evitando verlo en mis pensamientos, llamando chiquita también a mi amiga, o mirándola como me miraba, o haciéndole las mismas cosas que me hacía.
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