Un ángel enviado para hacerme felíz

1402 Words
Emily El recorrido desde el aeropuerto a la casa era menos de una hora. Pero a mí me había parecido una eternidad. Al salir, cuando vi a Fabio allí, esperándome, fue que caí en cuenta de la dimensión de lo que había hecho. Fabio fue el hombre que, a pesar de nuestras diferencias de edades, me amó incondicionalmente. Desde que lo conocí, y hasta donde puedo dar fe, fue integro. Luchó por tenerme enfrentándose a todo y a todos, sin importarle lo que pudiera perder. Su objetivo: ganar mi amor. Me mostró un mundo totalmente diferente, con el que yo jamás había soñado. Me dio todo y más de lo que pudiera necesitar. No solo a mí, si no, también a mi familia. Se integró en mi mundo; un mundo pobre materialmente hablando, y se hizo parte de él, aun cuando él había visto ese mundo solamente de lejos. Porque Fabio era millonario. Era el único hijo de padres exitosos. Pero también, me llevó a su mundo, donde no existía la escasez de nada, no solo material, sino íntegramente hablando. Me enseñó a vivir en él, me exhibió sin prejuicio alguno, como la mujer más hermosa de este mundo y me hizo parte de todo. Era Amado y venerado por las personas que lo rodeaban, de aquellas que lo iban conociendo, y hasta los que lo veían solo al pasar. Todos lo amaban. Por su carisma, era contagioso. No era solamente adinerado y exitoso en lo que hacía. No. Era inteligente, amable, cariñoso, amigable, y además era verdaderamente guapo físicamente. Todo esto no lo hacía arrogante como tal, pero sí muy seguro de sí mismo. Confiado en que podía tener lo que quisiera. A lo que yo catalogaba como altanero y engreído. Pero en buena medida, por así decirlo. Porque realmente, luchaba por lo quería y lo lograba. Y, puedo decir que sí; lo amaba. ¿Cómo no amarlo? Era también divino en la cama el ingrato. Dotado de MUY buenos atributos. Era casi un pecado tener un paquete tan completo. Pero, aunque yo era pobre, no era ingenua. Creía que eso era demasiado para mí. No me creía la historia del rico que se enamora de la pobre. Hasta que lo vi llegar aquel día a mi casa con su maleta en mano. _ Llegamos. _ Me dijo él sacándome de mis recuerdos. Lo miro y veo esa mirada que me hacía sentir peor de lo que ya me sentía. No podía sostenerle esa mirada. Así que sin decir nada, bajé del auto. Sentía como que sospechaba que algo andaba mal conmigo. La culpa que sentía era terriblemente desagradable. Una incertidumbre me invadía por la vergüenza y el miedo que me hacía creer que él sabía lo que había yo hecho exactamente. Y prefería creer que solo eran imaginaciones mías. Pero El hecho es, que a él siempre se la había dado muy bien el descifrarme. Siempre fui muy evidente para él. No entendía por qué, pero a Fabio nunca le había podido esconder nada. Aunque tampoco tenía la necesidad de hacerlo. Hasta ahora. O bien me conocía demasiado bien, o bien yo había sido siempre muy mala para mentir y esconder mis sentimientos. Pero él siempre sabía lo que yo quería o lo que me sucedía. El caso es que me abrumada el hecho de saber que no pude resistirme, que había sucumbido a la tentación. Y ahora me sentía descubierta. Y peor aún, tratando de encontrar un motivo para justificarme de algún modo, pero no lo tenía. Ni siquiera me había detenido a pensar en las consecuencias. Todavía sentía como una especie de vacío en el estómago cuando lo recordaba. ¿Cómo puedo estar sintiendo esto ahora, después de tantos años? Su amigo, Massimo, no quiso pasar a la casa, alegando que tenía otras cosas que hacer. No lo creí, pero daba igual. Supongo que se dio cuenta de la tensión entre nosotros. Así que se despidió, y noté que hizo una seña que no entendí, a Fabio. Lo cual me hizo sentir más inquieta. Entramos a la casa. Dejé mi maleta en el cuarto de lavado y seguido fui a la cocina. Solté la bolsa de mano en la encimera y fui directo a hacerme un café. El miraba todos mis movimientos con una mirada triste. Sentí como se oprimía mi corazón y se hizo un nudo en mi garganta. Pero no podía llorar. Tenía que ser fuerte. Apreté mis puños fuertes y tragué las lágrimas que estaban a punto de aflorar. _ Quieres... un café? _ Le pregunté, después de calmarme un poco, para aligerar la tensión. _ No prefieres hacerte… una ducha primero.? _ Lo miré por encima del hombro. Estaba parado muy cerca, detrás de mí. Con las manos en los bolsillos. De reojo pude notar que estaba mucho más delgado. Sus labios estaban secos y su cara pálida. Me giré para verlo de frente. Apenas estaba entrando en los sesenta y un años. Siempre se había mantenido fuerte y se conservaba aún guapo y hermoso. Había pasado apenas una semana, y pareciera que había envejecido mucho en tan poco tiempo.! _ Está todo bien? ¿Te sientes bien? _ le pregunté al ver su semblante pálido, como si estuviera enfermo. Remojó sus labios y aceptó con la cabeza _ Sí. Todo bien. _ Me dijo entonces. Y después de una pausa, mientras me miraba con aquella tristeza, _ Pero te extrañé. _ Hubo otro silencio. Solo miradas cargadas de angustia y como de dolor. Quería pedirle perdón. Pero tenía miedo. Miedo de que fuera peor aceptar mi error. Y lo abracé. Él también me abrazó. TAN FUERTE. Como si no quisiera dejarme ir. Sentí un alivio en mi corazón al sentir sus brazos rodearme. Siempre me había sentido segura, confiada y protegida, allí, entre sus brazos. Cuando estaba triste, cuando tenía algún problema, sentía que lo que necesitaba era a Fabio. El aliviaba todos mis pesares y no había un problema que no me ayudara a resolver. Yo siempre decía, que él, era un ángel que Dios mandó del cielo para hacerme feliz. Acarició mi espalda y me dio un beso en la cabeza. Luego, me tomó por la nuca, apartándome suavemente para que lo mirara. _ Todo está bien. Ya estás aquí. Conmigo. _ me dijo y luego me dio un beso en la frente. Me regaló una hermosa y reconfortante sonrisa. _ Dai chiquita. Prima vai a farti una doccia. Io ti preparo il caffé. (ve chiquita. Hazte una ducha primero y yo te preparo el café) _ Me dijo en italiano. Durante todo el vuelo, rememoré una y otra vez, lo que viví en esta semana con Noah. Esperaba verlo. Pero jamás me imaginé, que él sintiera algo más por mí. Soñé TODA mi adolescencia, con cada uno de esos momentos que viví con él en solo una semana. Y el recuerdo de esa mañana en la habitación de mi hotel… me hacía sentir un vacío frio en la boca del estómago, al recordarlo mientras entraba dentro de mí, y aquellos hermosos ojos verdes mirándome llenos de placer mientras teníamos un clímax junto, gritando mi nombre, diciéndome que había soñado con eso, toda su vida. Antes de conocer a Fabio, tener sexo para mí, era algo insípido. No sentía nada. Yo decía que, si tener sexo era lo que yo había tenido, lo que contaban mis amigas, era fantasía. Incluso había tenido hombres mayores que yo, por recomendación de una de mis amigas que, según ellas, tenían más experiencia. Sin embargo, y debido a la mala experiencia, había tenido muy poco sexo, ni tampoco tenía ningún deseo s****l, así como ninguna experiencia en la práctica. Hasta que Fabio me besó por primera vez. Aquel primer beso despertó en mí, deseos irreconocibles para mí. Cuánto más, cuando aquel hombre me hizo vivir la primera experiencia que tuve, de un orgasmo. Fue tan intenso para mí, tan bueno, que después de la primera vez, quería volver a experimentarlo una y otra y otra vez. Y cada una de esas veces fue mágico, maravilloso. Al punto de que ya me sentía enamorada. Pero qué mujer no se enamoraría de un hombre como él. Todas las mujeres que lo veían lo miraban con deseos de tenerlo. Pero para mí era imposible que un hombre como Fabio, tan guapo, elegante y adinerado se fijara en mí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD