Capitulo 5

1597 Words
—No lo digas o el taxista se lo lleva todo. Se giró de lado, rebuscó en su pequeño bolso de mano y sacó un teléfono. Pasó el dedo por la parte trasera y se encendió. Miró a Dave y el teléfono, presionó un par de veces, se llevó los dedos a los labios para pedir silencio y le entregó el teléfono, funcionando como una cámara de cine. —Sígueme el ejemplo—, me susurró al oído. Se soltó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre los hombros del conductor y lo miró mientras se masturbaba con la mano izquierda. —Detente y préstale toda tu atención. Será gratificante, te lo aseguro. Dave se había movido al otro hombro del taxista, apuntando la cámara a su entrepierna con un puño alrededor de un pequeño pene peludo. El taxi se detuvo a un lado de la carretera y el conductor puso ambas manos a trabajar. —¿Está ayudando, señora?—, suplicó el taxista. —Hazlo tú mismo, taxista, enséñame lo alto que puedes llegar. —No puedo. Todo se está volviendo blando, no sirve de nada tener público. —Bueno, no te invitarán a mis orgías—, dijo mientras se acercaba y tomaba el m*****o debilitado entre el pulgar y el índice. El gallo respondió de inmediato y el taxista giró la cabeza para que su nariz quedara entre sus pechos. —Déjalos en paz, maldito cabrón. Son mis novios. Solo él puede dar permiso para jugar con ellos. Ella volvió a masturbarlo, el taxista miraba hacia adelante y Dave seguía grabando. Mientras grababa, notó que había una cámara cerca del retrovisor, mirando hacia el asiento trasero; tenía una luz roja que indicaba actividad. Justo cuando estaba a punto de señalarla, el taxista gritó y agarró el volante. Un pequeño chorro de semen blanco salió disparado de su pene rechoncho y circuncidado, y cayó sobre sus pantalones. —Eso va a ser difícil de explicar cuando llegue a casa—, pensó Dave. —¡Que te jodan, maldito cabrón! Podrías haberme avisado —exclamó mi compañero de viaje. —Excelente toma. Espero que la cámara del auto haya captado la acción—, dijo Dave. —Joder, estoy jodido. Mi hermano mira la cámara. No confía en mí—. El taxista volvió de repente a la realidad. —Bueno, ese es tu problema, pero lo voy a borrar. No vas a dejar que tu hermano nos vigile. Dios mío, podría hacer cualquier cosa con él. —No puedes. —Sí, puedo. —Dave tomó la cámara. El taxista levantó las manos de golpe para detenerlo y luego lanzó un grito aterrador, llevándolas hacia su muleta. Su cómplice lo había agarrado por las pelotas y las estaba girando como un sacacorchos, usándolas para sacarlo del asiento. Menos mal que la cámara tenía una tarjeta de memoria que se sacaba sin más, ¡una cámara barata! Dave recuperó la tarjeta y se la guardó en el bolsillo, mientras el taxista seguía intentando evitar que un pasajero agresivo le arrancara las pelotas y la polla. —Ya terminamos aquí. Supongo que fue gratis porque te hicieron una paja como pago. —Tienes que pagar. Él consiguió el trabajo, mi hermano... —Bueno, veinte dólares y listo. —Dave sacó un billete de veinte y se lo entregó. —Quédate con el cambio. —Se rió, y se alejaron del taxi. Mientras el taxista se acomodaba, se quedaron observando hasta que se fue, dejando la calle en silencio. El taxi desapareció en la distancia. Dave dio la vuelta y se dirigió calle abajo hacia un pub que conocía, no muy lejos. —¿A dónde vamos?—, preguntó. —Tomar una copa antes de volver a casa. —Necesito algo de beber. Espero que vayamos a tu casa. ¿No a la mía? —Pensé que querías ir a casa y follar con tu compañera de piso otra vez para evitar los azotes. —Bueno, el taxista solo duró la primera ronda, así que ese plan se fue al traste. Tendrás que ser tú. Debo advertirte que no tengo cepillo de dientes ni pijama. —No necesitarás pijama, ya que estarás desnudo a mi merced todo el tiempo en mi casa y te puliré los dientes con mi pomo. —¡Argh! Que se queden sucios. Dave se rió y empujó las puertas dobles del bar público del hotel Crown. —¿Qué estás bebiendo? —Algo rígido. Es todo lo que he deseado toda la noche y solo consigo mierda por ello. No parece que lo esté consiguiendo. Sonrió: —A partir de ahora será muy duro, créeme. Voy a tomar un whisky doble de malta. ¿Y tú? Parece que un poco de 'Sexo en la playa' te sentaría bien. ππππππππ Al llegar a su apartamento de la planta baja, Dave sacó la llave de un bolsillo de su cartera, deslizándola en la cómoda cerradura y girándola para abrir la pesada puerta de madera marrón. —Cuando entramos en mi piso, ¿qué es lo primero que vas a hacer?—, preguntó. —Ve a hacer pis, estoy que reviento. —Te equivocas. Te quitarás ese precioso y sexy vestido rojo y me lo entregarás para mostrarme lo mejor de ti. —Intentó sonar autoritario. —Orina primero. —Vístete primero o quédate aquí afuera hasta que te comportes bien. —Vete a la mierda—, le espetó. —Está bien, quédate, voy a entrar, toca el timbre cuando recuperes el sentido. Dicho esto, abrió la puerta y entró, dejándola en el umbral. Ella golpeó la puerta en cuanto la cerró. Se quedó detrás de la puerta un momento y luego dijo: —¡Timbre! Mi casa, mis reglas. — Martillando más, estaba furiosa. Se preguntó si la había presionado demasiado. Había sido una desconocida en un club hacía cuatro horas y esto era una exigencia enorme ahora. Quizás debería haber sido más sutil. Dave nunca había actuado así con nadie. No estaba seguro de por qué lo hacía ahora, pero se sentía bien. Estaba a punto de rendirse y abrir la puerta, ya que los vecinos se enojarían con el alboroto que se armaba a las 11 de la noche, cuando ¡Ding Dong! Sonó el timbre. Dudó unos segundos y luego abrió. Ella se quedó allí parada, con la cabeza mirando a sus pies, inmóvil. —¿Sí?— preguntó. —Disculpe, ¿puedo entrar? —¿Qué haces tan pronto como cruzas mi umbral? —Sal de mi vestido y te lo doy. —Gracias, es correcto, muéstrate y luego te daré permiso para usar el baño. —De acuerdo, gracias—, dijo al cruzar la puerta hacia el pequeño recibidor. Se giró hacia la puerta abierta y hacia Dave, y esperó. —¿Qué estás esperando?— preguntó. —Que cierres la puerta. —Eso no era parte del acuerdo, quítate el maldito vestido. Ya no había más aumento. Ella se agachó, tomó el vestido por el dobladillo, se lo pasó por la cabeza y se lo entregó. Él tuvo que contener una exclamación de asombro; el cuerpo ante él era una visión magnífica. Su piel era suave y blanca, sus pechos, bellamente coronados por un par de pezones que sobresalían como pidiendo una buena mamada. Su v****a era un atractivo montículo con una sutil abertura casi central que ocultaba sus placeres internos, depilada quizá hacía un par de días. De sus folículos emergían pelos negros. Tenía una barriguita ligera, pero en realidad, era una mujer atractiva. —Gira y dóblate por la cintura y separa las nalgas. —¿Qué?— Un jadeo asombroso. —Me escuchaste y dejaste de cuestionarlo todo. —Claro, pero cierra la puerta. —Deja de negociarlo todo, date la vuelta, abre tus nalgas como una buena chica. —Esto es humillante—, murmuró. —Ahora lo entiendes, no me dejes repetirlo. Haz lo que te digo. Ella se giró lentamente, quedó de cara a la pared del pequeño salón y puso sus manos detrás de ella para separar sus nalgas como se le pidió. —Más ancho, ponle un poco de esfuerzo, estírate para poder verlo todo y mantén esa postura. Ella accedió a la petición, ofreciéndole una vista sin obstáculos de la dulce v****a, el pliegue que conducía a los músculos marrones y anudados del esfínter. Él sacó su teléfono y pulsó el botón de grabación, así que consiguió una buena toma de todas sus partes principales. Se podía ver el brillo de sus fluidos saliendo de su vulva. Esta chica estaba completamente excitada. La polla de Dave estaba tan dura que intentaba salirse de sus pantalones. Pensó que debería tomarla allí mismo, frente a la puerta abierta. —¿Ya terminaste de mirarme boquiabierto?— dijo entre sus piernas. —Tienes unos pelos ya crecidos en la entrepierna. Voy a tener que quitártelos. Cuando te suelte, ve al baño y orina. Recuerda limpiar bien esa zona porque no quiero que tu orina tenga sabor cuando te lama el clítoris hasta el final. Y mientras estás ahí, trae las pinzas para cejas y te quitaré los pelos que te molestan. —Está bien, ¿puedo levantarme ya? preguntó de nuevo. Dave pasó su mano sobre su nalga, y bajó por su grieta explorando su coño mojado con dos dedos, se deslizaron sin un solo problema, esta humedad le estaba causando algunos problemas a él mismo, retiró los dedos y rodeando su cuerpo los colocó sobre sus labios.
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