: N o t i c i a s M a l d i t a s

2842 Words
Después de aquella mirada en el mirador me llevó a casa en la motocicleta, sentía el frío recorrer mi piel erizandola, la chaqueta negra de Ares me ayudaba a calmarlo pero no desaparecía, no por completo. Me bajé de la motocicleta y mis ojos se estrellaron con los de él. —Sana en tu casa. Cómo lo prometí—, dijo bajando también de la motocicleta—. Aún no puedo creer que Christian te dejará ahí. —Pensó que regresaría con Sam o Alexis—, le defendí acercándome a él—. Gracias por traerme. —¿Te molesta que diga la verdad sobre tú hermano?—Se mofó. Sujetando mi muñeca—, Tan... —¡Ya!—, le frene enojada para pararme de puntas—, ¡Eres un...! Sus labios se estrellaron con los míos de un modo especial, me quedé sorprendida por un par de segundos para pasar mi mano por su cabello lentamente enredando su cabello en mis dedos. Sus manos se pusieron firmemente en mí cintura acercándome a él, de un modo repentino me subió al asiento de su motocicleta. Se coló entre mis piernas haciendo que la distancia entre nosotros. Su mano pasó por mi piel desnuda generando una electricidad por mí cuerpo. El beso comenzó a subir de tono acercándome cada vez más y más, su mano presionaba mi cintura, me sentía completamente perdida y no sabía si todo esto se debía al alcohol que cruzaba mi cuerpo como una especie de burla, la calentura aumentaba en mi cuerpo como una flama en un incendio. —Repitelo. ¿Soy un qué?—, preguntó entre burlas. Separándose por completo de mí—. ¿No puedes repetirlo? Baje de la motocicleta de nuevo y camine a la entrada de mi casa, le miré y una sonrisa cínica salió de mis labios, levanté mi dedo medio. —Un idiota—, le dije para adentrarme a mi casa. Apenas me adentré encontré a Christian dormido en el sofá, seguramente esperándome. Caminé a la cocina para tomar una bolsa de verdura congelada, la coloque en mi pómulo. Apenas subí a mi habitación para recostarme en la cama. Bendito día. No duré mucho dormida o de ese modo se sintió, sentí cómo un peso sobre mí y solté un quejido de dolor. Intenté removerme pero aquel peso me impedía hacer cualquier cosa. —¡Bájate me aplastas!—, gemí en un qquejido.Abrí los ojos encontrando a Alan ahí—, ¿Qué quieres? —Apestas a alcohol—, Me regañó. Para después señalar la taza de café que se encontraba en mi buro—, Papá dijo que tenía una noticia que darnos. Así que levántate. —¿Tú sabes de que se trata?—, pregunté tallando mi ojo, él negó. —No tardes. Asentí sentándome. Le di un trago al café, estaba muy cargado, hice una mueca arrugado mi nariz, para soltar un resoplo. Ni siquiera tenía azúcar de verdad quería despertarme por completo. Baje las escaleras sintiendo un dolor de cabeza punzando en mi cabeza, los ojos de papá me miraron con confusión, camino hacía mí y tomó mi rostro entre mis dedos. —¿Qué te sucedió?—, preguntó con seriedad. Mis ojos se abrieron a par. Habría olvidado el golpe que seguramente habría dejado una marca morada en mi rostro, aquella pelea de nosotros regreso a mi cabeza y el como Ares se había metido para defenderme. Aferré mis manos en aquella chaqueta, el aroma de su perfume se introdujo en mi nariz, Ares. —En la fiesta tuve un desacuerdo con Theo, se molesto—, admití con vergüenza. Para resoplar—, Un chico me defendió. Te aseguró que Theo tiene más daño que yo. Theo. Él y yo habríamos tenido una linda relacion, hasta que las cosas comenzaron a ser diferentes, cuando el amor comienza a dejar de estar y lo que tenemos no lo es, es asqueante. La relación se había hecho desastrosa y las peleas que teníamos aumentaban cada vez más. Hasta que un día... —¿No la ibas a cuidar?—, acusó papá a Christian quien me miró con remordimiento, salí de mis pensamientos—, ¿En dónde estabas cuando eso pasó? —Se cuidarme sola. No te preocupes—, interferí recargando mi cabeza en el pecho de Alan—. Me dijeron que había algo importante que decirnos, ¿Qué sucedé papá? Una sonrisa creció en los labios de mi padre, el introdujo sus manos en los bolsillos, y miró hacía aquella fila de hijos que tenía. Yo era la menor de los cuatro, era Alan, Gastón, Christian y yo, éramos muy apegados los cuatro, papá antes se había alejado mucho de nosotros después de la muerte de mamá en un trágico accidente. Aún la extrañaba. Su muerte habría sido un completo desastre para todos nosotros, yo no recordaba mucho de eso, había muerto cuando yo tenía 4 años, pero los recuerdos de ella que tenía me causaban muchas emociones. En esta casa no habían fotografías de ella, papá decía que en nuestra anterior casa aquellas fotografías se habrían destruido en un incendió desastroso. Y a él no le gustaba hablar mucho de ello, siempre que lo hacíamos el se ponía mal así que todos y vida uno de nosotros nos limitabamos a no hacerlas. —Necesito que se arreglen, vendrán a comer. Tienen que comportarse—, ordenó mi padre mirando a cada uno de nosotros—, Más tú, Christian, no quiero peleas. —¿Peleas con quien? —Tu rebeldía. Siempre buscas retar—, le gruñó para tomar el puente de su nariz entre sus dedos—, Esto es importante para mí. ¿Pueden hacer eso por mí? Asentimos todos, caminé hacía la cocina para buscar entre las cosas una sopa instantánea que bajará aquella cruda que se había generado debido al día anterior. Puse agua en ella y la introduje en el microondas. Recosté mi cabeza en la barra y cerré los ojos con pesar. Escuché un par de pasos acercarse a la cocina, levanté la mirada para ver a Christian con tono de culpa en sus ojos negros. No quería culparlo—no por completo—pero yo ni siquiera quería ir a esa fiesta. Christian me habría convencido para que fuera con él porque deseaba que yo me distrajera. —¿Cómo volviste?—, preguntó sacando una lata de refresco dejando este en mi mano—, Samantha y Alexis me mandaron mensaje alrededor de las tres, preguntando si habíamos llegado ya. —Sí. Ellos se fueron antes que tú de la fiesta—, le conté sacando la sopa del horno apenas estuvo—, Me trajo un chico de tu curso. Ares. Pensé. —¿De él es esta chaqueta?—, preguntó a lo que afirme tomando un tenedor—. Ares, ¿Qué demonios hacías con el imbécil de Ares? ¡No puedes estar con él! —Me dejaste sola. Sin ropa en la playa en madrugada. Más opciones no tenía hermanito—, dije irónica. Para caminar hacía las escaleras—, Así que... Era eso o regresar a pie y eso es muchísimo más peligroso que tú enemistad con Ares. Antes de que respondiera subí a mi habitación dejándome caer en la cama, me sentía muy cansada. Miré el techo por un par de segundos, el beso de Ares me tenía un poco distraída, por decir poco. No nos conociamos, pero ya lo había besado. Pasando un par de minutos me bañe y cambie, apenas salí de mi habitación mi padre me miró con ambas cejas alzadas. Era una especie de desaprobación quizá. —Alan compró un vestido para hoy, ¿Puedes usarlo?—, pidió con tranquilidad—, Por favor. —¿Qué hay de malo con mi ropa?—, pregunté mirándome—. A mi me gusta. —Es linda... Pero es algo muy especial para mí—, recalcó—, Hazlo por mí hija. Hice una mueca para asentir con un quejido saliendo de mis labios. —Esta bien—, Alargué quejándome. Para arrastrar mis pies por el suelo. Alan me entrego un vestido de manga larga y demasiado largo, que llegaba a mis rodillas. Se mofó de mi por un rato, para al final salir de mi habitación. Èl vestido era lindo, para una chica de 12 años quizá. Era color blanco. Baje las escaleras para recostar mi cabeza en mi mano con un suspiro ahogado, desearía estar recostada en mi habitación en este momento. Pasando un par de minutos el timbre se escucho y una sonrisa dulce salió de los labios de mi padre. Estaba confundida respecto a todo. Apenas abrió una linda mujer perfectamente arreglada se mostró frente a mí, con un pastel en sus manos de fresa. Alcé las cejas. —¡Hola!—, saludó eufórico papá haciéndose a un lado para pasar—, Pasen, los estaba esperando. Fruncí un poco las cejas para levantarme colocándome a un lado de Gastón. —¿Quién es ella?—, pregunté dudosa. Gastón encogió los hombros. —Chicos ella es Valeria—, dijo sonriente para después mostrar a una niña de alrededor de los 11, sonriendo de oreja a oreja apenas miró a mi padre. Detrás de ella se encontraban dos chicos más tomando la mano de una linda niña de alrededor de los cuatro. —Y ellos son sus hijos. —Un gusto—, saludé sonriendo ligeramente. Mis ojos cayeron en el último chico que hacía una enorme mueca mientras en sus manos cargaba una pequeña tarta. Pero la tarta no llamaba mi atención, si no... Qué se trataba de Ares. —Macarena—soltó sin pensar él. —Ya se conocen—, dijo su madre sonriendo—, ¡Qué emoción! ¿De dónde se conocen? —Ayer. De una fiesta—, dije rápidamente. sonriendo de lado—, ¿Ellos son sus hermanos? ¿Qué hacía Ares con su familia en mi casa? Pase mis manos detrás de mí espalda con nerviosismo. Intentaba mantener un poco la paz en mi cuerpo pero resultaba un poco... Demasiado difícil. Miré su mano, se encontraban los nudillos lastimados y su labio partido, hice una mueca pensando en la pelea de ayer nuevamente. Si Ares no hubiera estado podría ser que Theo... —¡Sí! Ellas son Francia y Fabiola—, señaló a ambas niñas quienes me saludaron con la mano—, Ellos son Dylan, Nando y... Ares, a él ya lo conoces. —Un placer—, dijo Alan saludando a la mujer. Valeria. Intenté disipar los pensamientos que se encontraban en mi cabeza pero resultaba completamente difícil. Me enderece y camine hacía la cocina intentando huir de esto. Pasado unos segundos escuché un par de pasos para ver a Ares. —¿La resaca te trae tan mal?—, se mofó con los brazos cruzados recargado en el marco de la puerta. —No. Para nada—, Mentí mirando desafiante hacia él. —Fue muy grosero lo que hiciste en la madrugada—, me reprendió acercándose a mí—, ¿No te dijeron que ser grosera esta mal? —No. Aunque en realidad no dije algo que no fuera cierto—, le rete con diversión—, Eres un idiota. —Que curioso. Eres la primera mujer que dice eso—, mencionó arrinconandome—, Aunque... Seguramente podrías decirme otras cosas. —¿Otras cosas? ¿Cómo qué? —Cómo que no pare—, susurró en mi oído con voz ronca. —Eso en tus sueños, solamente—, susurré en sus labios—, Eso nunca pasará, Ares. Él unió sus labios con los míos en un beso hambriento, no sabía de dónde había llegado todo esto, apenas nos conocíamos y esto parecía no querer detenerse. Sus manos sujetaron mi cintura para cargarme y subirme a la encimera. El beso comenzó a ponerse más caliente, cómo si hubiera un deseo incomprendido dentro de nosotros. —Sí pasaría solo en mis sueños, las reacciones de tu cuerpo no serían así—, susurró en mis labios. Para separarse de mí—, Macarena. Nos esperan para comer. —Ya. Entiendo—, Rodé los ojos para morder mi labio inferior—, Oye Ares. Él arqueo las cejas, me bajé de la encimera para caminar hacia él, me coloqué de puntas y sonreí. Sus manos tomaron mi cintura. —Sí eres un idiota—Le recalqué. Para después sonreír cinicamente. Apenas dije eso salí de la cocina notando cómo todos ya se encontraban ahí sentados. Caminé hacía mí lugar quedando junto al único asiento vacío, en donde se sentó Ares. Ares y yo intercambiamos un par de miradas constantemente, era como si se encontrarán cosas que no se pudieran resolver. La comida pasó lenta, escuchaba a ellos hablar como si la vida dependiera de ello. Las miradas que intercambiaban Christian y Ares eran llenas de odio, disimuladas. Me enderece y seguí comiendo. Papá había pedido sushi, mismo que era el favorito de Francia según escuché. Yo jugaba con los palillos chinos. Me intenté mantener un par de veces en la conversación pero me resultaba un poco complicado, ¿Qué noticia era la que la que papá quería darnos? Estaban tardando demasiado en decirnos. —Así que... Macarena—, escuché la voz de Valeria, alcé ambas cejas—. ¿Qué es lo que te gusta? Fruncí instantáneamente mi nariz al escuchar que me decía Macarena. No me disgustaba mi nombre, en realidad me gustaba demasiado. Pero prefería que me dijeran Maca. —Dígame Maca—, dije escondiendo mi rostro entre el vaso—, Por favor. Me gusta... Leer. Y salir en mi bicicleta. La pequeña niña que se encontraba sentada a un lado de mí se emociono apenas dije eso para mirarme. —¡A mi me encantaría aprender a andar en bici!—, espetó con emoción Fabiola—, ¿Podrías enseñarme? ¡Por fi! —Ah... Sí, claro—, le sonreí ligeramente—, Yo podría enseñarte. Estaban alargando demasiado esta comida. No tenía duda de ello. Apenas terminamos de comer papá se levantó de la mesa para caminar por un par de platos. —Así que... Dylan, Nando, ¿Tienen alguna especie de conexión al ser gemelos?—, pregunté aclarando mi garganta apenas sentí la mano de Ares en mi pierna—, ¿Alguno es malvado? Ambos se miraron y soltaron una risa divertida. Como si esa pregunta la escucharan demasiado. —Dylan—, se burlo Nando. —Pero a veces dudarías de quien es quien—, se mofaron al unísono. —Pase de verte demasiada piel a un vestido tan largo—, susurró Ares—. Eres todo un dilema. Papá dejo los platos en la mesa mientras que Dylan y Alan repartían los platos, Dylan dejó un pastel de fresa frente a mis ojos. —Ah, no. No gracias—, dije demoliendo el plato. —¿Eres quisquillosa con la comida?—, se burló Ares. —En realidad, soy alérgica a las fresas. —Y por eso, te preparé una tarta de manzana. Me dijo tu padre que es tu favorita—, dijo sonriendo amablemente Valeria—, ¿No es así? —Sí. Gracias, no tenía que molestarse—, mencioné sintiendo las mejillas completamente rojas. —¿Alérgica?—, preguntó Fabiola con más cejas fruncidas—, ¿Qué es eso? —Su lengua se infla como globo y deja de respirar—, mencionó Christian comiendo—, Gracias por el pastel. Favorito de Christian y Gastón. —Gracias—, se límito a decir Gastón. No era que el fuera grosero. En realidad... Era un hombre de muy pocas palabras. —Seguro se preguntan... ¿Por qué los reunimos no?—, preguntó papá. —¡Yo lo sé!—, dijo emocionada Francia—, ¡Y a mi me encanta la idea? —¿Qué idea?—, preguntó Dylan. Miré hacía mis hermanos. Quien parecía saber todo era Alan quien no parecía tener la intriga en la piel con cada cosa que estuviera pasando. —Su padre...—, alargó Valeria mirando hacia nosotros—, ¡Me pidió matrimonio! —¡Y mamá dijo que sí!—, grito Fabiola y Francia. —¿Qué?—pregunté apartando la mano de Ares de mi pierna. —¡Nos vamos a mudar! ¡Y tu vas a ser mi hermana!—, grito Fabiola abrazándome. Miré a Ares quien se miraba tan sorprendido como yo, las palabras de Fabiola resonaron en mi cabeza como una pelota de pin pong haciendo ruido. Sí Fabiola sería mi hermana... Ares también, ¡Diablos! ¡Besé a mi hermano! —¡¿Qué?!
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