Dejé de ir a la escuela. Desde que ocurrió el accidente en la fábrica, acumulé varias faltas seguidas y por eso la directora del instituto me dio de baja sin averiguar si iba a continuar con mis estudios. Supuestamente, debí haberme presentado y justificado a tiempo mi inasistencia, eso me dijo ella. En realidad, a esta altura ya había perdido el interés en los estudios. Mi mente ahora estaba enfocada en conseguir un empleo, pues lo necesitaba más que nunca. Papá, en cambio, insistía en quererme ayudar, así que se puso a repasar objetos de otros vecinos en casa. Tenía conocimiento en mantenimiento y reparaciones, pues trabajo cómo mecánico industrial en la fábrica Alarcón por varios años, antes de enfermar. —Papá, no es necesario que hagas esto —lo reprendí mientras le llevaba la comida

