capítulo 11: En un beso...

2562 Words
Travis Todavía estoy alterado por todo lo que ha sucedido este día, que la chica a la que sin quererlo he empezado a espiar desde hace algunos días chocará mi auto y luego fuera la ejecutiva que me presentaría la nueva campaña publicitaria que mi hermano quiere realizar, ha sido demasiado para mí. ¿Pueden existir tantas coincidencias? Salgo al balcón y espero poder verla esta noche, tomo una copa de whisky y luego, sin darme cuenta, termino tomando otra ¿Dónde diablos está? En la mañana, parecía encantada con el tipo con cara de malo que causo el accidente ¿Por qué a las mujeres les atraen los hombres así? El tipo parecía de todo, menos una persona responsable, aunque se comportó como el hombre perfecto. — Sal de donde estés, Zoa — Suspiro. Conocer por fin su nombre y saber algo más de su vida, es increíblemente extraño y excitante a la vez porque me produce la sensación de conocerla hace mucho tiempo, pero a la vez, soy consciente de que sigue siendo una desconocida de la que obtengo pequeños pedazos de su vida, ya sea por casualidad o porque la espío. Sé que podría haber descubierto todo de ella hace mucho tiempo, solo con el número de la placa de su auto, hubiese tenido acceso a todos sus datos, teléfono, dirección, hasta hubiera podido conocer su ropa interior favorita y su posición preferida en la cama. Sin embargo, no me interesaba enterarme de esa manera. En realidad, no sabía lo que quería, y ahora creo que todo lo que ha pasado es en definitiva más emocionante, porque no sé qué esperar, cuál será su próxima acción, nada está definido. Es como si dejara que el destino actuara por sí solo ¡Mierda! Qué cursilerías estoy pensando. — Perfecto Zoa — La veo salir a su balcón, ya es tarde y no es habitual en ella llegar a casa a estas horas o tal vez solo no había salido a su terraza. Parece feliz ¿Está bailando? En la reunión, fue muy impetuosa y atrevida, además de estar furiosa porque no alagué su presentación. Aunque para ser sincero, la presentación y la idea principal eran buenas, pero eso era todo; le faltaba algo indispensable, talvez tener menos técnica y más pasión, algo de alma, como la que ella demostró posteriormente. Sentí como si faltara ella, Zoa. Ahora, la dueña de mis pensamientos está mirando hacia donde siempre lo hace y vuelve a intrigarme ¿Qué diablos observa todos los días con tanto interés? ¿Estará al igual que yo, espiando a alguien? Observo como de improviso estrella el vaso que tenía en su mano contra el suelo y entra a su casa con paso al parecer muy furiosa ¿Qué ha pasado? Esto empieza a frustrarme, tal vez debería acercarme a ella y dejar de espiarla, decirle que he descubierto que somos vecinos y dejar que de ahí en adelante las cosas se desarrollen como tengan que hacerlo. Me termino el vaso y voy a acostarme, es tarde y mañana tengo una reunión muy temprano y si ella no se encuentra en su balcón, no vale la pena seguir aquí. Ya no sé ni qué diablos pienso, Como si estuviera perdiendo la cordura cada noche. No he podido dejar de reflexionar en el motivo que llevó a mi vecina a ponerse tan furiosa, que estrelló su vaso contra la baranda anoche; no estoy prestando mucha atención a la reunión y solo deseo terminar con esto ahora e ir a buscarla con alguna excusa ¡Va siendo hora de que termine con ella, me la folle y la saque de mi sistema! — Déjeme pasar, estoy segura de que no está en una reunión, yo también soy ejecutiva y es la primera excusa que inventamos cuando no queremos ver a alguien, debe estar mirando al techo o tirándose a una empleada — Su voz me devuelve al presente, debo estar enloqueciendo si ahora la escucho en medio de una reunión. La puerta se abre con excesiva fuerza, golpeando la pared a su lado y por supuesto, no he empezado a presentar estados de demencia. En efecto, se trata de la dueña de la voz que desde ayer no se ha salido de mi mente, la escucho por todas partes. — Bienvenida, señorita Bellerose — La saludo con una voz fría ¿Qué hace aquí? Zoa me mira y pasea su intensa mirada por la habitación. Lleva el cabello rojizo recogido en una cola alta, un conjunto n***o de pantalón y camisa sastre que se moldea perfectamente a su figura y unos tacones rojos de infarto. — Eh, Hola a todos — Dice y suena su garganta al no recibir ninguna respuesta — Vale, son tipos serios — Sonríe y lleva sus manos a su cintura y comienza a caminar como si de una pasarela se tratara, dirigiéndose hacia mí ¡Mierda! — Buenos días, ejecutivos. Está claro que ustedes no son la pared y mucho menos una secretaria despistada, yo tampoco lo soy por supuesto — ¿Qué está diciendo? ¡Está loca! Jean-Michel, mi socio y mejor amigo, levanta una ceja e intenta esconder una sonrisa. Debe estarse imaginando que ella es mi última conquista y que ha venido a vengarse de mí, dejándome en ridículo frente a todos mis colaboradores, por lo cruel y desalmado que soy. — Señorita Bellerose, mi secretaria, le ofrecerá un café y si desea esperarme, podemos hablar muy pronto — La interrumpo antes de que todo esto se salga de control. ¡Maldita sea! Mi cuerpo, como un imbécil, ha reaccionado y ahora me encuentro en serios problemas y no podré levantarme de la silla para sacarla personalmente, podría pensar en la bolsa de valores ¡Maldición! El dinero y Zoa juntos, no son una buena idea. — ¡Oh por Dios! — Escucho la exclamación en general de todos los empleados que se encuentran en la reunión y la carcajada divertida de Jean-Michel, cuando Zoa se arrodilla ante mí. Me levanto de prisa al ver la forma en que su cara se encuentra directamente proyectada hacia mi ya creciente erección ¿Qué diablos? — ¿Y si construimos un hogar juntos? Tú y yo, un matrimonio feliz — Debí sospechar sobre su locura cuando la vi en la terraza de su casa. — ¿Podrías levantarte? — Susurro, olvidando el trato formal. — ¿Podrías tomar mi mano? Te aseguro que no la voy a soltar — Su mirada intensa me trastorna, necesito calmarme y calmar a mi amigo de abajo que por ahora puedo disimular con la mesa. Sin pensarlo, tiendo mi mano y le ayudo a levantarse, tal vez de esta manera se vaya y nos deje tranquilos tratando de superar la crisis por la que estamos pasando, que no tiene nada que ver con propuestas de matrimonio absurdas. Eso, si es que mis empleados vuelven a tratarme como el jefe severo que soy y no se van contando a todos los que quieran escuchar lo que acaba de pasar. — ¡Perfecto! — Exclama Zoa y frunzo el ceño sin comprender absolutamente nada — Gracias señor Devereux — Se vuelve hacia mis empleados y me deja con la boca abierta — Señoras y señores, si en este momento, les ofreciera una línea completa para el hogar, incluido muebles y electrodomésticos ¿La comprarían? — Todos me miran sin saber como reaccionar. — Compraría la línea completa, si me ofreces tomarme de tu mano — El imbécil de Jean-Michel la compraría a ella si pudiera ¡A penas pueda voy a golpearlo! — Yo lo haría, cuando se trata de elegir cosas para mi casa necesito sentirme acompañada, al fin y al cabo es mi hogar — Dice mi secretaria que continúa de pie al lado de la puerta. — Yo también compraría, me encanta el concepto — Uno a uno mis empleados comienzan a dar su opinión, especialmente las mujeres. — Cómo ve, señor Devereux, en casa son las mujeres las que deciden, aunque sean ustedes los que se arrodillan — ¿Cuántos años de cárcel podría tener por acabar con alguien molesto para la sociedad? Imagino que no muchos años, estaría librando a toda la sociedad de una catástrofe peor — Señor Devereux, gracias por recibirme en medio de una reunión, como puede ver, nuestra propuesta es llamativa, así que le diré a mi padre que todo está listo, fue un gusto verlo y ustedes señora y señores han sido un público maravilloso ¡Gracias! — Dice dirigiéndose hacia la puerta y escuchando los aplausos de los presentes en la habitación, incluido al idiota de Jean-Michel. — Señorita Bellerose, todavía no he aceptado que mi familia trabaje con ustedes, no me convencen como agencia publicitaria — Le digo y el silencio y la tensión en la sala se hacen patentes. — Señor Devereux, no soy una mujer bonita con la cabeza hueca — Me responde para luego mirar a los empleados y hacer un gesto de inocencia — Son sus palabras textuales, se los juro; No estoy segura si quiso decir que no era bonita o que tenía la cabeza hueca o las dos cosas, en realidad — se vuelve hacia mí y me sonríe ampliamente —Ya no tiene excusas para no apoyar la decisión de su hermano, no me haga pensar que los hombres rubios toman las decisiones importantes con órganos inferiores y no con la razón, Qué tenga un buen día — La veo hacerme un guiño — Ah, lo olvidaba decirle algo fundamental: Cuidado cuando conduzca señor Devereux, especialmente en los semáforos, hay mucho conductor loco suelto — Sale de nuevo cerrando la puerta de nuevo de manera estrepitosa y la carcajada de Jean-Michel hace que cierre las manos en puños ¡Voy a matarla! — Seguro fue ella la conductora loca con la que te accidentaste ayer — Afirma mi socio y lo miro fríamente, nadie dice absolutamente nada. — Vuelvo enseguida — Camino con paso largo y veo a Zoa entrando al ascensor, está sola, así que entro en este antes de que se cierre y de inmediato presiono el botón de bloqueo. — ¿Qué diablos fue eso? ¿De esa manera esperas obtener la cuenta? — Pregunto en un gruñido, su aroma me envuelve y desciendo la mirada hasta sus ojos llenos de furia. — Mi padre me ha pedido que me disculpe, no desea que pierda la cuenta — Me dice al parecer en un arranque de honestidad. — ¿Y esa fue tu forma de disculparte? — La manera en la que esta chica razona me tiene deslumbrado. — Esa fue mi propuesta — me dice. — Una propuesta completamente improvisada — Susurro, mi voz desciende unos decibeles y se vuelve más ronca, sin pensarlo estamos muy cerca el uno del otro. — Una idea excelente al fin y al cabo — Observo como traga con dificultad y entrecierra los ojos con las pupilas dilatadas. — Todavía no te has disculpado — Susurro, empujando su cuerpo contra el espejo del ascensor. No he podido calmar a mi pene que se tensa contra mis pantalones, por lo que intento controlar mi respiración. — Tampoco tú — Levanta la cara, Zoa es alta para el promedio, pero muy pequeña para mí porque mido casi dos metros y a pesar de sus increíbles y seductores tacones, debe inclinarse para mirarme, lo que la obliga a acercarse un poco más. — ¿Y si no quiero una disculpa? — Su ceño se frunce y su boca se entreabre, su olor a cítricos frescos inunda mis fosas nasales. — ¿Qué desea, señor Devereux? — Su voz ronca y la forma en la que mira mis labios me confirman que ha comprendido mi deseo. — Lo mismo que usted, señorita Bellerose — Desciendo mi cara y en segundos, mis labios se apoderan de los suyos, mis manos se deslizan por su cuerpo y sus brazos se enredan en mi cuello, lo que la obliga a empinarse y pegar su cuerpo contra el mío. Su pelvis se presiona contra mi erección y me pierdo por completo, gruño y olvido donde estamos. — ¡Oh Dios! — Zoa gime y tomo su culo y la impulso contra mi pelvis, la levanto del suelo y siento como sus tacones se clavan en mi espalda ¡Necesito tenerla ahora! Continuo besándola mientras con una de mis manos masajeo uno de sus senos y recuerdo que lleva pantalones ¡Mierda! Me muevo con rapidez y la desciendo hasta el suelo, necesito deshacerme de sus pantalones, tiro de sus botones y Zoa se golpea contra los botones del ascensor, activándolo. Escucho el ruido que hace al descender y sin prestar atención a esto, sigo desabrochando sus pantalones, sin dejar de besarla. — ¡No! — Mis manos se detienen en el momento en el que escucho el sonido del ascensor al comenzar a abrirse, Zoa pasa por mi lado, con la cabeza baja y tocando su cabello. — Buenos días, señor Devereux — Escucho el saludo de algunas personas y salgo del ascensor, estamos en el segundo piso, no hemos llegado a la recepción y Zoa camina sin sentido. — ¡Zoa, espera! — La tomo del brazo al alcanzarla y la vuelvo hacia mí, levanta su mirada furiosa y un intenso color rojo se marca en sus mejillas. — ¿Estás contento? ¿Lograste demostrar lo estúpida que soy? — No comprendo a lo que se refiere, mi cabeza y mi m*****o siguen concentrados en su sabor, textura y olor. — Estoy excitado, me muero por poder penetrarte y perderme en tu interior, tal vez eso sea la facilidad, no lo sé, Zoa, pero es como me siento — Ella abre los ojos, impresionada, no soy una persona de medias tintas y voy a decirle lo que siento cuando lo sienta — Esto no tiene nada que ver con la cuenta o el accidente, Zoa. Esto tiene que ver contigo y conmigo, eso es todo, tiene que ver con el deseo físico y básico — Ella mueve negativamente su cabeza y se muerde el labio inferior. — Tiene que ver con sexo, ¿Verdad? — Asiento. La tomo de la mano y me dirijo a la oficina más cercana, que afortunadamente está sola. — Por supuesto, Zoa, tiene que ver con necesidad y deseo — Le digo después de cerrar la puerta y reclinarme contra esta. — No estoy interesada — Me responde mirándome fijamente — No necesito un hombre para satisfacer mis necesidades, Travis — Cierro mis manos en puños, no puedo ofrecerle algo más y no voy a rogarle. — Perfecto — Le digo y abro la puerta — Felicidades señorita Bellerose, mi hermano estará comunicándose con su padre, ha hecho una propuesta impresionante y no me refiero a lo que sucedió en el ascensor — Tengo la obligación de dejar las cosas claras; su propuesta de último minuto me llamó la atención, por la forma en la que improvisó y lo creativa que fue — Que tenga buen día — La observo alejarse con sus tacones de infarto y su rítmico caminar y sé que está noche voy a tener serios problemas para evitar ir a buscarla si la veo en la terraza de su casa.
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