Aguanté la respiración lo más que pude, tomando cada cosa que pensaba dentro de mi cuerpo, ¡Dios mío! ¿Cómo qué matrimonio? ¡Enloquecieron!
—¡Ah! ¿De verdad? ¡Felicidades!—, chillé tan agudo rompiendo el silencio—, Eso... Yo...
Me levanté de la silla tropezando, sentía mis mejillas rojas y el corazón haciéndome eco.
—¿Estás bien cielo?—, preguntó Papá.
—¿Yo? ¡Claro!—, aquel tono me delataba. Miré a mis hermanos, para mirar de nuevo a papá—, Felicidades.
Apenas dije eso salí casi corriendo de aquella habitación, quizá cuando subía las escaleras casi corriendo como si mi vida dependiera de ello. Apenas entré a la habitación cerré la puerta me recargue en ella.
—Diablos.
***
—Son todas—, dije subiendo mi última caja al camión de mudanzas—. No quiero mudarme, ¿Cómo es que solo dice prometida? ¡Eso es más difícil de digerir que una novia!
Gastón encogió sus hombros dejando su caja en el camión, rodé los ojos. No me molestaba que mi papá estuviera haciendo su vida, me causaban muchas emociones, no lo negaré, pero no lo sé, cuando vi a Ares muchas emociones cruzaron mí cabeza y aquella noche de la fiesta sentí... Cómo sea.
—Me encanta que papá hiciera su vida pero aún no entiendo porque con la madre de mí enemigo—, alargó Christian recargandose en mi hombro—, Eso supera lo que tu piensas.
¿Te besaste con tu hermanastro? Pensé.
—Seguramente—Alargué quitando su brazo.
Papá llegó y nos sonrió a todos mostrándonos todos sus dientes, estaba emocionado, le sonreí ligeramente. No quería ser yo quien arruinará su felicidad. Pero esto... Era demasiado para mí. Subimos al auto de Alan, quien condujo detrás del camión de mudanzas. Mis ojos miraron aquella casa por última vez, solté el aire de mis pulmones para recargar mi cabeza en Gastón.
Tendría de compañía a dos gemelos, un par de niñas y... Ares. ¿Ocho "hijos"? ¿Cómo lidiarian con eso?
Durante todo el camino Alan platico con mi papá, resulta que él sí sabía que se casarian, al igual que las dos niñas pequeñas, Fabiola y... Francia.
Nos estaciomos fuera de una casa considerablemente grande, donde ya se encontraban la familia feliz bajando cajas de aquel camión de mudanzas.
—¿No les gusta? Es su nueva casa—, Papá bajo del auto, al igual que Alan y Gastón—, ¡Conozcan!
Miré hacía Christian quien me regreso la mirada, parecíamos ser los únicos consternados con esta noticia sin digerir.
—Necesito que me digas que me digas que pensamos lo mismo—Pidió alzando una se sus cejas.
—No. No pensamos lo mismo—espeté bajando del coche, para mirar a sus ojos—, Ojalá compartas habitación con Ares.
Sabía que pensaba. Separarlos.
Miré el lugar, tenía un lindo jardín, sin plantas, solo el pasto, la fachada era blanca, las puertas negras y la casa era algo grande, puesto habrían diez personas viviendo aquí. Metí mis manos en los bolsillos para soltar un suspiro pesado. Si le contará todo esto a Samantha seguro se burlaría de mí.
Mis ojos cayeron en Ares, quien tenía un cigarrillo en sus labios y la mirada cansada. Solté un suspiro rodando los ojos.
—¡Corran! Escojan su habitación—, Exclamó con emoción Valeria—, ¡Exploren la casa!
Así fue, todos corrieron a la casa, las niñas, los gemelos, Christian y Gastón corrieron a aquella casa.
Yo me quedé fuera. Sabía que esto sería una mala idea. ¿Desde hace cuanto se conocían? Jamás había oído a papá mencionar el nombre de Valeria.
—¿No te emociona ganar una habitación?—, me preguntó Valeria posando su mano en mi espalda—, ¡Anda!
—No importa. Paso más tiempo en casa de Samantha que en la mía—, dije sonriendo levemente. Para después mirarla.
Analizando un poco más, la señora era guapa, portaba demasiada elegancia en su ser, amabilidad, no era como el tipo de madrastras que colocaban en los cuentos, agradecía al destino.
—¿Y tienes novio?—, preguntó Valeria mientras ambas bajábamos un par de cajas. Negué—, Es una lástima, eres demasiado guapa.
Mis mejillas se enrojecieron inmediatamente ante sus palabras, agradecí.
Mis ojos miraron hacía Ares, para fruncir ligeramente las cejas, escape de la situación.
Subí a la habitación que me dejaron los demás, era la del fondo, miré las paredes, blancas, lisas y vacías, era linda, podría quizá hacer que luzca parecida a mi antigua habitación.
—Así que nuestras habitaciones están frente a frente—, se mofó Ares en la entrada de la puerta—, ¿Será el destino?
—El destino—, Me burle caminando a la ventana, abrí la perciana entre mis dedos mirando afuera, un chico guapo, quizá de mi edad, alto, cabello negro...—, El destino nos hizo hermanos.
—No somos hermanos—, Me tomó de la cintura a lo que le miré a los ojos—Lo sabes Macarena.
—Nuestros padres se casan Ares. Difícil de procesar no es, apenas ayer nos dijeron la noticia y nos hicieron empacar toda la noche.
Me ignoró, sus manos sujetaron por la blusa, el borde de esta que mostraba mis caderas, su mirada era tan confundida, como... Ahí lo entendí, retrocedí rápidamente y baje la blusa.
—Deberías... Ah, Deberías—Las palabras se quedaron dentro de mi garganta.
No terminé de decir nada y salí casi corriendo de mi cuarto, jalando ligeramente la blusa intentando cubrir mi piel. Baje las escaleras casi corriendo para ir al auto de Alan, por mi sudadera.
El día de la fiesta el short me llegaba a la cintura, habría tenido demasiado cuidado en ello, en tapar mi piel, en no dejar que aquello se demostrará.
¡Maldito Ares!
—¡Maca! ¿Me ayudas?—, la voz aguda de Francia me resonó, le miré intentando tener equilibrio con sus cosas. Tomé algunas y le sonreí de lado—, Gracias.
—No hay de qué—, Miré el interior de la caja—, ¿Qué cargas aquí?
—Una docena de sus amigos imaginarios—, se burlo uno de los gemelos sacando la caja de las manos de Francia—. Te he visto, es gracioso. Estamos en todas las clases juntos y nunca hablamos.
—Quizá si no fuera por Samantha y Alexis nadie me notaría—, mencioné dejando la caja de Francia en el suelo—, Tus cosas Francia.
—No, te he notado antes. Era por tu novio—, se encogió de hombros—, Hasta tu modo de vestir es diferente.
No dije nada, me guarde cada cosa en la garganta. El día fue pesado, apenas cayó la noche nos sentamos todos en el comedor, comiendo pizza.
—¿Aparte de alergias Maca tiene algo más?—, la voz de Ares me sacaron de mis pensamientos, le miré confundida—, No se algo que le saque moretones o algo así.
Miré con enojo a Ares, quien parecía tener bastantes dudas respecto de con su pregunta, mis mejillas se calentaron con furia.
—No. Pero es torpe—, Exclamó Alan—, con todo se golpea.
—Sí, suelo no ver bien—, sonreí forzadamente para mirar mi comida—, Tengo tarea. Bonita noche.
Apenas dije eso me levanté enojada haciendo que el chirrido de la silla arrastrándose en el suelo resuene en la casa, tomé mi plato y camine con el a mi habitación, lo dejé en un mueble para sentarme en el borde de mi cama, levanté un poco la falda para ver aquel moretón cubriendo mi piel, pasé mis dedos por este, para recostarme después.
—Maldito Theo.
Dormí antes de darme cuenta y desperté más temprano de lo habitual para cambiarme rápidamente y escabuirme a la escuela, apenas llegué a la escuela me recosté en mi lugar cerrando los ojos pesadamente. Tenía tanto sueño.
—¿La niña buena durmiendose en clase?— se burlo Alexis con Samantha, levanté la mirada—, Uy, ¿Qué sucedió?
—Las mudanzas son pesadas—, me límite a decir—, ¿Tienen planes para esta tarde?
—Una cita con el chico guapo con el que baile en la fiesta—, celebró Sam—, ¡Es guapísimo!
—¿De verdad? ¡Eso es super!
—Yo por mi parte, tengo otra cita—, me guiño el ojo—, Pero... Si nos necesitas podemos cancelarlo, ¿Cierto Sam?
Ella miro mi rostro para asentir sonriendo—, ¿Te sucedé algo?
Mis ojos miraron a Ares, quien se adentró al salón, frunci las cejas él no estaba en mi clase. Se detuvo frente a mí para dejar mis lentes en mi lugar.
—Úsalos. Para que tengas más cuidado—, espetó frío.
No dijo nada más, simplemente salió de mi campo de visión.
—¿Era tu lazo lo que tenía en su mochila?—, alargó Alexis siguiéndolo con la mirada.
—¿Qué te tienes con Ares?
Como obra del espíritu maligno del destino al salón se adentró uno de los gemelos soltando chistes con sus amigos, mis ojos miraron hacía el techo.
—Nada.
—¿Y el moretón?—, alargó Alexis tomando mi mentón—, ¿Qué sucedió en la fiesta? ¡Macarena!
Chasqueó la lengua y niego, para comenzar a prestar atención a la clase, comencé a jugar con mis lentes, evitaba usarlos en publico desde secundaria.
Apenas termino la clase me disculpe con mis amigos diciendo que tenía que hacer algo, caminé a las gradas y me recosté.
—¿Qué pasa por tu cabeza Macarena?—, gemí golpeando mi rostro—, ¡Usa el maldito cerebro!
— También me pregunto que es lo que pasa por tu cabeza—, Ares se sentó a un lado de mí—. ¿Esos moretones son por que eres torpe?
—Ajá—, susurré jalando las mangas de mi sudadera.
Me sente y le miré—, Muy torpe.
—¿No entrarás a clases?—, cuestionó a lo que negué—, La niña genio...
—Estoy cansada por la mudanza, quiero irme a casa—, confesé levantándome—, Un placer hablar contigo. Nos vemos.
Su mano tomó mi muñeca, le miré con cansancio.
—Te llevó.
—Tienes clases—, me límite a decir.
—También tuve un fin de semana pesado, quien sabe porqué—, se rio levantándose, para ambos bajar de las gradas—, Creo que es cómo algo en el aire.
—Contagioso—, le seguí sin verle.
Ambos caminamos al estacionamiento, él subió a su motocicleta y yo me aferré a su cintura, mis ojos miraron antes de salir de la preparatoria a Theo, quien tenía en la mirada confusión.
Theo y yo, todos apostaban que esa relación era bastante buena, yo creía que quizá sí, hasta que las cosas se espesaron, secundaria y toda la preparatoria hasta el jueves habríamos sido la pareja más mencionada, pero yo... Yo creo que esto se demolió dentro de mi corazón.
No dijo a donde conducía, no pregunté tampoco.
—¿Por qué terminaste con Theo?
—Por...—, me quedé callada, para después cerrar los ojos—, Ya no funcionábamos juntos.
—¿Tiene que ver con los moretones de tu cuerpo? Se que tienes en las piernas y eso supongo que los disimulas con que no ves—, alargó con cautela—, Pero, ¿Las caderas?
—No me hagas arrepentirme de esta situación—, dije esperando no sonar grosera—, ¿A donde vamos?
—Ya, esta bien.
Se estacionó en el mismo lugar, donde se encontraba el lugar en donde miramos la ciudad, sonreí ligeramente de lado. Ambos bajamos de la motocicleta, yo caminé un poco para sentarme en el pasto, jugando con el borde de mi sudadera.
—Tienes un cuerpo muy lindo cómo para ocultarlo con ropa tan grande—, mencionó sentándose a un costado de mí—, Eres muy guapa.
—Ajá, nadie me mira no digas...—, alargué, el tomó mi mochila buscando algo, le miré con confusión, saco mis lentes—, Deja de insistir con ello.
—¿Cómo alguien te verá si no ves tú?—, dijo colocándome los lentes, para sonreír—, Te miras muy linda.
Sentí mis mejillas calentarse con rapidez, aparté la mirada, para después soltar un suspiro.
—Esta eres tú, que nadie te quité eso—, me dijo para acomodar mi cabello—, Eres una chica muy bonita.
—Sí fuera tan bonita...
Antes de decir algo, sus labios se estrellaron con los míos, sentí cómo ante la impresión mis mejillas se calentaron nuevamente, le seguí el beso, eran cosas que no entendía, que no podía entender con claridad, me gustaba besarlo, me gustaba la química que había con ello, después, algo cayó en mí.
Hermanos.