Samantha Landers
- ¡Buenos días, Cami! –la saludé mientras me encaminaba hacia ella, estaba recostada del auto-. ¿Cómo amaneces hoy?
- Bien, no me quejo –respondió encogiéndose de hombros.
- ¿Problemas con tu madre? –quise saber, no era normal que amaneciera tan apagadita.
- Más o menos, resulta que ahora tengo un padrastro –suspiró-, me lo dijo esta mañana, lo peor es que ya había visto al tipo antes y es un alcohólico de lo más terrible.
- Puedes quedarte en mi casa cuando lo desees –le abrí la puerta del auto para que se subiera y entré yo después-, sabes que eres más que bienvenida.
- No te quiero molestar –dibujó una mueca torcida en su rostro.
- Mira –tomé su rostro entre mis manos, ella desvió su mirada-, mírame –musité y levantó la vista-, tú jamás, y escucha bien, Cami,
