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El jefe que quiero

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Libro #1 de la serie: Mi jefe

Lena Reyes es una abogada brillante y una mujer exitosa. Tiene la vida resuelta, un excelente prometido y la meta de un cargo de trabajo soñado, todo esto si cumple con las expectativas familiares. La vida puede complicarse cuando tu perfecto mundo explota en mil pedazos. Un engaño, una conversación maliciosa y la imagen perfecta pueden hacer que tu lado rebelde por fin salga a la luz. ¿Qué sucederá cuando el hombre que no debes desear se presente en tu vida? ¿Serías capaz de manejarlo?

Alonso Navarro es un empresario exitoso, un millonario que forjó su nombre de la nada. Ha luchado durante años por esa meta y no descansará hasta que las personas que no creyeron en él se arrepientan de sus palabras. El engaño, la traición y el dolor formaron parte de su vida, por lo que niega los sentimientos absurdos, sin significado. ¿Qué sucederá cuando una mujer llegue a su vida para atraerlo como nadie y hacer que rompa todas sus reglas? ¿Será capaz de manejarlo?

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La consentida
La vida está llena de ilusiones y malas decisiones, o al menos eso era lo que creía Lena Reyes. Siendo de una de las familias adineradas de su ciudad siempre había tenido todo lo que había querido, el dinero para cumplir, pero sin la libertad que corresponde. Su vida era lo que todo el mundo deseaba, hasta que conocían lo que realmente implicaba ser la imagen perpetua de una marca. No, no es nada fácil. La mayor parte del tiempo tienes que ser lo que el público quiere que seas y el resto del tiempo intentar cumplir con las expectativas familiares. Eso en su caso, claro está. Ella esperaba que no fuera así para la población en general, pero no se hacía demasiadas esperanzas, al fin y al cabo siempre hay que llegar a unas metas que no te impones tú. Su familia siempre había sido una gran parte de su vida, eso era obvio. El apellido Reyes era famoso en todo el país, ya que desde hace generaciones su familia había fundado Tecnologías Reyes, la empresa que los mantenía en el status que todos disfrutaban. Su abuelo era quien había iniciado el sueño, con sus ahorros y ayuda de algunos de sus amigos cercanos había comenzado con televisores, invirtiendo en marcas populares de la época hasta que pudo crear la suya. Había conseguido financiamiento y la empresa había ido creciendo, con el tiempo su fueron añadiendo cada vez más aparatos como celulares, reproductores de música, entre muchas otras cosas. El último añadido había sido un aparato parecido a lo que se conocía como Alexa, un dispositivo central del hogar. Su hermano, Jesús, era quien lo había sugerido, por lo que su padre, Rodolfo, presidente del departamento de desarrollo, como de muchos otros departamentos, había apoyado la idea y era eso lo que se encontraban trabajando en ese momento. Su madre, Renata, por otro lado, era la presidenta del departamento de publicidad y su hermana mayor, Lily, le seguía los pasos, eran ellas quienes se encargaban de la publicidad a nivel nacional del nuevo aparato que saldría al marcado dentro de tres meses a partir de ese momento. Los números de la empresa eran exorbitantes por lo que un departamento de finanzas fue necesario, así como un departamento de recursos humanos y el departamento legal. La verdad era que no había necesidad que no estuviera cubierta en Tecnologías Reyes. Sus tíos, los hermanos de su padre, Rodrigo y Rafael, trabajaban en finanzas al igual que uno de sus primos, Ricardo y en ese mismo departamento, en la parte de contabilidad, trabajaba su prima y némesis natural, Lorena. Sus padres que había incentivado a todos sus hijos a escoger carreras que pudieran utilizar en favor del imperio que hoy en día era la empresa, eran quienes dirigían el circo por órdenes de su abuelo Doménico, que se había retirado el día en que su abuela había muerto. El viejo vivía en una mansión en la ciudad de la que solo usaba la mitad, era obvio que ella no se llevaba bien con él. Todo aquel que se llamara Reyes, nacía con una clase de obligación, su vida siempre estaría ligada a la empresa aunque no lo quisiera. Era por esa razón que su padre había estudiado ingeniería, sus tíos eran administradores, sus primos administradores y contadores. Las familias finalmente se unían, la de su madre lo había hecho al ser ella una de las publicistas más famosas de la ciudad, por ende había sido contratada en la empresa Reyes, se había enamorado de su padre y resto era historia antigua. Su hermano había crecido para ser un ingeniero como su padre junto a su hermana mayor que era una publicista tan buena como su madre, luego había nacido ella, la niña sorpresa, la que no había sido la planificada. Lena era la que no combinaba con el resto, ella no había querido estudiar ingeniería ni publicidad o administración. De alguna forma había querido tener más independencia por lo que se había decantado por leyes, un departamento que nadie de la familia había cubierto. Su abuelo, que al principio la había rechazado pudo ver las ventajas de su decisión y de inmediato la alabó, para su descontento. Ella se graduó antes porque sus notas eran realmente altas y desde su graduación había trabajado en la empresa. Eso había sucedido hace más de un año. Era en ese lugar en el que se encontraba trabajando en ese momento, la segunda oficina más grande del lugar. Lena no era la presidenta del departamento legal porque su abuelo había decidido dejar en labor al abogado brillante que tenía años, contratado. Le ofrecía a ella el puesto solo si luego de sus tres primeros años de prueba superaba las expectativas como lo había hecho en la universidad. Y allí regresaban con lo de las expectativas, lo más desagradable de pertenecer a la familia Reyes. Ella, sin embargo, había aceptado el reto de su machista abuelo y hasta ahora había logrado muchas patentes, muchos derechos por producto, por lo tanto, mucho dinero para la empresa. Su abuelo que como siempre, no lo había esperado había quedado sorprendido. Esto había sido comentado en la última cena familiar y Lorena lo había odiado, como con todo lo que se refería a ella. Ella dejó los papeles en los que estaba trabajando en ese momento y se dirigió a la oficina del presidente y su jefe directo. -Hola, cielo- la saludó él con una sonrisa y lanzándole beso. -¿Vamos a almorzar cariño?- Preguntó ella respondiendo el beso. Sí, ella tenía una relación romántica con su jefe. Daniel había entrado a su vida como nada más que alguien a quien superar, un peldaño en las metas de su abuelo, pero su acercamiento había marcado la diferencia, había sido paulatino aunque intenso. Él era el hombre más dulce y atento que alguna vez hubiera conocido por lo que fue natural que ella cayera rendida por él en cuestión de meses. Ellos habían anunciado su relación, que hasta ese momento había sido un secreto, en una de sus reuniones familiares. Como siempre, su abuelo había quedado impresionado con ella. De inmediato comenzaron las relaciones con el bufete de abogados que pertenecía a la familia de Daniel, su abuelo había estado feliz y en una conversación privada que habían tenido, aunque solo había hablado el viejo, le había dicho que estaba complacido con el ojo para las relaciones comerciales que ella poseía. Ahora tendrían un bufete completo de abogados que trabajarían para ellos más allá de las fronteras de la empresa Reyes. Lena había estado impresionada de que abuelo hubiera visto su relación como una transacción y comenzó a preguntarse si las relaciones de sus tíos o incluso la de sus padres habían comenzado así. -Claro que sí, preciosa- aceptó él -déjame terminar esto y en unos minutos estoy contigo. -Señorita Lena- la saludó Sofía que entraba en ese momento -aquí tiene los papeles que me pidió señor Ortiz. -Gracias Sofía- agradeció él tomando los papeles. Ella se sentó en uno de los sillones en la esquina de la oficina. -¿Necesita algo señorita?- Preguntó Sofía con su típica sonrisa amable. -No, gracias- contestó ella con una sonrisa -solo estoy esperando aquí, como siempre. -Los hombres y su trabajo- se burló la mujer antes de salir. Ella la miró irse. Sofía era la secretaria de Daniel casi desde que este había llegado a la empresa, la mujer era menuda, dulce, amable y la persona más organizada que hubiera conocido. Ella comprendía porqué Daniel jamás la había dejado irse, siempre dándole bonos. Era impecable en su trabajo y eso nadie podía negarlo. -¿A dónde te gustaría ir hoy, cariño?- Preguntó Daniel levantándose del escritorio. -Hay un nuevo restaurante de sushi que pensé que podríamos probar- ofreció ella con una sonrisa. -Mientras no termine en el baño como con ese restaurante hindú- pidió él mientras ella se reía -mi estómago no podría soportar otra aventura como esa. -Descuida, el lugar tiene muy buenas reseñas- explicó ella riendo todavía. -En ese caso, todo bien- aceptó él acercándose para besarla. Ellos salieron de la oficina tomados de la mano, la mayoría de las miradas que al inicio los seguían fueron decayendo cuando todo el mundo en la oficina se acostumbró. Su relación ya tenía ocho meses por lo que era momento. Claro que, una vez en el ascensor que los llevaría al estacionamiento, las miradas regresaron. Ambos se quedaron en la parte trasera de espacio y Daniel respondió algunos saludos de personas que ella conocía solo de vista. Llegaron al estacionamiento y en minutos estaban en camino por la ciudad, el GPS los guiaba a la dirección del restaurante que ella quería visitar. Al llegar su auto fue llevado al estacionamiento privado y un mesero amable los guió a una de las mesas privadas. El lugar era hermoso, algo pequeño, pero su decoración estaba acorde con la comida que se ofrecía, había incluso algunas mesas con cojines típicos para sentarse en el suelo. Ellos ordenaron y en minutos su almuerzo llegaba. -Está delicioso- comentó ella con complacencia. -La comida está buena- contestó Daniel -pero el lugar no es lo que esperaría, es pequeño y su ambiente es demasiado hogareño. -Y eso es exactamente lo que me gustó- refutó ella. -Creo que prefiero el restaurante al que siempre vamos- concluyó Daniel. Ellos siguieron su almuerzo aunque una extraña sensación se había alojado en el pecho de Lena, era extraño que Daniel fuera rudo con la crítica a ningún al que ellos fueran, de hecho, esa era una de las cosas que más le había atraído de él, no era como sus familiares, antes de juzgar algo prefería conocerlo. Pero desde hace un tiempo había comenzado a notar aquello, era como que ellos habían creado una rutina y Daniel era reticente a dejarla. Él seguía siendo atento, dulce, amable, todas las cosas que a ella le encantaban pero ya no era tan abierto con las nuevas experiencias. -¿Y cómo ha ido tu día?- Preguntó ella en un intento de cambiar la conversación. -Bastante bien, aunque tu abuelo ha estado llamándome- dijo él. -¿Mi abuelo?- Preguntó ella sorprendida -¿para qué? -Al parecer quiere saber qué haremos, ahora que somos pareja, con la disputa del puesto de presidente del departamento- explicó él. -¿Y tú qué le dijiste?- Preguntó ella interesada. -Que las cosas seguían igual- dijo él riendo -que si tus méritos eran tan buenos como se establecieron, entonces el puesto sería tuyo, pero que yo no dejaría ir mi trabajo tan fácil. Lo de siempre. -Prepárate para perder abogado- amenazó ella riendo -porque ese puesto será mío. -Solo si me vences, cariño- se defendió él orgulloso -y eso, déjame decirte, no es nada sencillo. -Yo lo haré- concluyó ella todavía sonriendo. -Veremos- terminó él. -Gracias- ofreció ella de pronto seria -agradezco que no asumieras que por ser pareja ya no querría el puesto, es importante para mí. -Lo sé, cielo- dijo él tomándola suavemente de la mano -jamás lo haría, además, prefiero competir. Así yo también sé que merezco mi puesto, es por eso que dejé el bufete de mi familia. -Comprendo y sé que no fue sencillo, entiendo como puede ser la familia- dijo ella. -Lo sé- comentó él riendo -tu familia es incluso más intensa que la mía. Ellos se levantaron entonces y se dirigieron a la empresa para continuar su trabajo. Ella se concentró en todas las cosas que tenía pendiente hasta que la noche cubrió el cielo sin que lo notara. Se dirigió a la oficina de Daniel de nuevo. -Me voy- anunció ella en la entrada -hoy hay cena familiar. -Yo tengo que quedarme un rato más- se lamentó él -lo siento. -Descuida, lo entiendo- dijo ella -pronto yo seré quien te diga eso. -Eres ruda, mujer- se quejó él riendo -ven y dame un beso antes de irte, no saludes a tu abuelo por mí. -Jamás- comentó ella riendo antes de darle el beso. Unos minutos luego salía de la oficina. Sofía venía en su dirección, para acercarse a su escritorio. -¿Se va señorita?- Preguntó la mujer. -Sí, tengo cena familiar- explicó ella a la mujer que ya debía saberlo. -Supongo que el señor se queda- dijo la mujer apenada -hoy no me iré temprano. -Puedes hacerlo, no creo que a Daniel le moleste- ofreció ella -tu trabajo ya es muy bueno. -No es por mi ausencia que me dan los bonos- dijo la mujer sonriendo -así que me quedaré. -Hasta mañana entonces- se despidió ella y se dirigió al ascensor. Lena en lugar de dirigirse al estacionamiento hizo una parada en el departamento de finanzas y se dirigió a la oficina de contabilidad, pidiendo al cielo no encontrarse con su prima. No había casi nadie para su buen humor. -Ale, ¿estás aquí?- Llamó ella. -Claro que sí- contestó su amiga saliendo en ese momento. -¿Ya te vas? -¿Por qué?- Preguntó su amiga -¿a dónde vamos? Como siempre, Alejandra estaba dispuesta a todo. Su respuesta le ganó una sonrisa. Ellas se habían conocido en la universidad y nunca habían dejado de ser amigas. Era por ella que Alejandra trabajaba en Tecnología Reyes. El año anterior una empresa casi tan grande como la de ellos, la competencia directa, le había ofrecido un puesto de líder en el departamento de finanzas, pero su amiga se había decantado por su empresa y ella había sabido que lo hacía para no dejarla sola. En ese tiempo lo había necesitado, siempre le estaría agradecida por eso. -Cena familiar- dijo ella sin más. -Oh sí, encantada- aceptó Ale riendo -ya quiero amargarle la vida a tu feo abuelo. -Trabajando aquí ya cumples esa función- comentó ella riendo mientras bajaban al estacionamiento.  -Mejor más que menos- dijo Ale -nunca es suficiente con el viejito. Ellas rieron hasta llegar a sus autos. -Te sigo- dijo Ale antes de subirse a su auto. Ambas se dirigieron a la mansión de su abuelo. El mayordomo tan amargado como su abuelo las recibió y las llevó al comedor. Allí sentados en la gran mesa se encontraban, su abuelo sentado en la cabecera, sus tres hijos a sus lados. Su madre y sus hermanos al lado de su padre, sus primos del otro lado junto a su tío. -Buenas noches familia, espero que todos estén muy bien- saludó Ale al entrar con una sonrisa gigante. -¿Y a esta mujercita quién la invitó?- Preguntó su abuelo de inmediato -es una cena familiar, tengo que estarla viendo en todos lados. -Dichosos sus ojos, abue- lo picó Ale. -Yo lo hice abuelo- contestó ella resuelta, tener a Ale de su lado siempre le había dado confianza. -De verdad Helena, siempre me han impresionado tus logros, tanto en la universidad como en el trabajo- comenzó su abuelo viéndola -y cualquiera diría que por esa razón, además de tu elección de novio que es muy buena, tendrías mejores amigos, pero esta mujercita no cumple ninguna de esas expectativas. -Y yo feliz porque soy de su familia abuelo- dijo Ale con fingida tristeza -las cenas son fantásticas. -Tú no eres parte de la familia- gruñó el viejo -la vida me salvó de eso. -¿Cómo qué no?- Preguntó Ale con teatralidad -¡¿Rafael, todavía no les has contado sobre nosotros?! -Lo siento cariño, no me ha dado tiempo- dijo el aludido realmente divertido. Su tío era el soltero de la familia. -Has tenido demasiado tiempo, diría yo- se quejó Ale con una sonrisa picarona -pero no me molesta un poco más. -Yo siempre me tomo mi tiempo- contestó su tío como quien no quiérela cosa. -Es suficiente- terminó su abuelo con el rostro rojo -si es necesario que te quedes, entonces te vas a comportar. Aprende lo que significa ser una Reyes. -Cumplir muchas expectativas, abuelo- explicó Ale seria -eso lo sé. Mi trabajo en su empresa es impecable. -Pero es de Lorena de quien siempre escucho en el departamento- recalcó el viejo. -Tal vez deberíamos preguntarnos la razón- contestó su amiga haciendo que Lorena perdiera la sonrisa que había lucido. -¿Me estás acusando de algo?- Atacó su prima. -¿Debería?- Contraatacó Ale mirando a Lorena fijamente -no creo que haga falta. -Si no estás complacida en nuestras empresa- comenzó su tío Rodrigo defendiendo a su prole -tal vez deberías considerar retirarte. -Tal vez debería- siguió Ale -a ver cómo funciona la oficina de contabilidad sin mí. -Tan bien como ha funcionado hasta ahora- recalcó Lorena molesta y roja, un rasgo que había sacado del abuelo. -Tú no te vas a ningún lado Ale, no seas tonta- negó ella de inmediato. -Y yo pensando que el abuelo estaría feliz porque por fin su hijo había sido cazado- le dijo Ale recuperando su sonrisa mirándola a ella -la boda de mis sueños. -Yo encantado- dijo su tío riendo -la noche de bodas sería divina. -Llámame cariño- dijo Ale viendo a su tío directamente -no hace falta que sea una noche de bodas, solo una noche. Y con eso, sus tíos junto a su padre no pudieron evitar reírse. Sus hermanos veían a Ale como siempre lo habían hecho, con una especie de respeto y su madre solo sonreía viéndolas a ambas, con orgullo por no dejarse pisotear. Un fragmento de su familia sí que consideraba a Ale como parte de ellos. La cena transcurrió como siempre, llena de silencios que Ale cubría, temas relacionados con la empresa y nada más. Siempre era lo mismo y por esa razón ella se aburría en cada ocasión. -Helena- la llamó su abuelo -hoy he hablado con Daniel, me sorprende que no esté aquí. -Lo sé, me lo dijo- admitió ella -pero tuvo que quedarse. -Es bueno que se tome su trabajo en serio- alabó su abuelo -Le he preguntado sobre los planes para la dirección del departamento legal. -Y creo que él le aclaró todo- comentó ella seria. -Sin embargo no creo que sea la mejor decisión- concluyó el viejo -si las cosas avanzan entres ustedes, que creo que lo harán, pronto estarás casada y llena de niños. Así no podrás cumplir con las responsabilidades que requiere ese cargo, ahí ves a Daniel, todavía está en la oficina y no aquí. -Mi madre está aquí abuelo- defendió ella molesta - y si ella lo hizo, yo puedo hacerlo. -Bueno, hasta ahora me has sorprendido- dijo el hombre como si eso fuera suficiente -pero tu madre es un excepción a la regla, además ella era más dedicada al trabajo hasta que los tuvo a ustedes. -Y tú eres feliz con todos tus nietos, Doménico- afirmó su madre -no creo que sea algo de lo que tengas quejas, ¿o sí? -Por supuesto que no, los niños les han salido bastante bien- aceptó el viejo -tal y como me dijo mi Helena. Es una lástima que yo haya tenido razón con esa mujercita que escogiste tú, Rodrigo. Su tío solo frunció los labios, molesto. -Como decía- interrumpió ella intentando salvar a su tío de otro sermón -Yo no soy como cualquiera, creo que he demostrado que no puede subestimarme. -Sigues siendo una mujer- concluyó su abuelo tomando de su copa. -Y soy una de la mejores de mi departamento- masculló ella a punto de explotar. -Daniel sigue siendo mejor. -Bueno familia, esto ha estado delicioso, fantástico como siempre- interrumpió Ale -pero es momento de irnos. Rafael, llámame, tienes mi número. -Lo haré, preciosa- fue lo último que ella escuchó antes de salir del comedor. Ella sabía que su amiga lo había hecho para evitar las consecuencias de contestarle una barbaridad a su abuelo, por mucho que lo mereciera. Alejandra se levantó, la tomó del brazo y ambas se fueron unos minutos después. Lena sabía que probablemente recibiría una llamada de sus padres pero en ese momento no deseaba escucharlos. Ellos era buenos, los mejores pero siempre habían actuado bajo el mando de su abuelo. Ser parte de su familia era complicado y ella agradecía cada día que tuviera con Ale y Daniel, ellos entendían. -¿Mi casa?- Ofreció Ale en el estacionamiento. -Y todo tu bar- concluyó ella. Siempre terminaba en la casa de Ale en sus cenas familiares. Era necesario y por eso ambas rieron antes de ponerse en camino. Al día siguiente no recordaría nada.

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