Visita Inesperada.

1157 Words
Llegamos desesperados a la habitación. Nos desvestimos estando todavía en la puerta. Y no llegamos ni a la cama. Luego ella fue al baño y supe que se estaba duchando porque sentí el agua caer. Esperé hasta que salió y entonces entré yo. Necesitaba una buena ducha, después de los baños improvisados que tuve en los días que pasé en su casa. Demoré casi media hora. Cuando salí envuelto en la toalla, porque ella siempre se ponía mi bata de baño, la traviesa me estaba esperando. Se acercó a mí, desnuda. Aflojó la toalla envuelta en mi cintura, dejándola caer y mirándome a los ojos. Pasó su mano en una suave carica, desde donde desató la toalla, bajando suavemente, sin dejar de mirarme, hasta mi entre pierna. Aunque me gustó lo que hacía, estaba asombrado por su forma inusual de actuar. Tímidamente, como si tuviera miedo, o estuviera insegura, Comenzó a acariciar a mi amigo, suave y con devoción, mordiendo sus labios y sin dejar de mirarme a los ojos, como queriendo ver cada una de mis reacciones. _ Qué haces chiquita.? _ le pregunté ya afectado por lo que me hacía. _ Quiero tocarte. _ Susurró. _ Tengo deseos de verte, de mirarte. _ Mi amigo estaba ya despierto y duro como piedra. Ella se aparta dos pasos atrás y me mira. La habrá poseído la lujuria. Pensé. Me miraba con apetito, como con deseos de comerse lo que veía. Aquello me estaba enloqueciendo. _ Eres hermoso amor. Me gustas mucho. _ Se acerca y vuelve a acariciar a mi amigo mirándolo apasionadamente. _ Es hermosa. _ Me dijo en un susurro. _ Y me gusta mucho, ¡¿sabes?!_ Yo iba a enloquecer, estaba seguro de eso. Así que quiero tocarla y abrazarla, pero no me lo permitió. _ No amor. Quiero verte y tocarte. _ Comienza a besarme. A acariciarme. A jugar con mi amigo enloqueciéndome cada vez más. Me mira y me dice: _ ¡Quiero probarte amor! _ Un gemido se escapa de mi boca. Ya no daba crédito. Estaba seguro de quería hacerme enloquecer. _ ¿Puedo amor? _ Me decía mientras descendía poco a poco. Mordiendo suavemente, _ Me gustas mucho Fabio. _, chupando, besando, acariciando. Dejando un rastro con su baca y sus manos por todo mi cuerpo y haciéndome temblar y gemir una y otra vez de tanto placer. _ Estás... estás segura? _ Pude preguntarle sin poder soportar más. Claro que quería. _ Que quieres hacer..._ A ese punto podía hacer lo que quisiera conmigo. Y aunque quería que estuviera segura de llegar a ese punto., no pude seguir siendo juicioso, porque sentí su lengua y su boca caliente cerrándose en mi amigo. Esta vez fue largo y alto el gemido que escapó de mi interior. Parecía que fuera la primera vez que me hacían algo así. Había tenido muchas mujeres. De todo tipo de mujeres. Había hecho de todo con ellas. Pero lo que desató mi chiquita en mí, ninguna antes, lo había logrado. Quitar las barreras que le había puesto al amor en mi corazón, desde muy temprana edad. Jugó con mis mismas armas. Y vaya que es buena alumna la picara. Porque supo emplearlas muy bien. Aquella noche me la regaló a mí. fue ella quien lo hizo prácticamente todo. Empezó a amar la posición de llegar al clímax, dominándome, estando yo debajo y ella encima de mí. Y a mí me volvía loco verla sentada sobre mí completamente sumergido dentro de ella. Moviendo sus caderas desenfrenadamente, en mi amigo encerrado, mientras frotaba su flor en mi abdomen buscando explotar en su clímax. Me hizo suyo con tanta pasión que desprendía. Era perfecta como quiera que la mirara. A veces fiera y a veces sumisa. Me hacía suyo, pero a la vez se entregaba. Era una extraña combinación entre dócil y salvaje que adoraba de ella. Sonreí al notar que se durmió al momento, profundamente, después de terminar, estando todavía encima de mí y yo aún dentro de ella. Al atardecer del día siguiente salimos a comer. No le había comentado nada, pero quería hablar con Luis. Lo encontramos en el bar donde trabajaba y constaté con él, lo que quería hacer. Me prometió que me ayudaría y después de unos tragos, regresamos a la habitación. Luego de otro maratón de sexo, nos dormimos hasta pasado el mediodía. Habíamos decidido salir a comer y pasear un poco. Tuve que salir antes de la ducha que estábamos tomando juntos, porque inesperadamente, tocan a la puerta Voy cubriéndome solamente con la toalla, a ver qué sucedía, confiado en que era el servicio del hotel. Entreabro la puerta y para mi sorpresa era mi amigo Massimo. _ Massimo.!? _ Exclamé sorprendido. No me lo esperaba. Sin dejarme salir de la sorpresa, sin siguiera saludar, sin saber si era bienvenido o al menos esperar que lo mandara a pasar, este empuja la puerta, y entra sin más, como alma que persigue el diablo, toda vez que me decía _ Hola Fabio. _ en un tono preocupado. No me dio tiempo ni siquiera a decirle lo primero que me vino a la cabeza, porque acto seguido, la puerta vuelve a abrirse y esta vez, casi caigo desmayado cuando veo a Giorgia, que entra con su maleta. Y como si fuera poco, ya para rematar, se prende de mi cuello como chicle en la suela de mis zapatos y... _ ¡Ciao amore! ¡Quanto mi sei mancato amore! (Ciao amor cuante te he extrañado) _ Y me da un beso apretado y largo en la boca. Intento quitármela de encima, y ella se presiona más a mí. Y para apartarme la tomo por las caderas y me inclino hacía atrás, separándome de ella. Logro quitármela de encima y miro a Massimo con ganas de asesinarlo por hacerme esto. Pero cuando quiero decirle algo, veo que su mirada preocupada, estaba fija en una dirección detrás de mí. Tal parece que estaba volviéndose muy común últimamente entre nosotros, eso del gesto de sorpresa o algo así; porque cuando sigo la dirección hacia donde miraba Massimo, ahí estaba con ojos y boca, desmesuradamente desbocados por la sorpresa, mi chiquita, que había visto todo. Deseé que se abriera la tierra y que me tragara. _ ¡Oh no...! _ Iba a decir. Pero no alcancé a decir nada. Porque si deseé que se abriera la tierra y que me tragara, cuando vi que mi chiquita, estaba ahí y que había visto todo, la tierra en verdad se abrió y me tragó, tal y como lo había deseado, cuando la puerta vuelve a abrirse. _ ¿Dove sei figlio mio? _ ¿Mamá? _ solo alcancé a susurrar, bajo todo aquel asombro, cuando me giré para cerciorarme si era cierto lo que acaba de escuchar. Y entonces vi cómo me echaban la tierra encima, al ver entrar también a mi padre detrás de ella.
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