No importa lo bien que lo hagas, siempre puedes ser más astuto. Ese era el tipo de pensamiento que lo había llevado lejos. Alonso lo sabía y se lo había demostrado a todo aquel que se atreviera a contradecirlo. No habían importado los obstáculos, los prejuicios e incluso su orgullo o posibilidades, lo había hecho todo para triunfar y lo había logrado, con creces diría él. Ya nadie podría decirle que estaba perdiendo su tiempo o que malgastaba sus oportunidades. Había decidido hace mucho tiempo que sería su propio jefe, el dueño de su creación, algo que le diera orgullo y respeto, así que no había parado hasta conseguirlo y ahora, era suyo.
Las cosas no habían sido sencillas, sobre todo porque su familia no era lo que se diría funcional ni tradicional. Su padre, Eduardo Navarro, había sido un millonario hijo de papá que había embarazado a su madre, Lucía, una borracha y fiestera empedernida en su primer y único encuentro. No se habían casado nunca porque su abuelo lo había prohibido, pero su padre se vio comprometido con su responsabilidad hacia un nuevo hijo que no había deseado. Y aunque era muy mala pareja, resultó ser un buen padre. Hasta que como siempre, lo arruinó todo, de la peor manera posible.
Su media hermana, Lisa, producto de un matrimonio fallido, era la persona más cercana a él. Ella era menor que él y siempre se había sentido protector con ella, eso la había fastidiado sus primeros años cuando él había hecho huir a la mayoría de sus novios, ahora ella se lo agradecía porque aquellos tipejos resultaron una basura, todos. La verdad era que apoyar y defender a su hermana pequeña era algo que le salía natural.
Alonso había tenido que enfrentar muchos obstáculos a lo largo de su vida y uno de ellos había sido su abuelo paterno. El viejo era un insufrible que no dejaba de denigrarlo por ser un bastardo, como él lo llamaba. De niño, aquello había sido demasiado para él, al crecer sus palabras dejaron de importar, pero las marcas de aquello quedarían siempre como una parte de su personalidad, al menos él había sabido aprovechar el sentimiento. Ahora el viejo tenía tres años de haber fallecido y él esperaba que se estuviera pudriendo en el infierno por todo el abuso que lo había hecho sufrir como un niño pequeño de seis años.
Él no lamentaba ninguna de sus experiencias de vida, puesto que eso era lo que lo había hecho crecer y no dejarse derrumbar por nada. Se había marcado una meta y con la ayuda de su padre junto con algunos inversores había iniciado la empresa que hoy en día le pertenecía. IA-Tecno era su mayor orgullo, era una de las empresas de tecnología más nuevas y sin embrago, ya formaba parte de la vanguardia, en todo el país era conocida siendo la competencia directa y más grande para Tecnologías Reyes, la más antigua y exitosa de todas.
Era en ese tiempo que Rutty había entrado a su vida, él había estado dispuesto a abrirle su alma, compartir todo, casarse con ella, tener una familia, pero ella no había sabido quererlo y lo había traicionado. Eso era algo que agradecía, lo quemaba como ninguna otra traición pero le había dado el impulso que necesitaba, con perseverancia y algo de locura se había dedicado enteramente al trabajo y en solo ocho años era dueño de lo que había logrado como empresa. Ser uno de los mejores, implacable.
Fue por eso que el día en que fue invitado a la exposición anual de tecnología en la sala de fiestas del hotel Saint George, se sintió emocionado. Él sabía que aquello era solo una fachada para que las personas más poderosas y adineradas del país pudieran hacer relaciones. Alonso estaba preparado para hacer las mejores, su trabajo y producto le daban renombre. Él sabía que nadie podría negar su éxito, estarían emocionados de hacer negocios con él, pero deseaba que la empresa Reyes fuera con quien colaborara, el departamento de desarrollo de aquella compañía era absolutamente brillante, prestaban atención mínima al detalle y siempre quedaba impresionado con eso.
Él había llegado del brazo con Rutty, en ese tiempo aún seguían juntos, todo el mundo los había admirado como la pareja perfecta, no podrían haber estado más equivocados. La cantidad de personas con dinero y exitosas en la sala, era tal como se lo había imaginado. Dedicó la noche a observar atentamente como las asociaciones eran hechas bajo una fachada de comodidad hasta que vio a Doménico Reyes sentado en una mesa como si del mismo rey se tratara, no le sorprendía que el hombre realmente se lo creyera y en un sentido empresarial podrían ostentar el título. No muchos se acercaban por lo que luego de un gran trago de alcohol para darse ánimos se acercó a la mesa del hombre.
-Buenas noches, seños Reyes- saludó él haciendo que los ojos se voltearan -espero no molestarlo.
-¿Y tú quién eres hijo?- Preguntó el hombre luciendo algo fastidiado, como si le molestara que otro desconocido se acercara.
-Mi nombre es Alonso Navarro…
-El dueño de IA-Tecno, sé quién eres- afirmó el hombre con una media sonrisa -ven, siéntate.
Alonso se acercó y se sentó junto al hombre.
-¿Una copa?- Le ofreció Doménico y él aceptó -ahora dime, ¿por qué estás aquí?
-¿En este evento o en esta mesa?
-Si puedes contestar ambas dudas, sería toda una hazaña- comentó el anciano riendo.
-Supongo que en este evento por lo mismo que todos, relaciones públicas y asociaciones, señor- explicó él con naturalidad -y en esta mesa, creo que es obvio. Su compañía es la más antigua y su departamento de desarrollo es brillante, creo que juntos podríamos crear algo muy bueno. Nosotros buscamos cubrir necesidades diarias en el hogar pero al mismo tiempo romper las barreras de la tecnología, creo que usted me apoyará en eso.
-Y lo apoyo- aceptó el hombre -pero como comprenderás, se necesita más que la palabra para hacer negocios.
-Y lo tenemos- afirmó él con la confianza suficiente -no por nada logré que mi compañía estuviera entre las mejores en solo cinco años, no me sorprendería que pronto estuviéramos a la par de empresas como Tecnologías Reyes o incluso TecnoNovedades.
-Y es por eso que tengo una oferta para ti- dijo el anciano haciéndolo sonreír. Al parecer logrearía su objetivo -¿qué te parecen 300 millones?
-Es suficiente presupuesto diría yo- dijo él emocionado -supongo que tendrá algún proyecto en mente.
-No hijo, creo que te estás equivocando- rechazó el hombre mirándolo atentamente -como hombre de negocios puedo ver el potencial en la empresa que has creado, pero para que llegue al nivel de Tecnologías Reyes hace falta mucho más que eso, las relaciones y asociaciones son muy importantes como has mencionado, pero a ti te faltan las influencias y para ser sincero, por la pobre demostración que me has dado hoy no creo que llegues muy lejos. Es por esa razón que te ofrezco comprar la compañía ahora, evitemos el resto.
-¿Comprar?- Dijo él conmocionado -mi empresa no está en venta señor Doménico, pensé que estaría interesado en lo que nuestras compañías podrían hacer juntas.
-Nada que Tecnologías Reyes no pueda hacer sola- recalcó el viejo con sorna -¿en serio pensaste que me asociaría contigo? Un joven sin nombre que no aportaría demasiado, eso sería una pérdida de tiempo, te superaremos pronto, es inevitable.
-Lo dudo mucho- refutó él molesto -tal vez debería ocuparse en que sus productos no que queden atrás, porque yo estoy seguro de que pronto no podrá superar a su competencia y ese seré yo.
-Supongo que con eso rechazas mi abundante proposición- terminó el viejo -en ese caso, por favor deja la mesa. No tenemos nada más que discutir.
Más molesto de lo que nunca había estado y sintiendo como si su cabeza fuera a explotar se alojó de la mesa directamente al bar. Pidió el trago más fuerte que pudo pensar y se lo tomó completo. Aquello no había sido un error del todo, no se arrepentía de hacer lo que había ido a hacer, pero jamás se hubiera imaginado que un hombre del que la gente hablaba tan bien tuviera una personalidad como aquella, el viejo era un insufrible snob y eso por decir poco. Pidió otro tragó para tomarlo completo, de nuevo.
-Por lo que veo no fue nada bien- dijo una voz a su lado. Él se volteó solo para encontrarse a Benjamin Weber, el dueño y fundador de TecnoNovedades.
-¿Qué te lo dice?- Preguntó él irónico -¿tal vez mi cara de que quiero matar al viejo?
-Todos hemos pasado por eso- contestó el hombre riendo -sabía que pasaría, me hizo lo mismo el año pasado en mi primera reunión.
-Excelente- dijo él con burla -al menos sé que entretuve a todos aquí.
-Es por eso que tengo una propuesta para ti…
Y con esas palabras fue sellado el destino. Tres años más tarde su empresa era la competencia directa de Tecnología Reyes, la empresa de Benjamin no se quedaba atrás, ese era el trato. Ellos tres eran los dirigentes del mercado y esperaban superar a cualquier compañía antes de anunciar su asociación. Deseaba tanto ver el rostro del viejo Doménico ese año en la reunión. Tendría la satisfacción de mostrarle su éxito y su equivocación. Era casi como demostrarle todo su éxito a su difunto abuelo, le daría casi la misma satisfacción sádica, lástima que eso no fuera posible. De todas formas, seguro que unir a su abuelo y al viejo Reyes sería como unir a dos demonios líderes, la peor combinación.
Aquella mañana se había levantado de buen humor, había conducido hasta la oficina y se había dedicado a su trabajo desde muy temprano. A lo largo de la mañana las consultas habían llegado constantemente hasta que tuvo que detenerse para poder almorzar.
-¿A dónde vamos hoy?- Preguntó Lisa entrando en su oficina. Siempre hacía lo mismo.
-Pensé en quedarme aquí y solo ordenar algo- explicó él.
-No, eso no es lo que haremos- negó su hermana tomándolo del brazo -vamos a salir de esta oficina en la que has decidido vivir tu vida e iremos a comer algo delicioso.
Y con una fuerza que él no sabía que ella tenía lo levantó de su silla. Una hora más tarde se encontraban sentados en un restaurante que su hermana había escogido de comida Tailandesa, según sus palabras la comida era la mejor del mundo, pero no confiaba demasiado en eso. Una vez que fueron servidos su hermana comenzó a hablar.
-Benjamin a estado atento a nuestros movimientos publicitarios- dijo Lisa -deberían intentar usar métodos distintos al menos en eso si no quieren que nadie se entere de su “sociedad secreta”- terminó ella haciendo comilla en el aire.
-No tienes que hacer eso Lisa y nadie lo sabrá- rechazó él -nunca lo han hecho hasta ahora.
-Sí, pero ustedes no son nada sutiles- recalcó ella -me atrevería a decir que cada día lo son menos.
-Y no hay que serlo.
-Como tú digas- se burló ella y sin verlo a los ojos mencionó -hoy papá llamó de nuevo.
-No empieces de nuevo Lisa- dijo él molesto solo con la mención -sabes que no quiero hablar con él, mucho menos verlo y no me vas a hacer cambiar de parecer.
-Es nuestro padre- musitó ella -sería bueno que le dieras una oportunidad.
-Y se la di, en la empresa- afirmó él -pero más allá de eso no lo quiero cerca de mi vida. Eso ya lo hice y sabes todo lo que sucedió, fuiste un testigo directo, para tu infortunio.
-No puedes culparlo para siempre Alonso- siguió su hermana -por mucho que duela, tienes que perdonarlo en algún momento. Es tu padre y siempre lo será.
-Y es en eso en lo que te equivocas- refutó él -no porque sea mi familia significa que tengo que ser compasivo con él. Lo arruinó y no tengo el menor deseo de verlo de nuevo, no quiero tener nada que ver con él en mi vida. Eso no volverá a suceder y es mejor que lo entiendas ahora, puedes decirle que deje de molestar o si quiere puede retirar sus acciones de la compañía y desaparecer. Nada de lo que haga desaparecerá todo lo que hizo, perdió mi respeto junto con mi confianza.
-¿Por qué eres tan rudo Alonso?
-Porque así es la vida Lisa y duele que las personas en las que más confías te apuñalen por la espalda- masculló él con los viejos recuerdos -si quería ser parte de mi vida y ser un padre ejemplar debió replantearse sus decisiones, observar detenidamente, ver cuáles de ellas eran un completo error. No lo hizo, ahora paga las consecuencias.
-Todo el mundo comete errores, incluso tú.
-Hasta hora no he cometido ninguno como ese y si lo hiciera no podría defenderme- se defendió él -ahora termina tu comida tengo que volver al trabajo.
Ellos terminaron el almuerzo en un incómodo silencio, el buen humor que había tenido en la mañana había desaparecido totalmente bajo los amargos recuerdos del pasado. Las horas pasaron lentamente mientras el deber se ocupaba de todo hasta que solo se le ocurrió una forma fácil de deshacerse de todo.
“-¿Lily?- La llamó él -¿cómo estás lindura?”.
“-Mucho mejor ahora que llamas- contestó ella pícara como siempre”.
“-¿Puedes esta noche?- Preguntó él directo como en cada ocasión”.
“-Sabes bien que para ti siempre estoy disponible, dulzura”.
“-Excelente, te veo más tarde”.
Y con eso él se aseguró una noche perfecta, dentro de las posibilidades. Se dedicó entonces a lo que debía y cuando la noche oscura no la dejó ignorarla, tomó sus cosas y se dirigió a su hogar. Abrió la puerta de su departamento sabiendo que Lily estaría allí.
-Por fin llegas- dijo la mujer con una sonrisa ofreciéndole una copa -hoy no tengo demasiado tiempo.
-¿Tu marido ya está en la ciudad?- Preguntó él tomando un buen trago.
-Sí, pero sabes tan bien como yo que él busca su propia diversión- explicó la mujer con una sonrisa -tal y como yo misma lo hago.
-Juro que nunca entenderé su relación- concluyó él sentándose en su sillón con la copa en la mano.
-Y no es necesario, dulzura- afirmó ella sentándose a horcajadas en su regazo -él y yo sabemos lo que queremos, al igual que lo sabemos tú y yo.
-Y en este momento te quiero desnuda- dijo él antes de que sus labios se juntaran.
Se devoraron en un segundo. Sus ropas terminaron en el suelo mientras las caricias ganaban terreno. Lily gemía en su oído mientras él besaba su cuello, sentía como ya estaba preparada, mojada y lista, pero primero tuvo que saborearla. Había algo exquisito en el placer de una mujer que él jamás dejaría de disfrutar y cuando ella se corrió dejando en sus labios su puro y dulce sabor fue el momento en el que la penetró con fuerza. Las embestidas eran fuertes tal y como a ella le gustaban, los fuertes azotes no faltaron haciéndola gemir, la velocidad fue en aumento hasta que su cuerpo quedó laxo con su orgasmo. Se corrió con ella dejándola húmeda y llena de su semilla.
-Ahora quiero montarte yo- gimió Lily unos minutos después cuando ambos recuperaron el aliento.
Se quedaron en el mueble disfrutando de sus cuerpos hasta que se hizo tarde. Ellos nunca decían demasiado en sus encuentros y a veces eso le resultaba extraño, vacío, como el hecho de que ella siempre se iba justo luego de que ambos terminaran. Dicho y hecho, ella ya se levantaba.
-Espero que no te moleste que use tu baño, dulzura- dijo la mujer ya alejándose -se supone que me veré con Adolfo para una fiesta con sus compañeros.
-Así que viniste a acostarte conmigo justo antes de ver a tu esposo- reculó él -tengo que decirlo de nuevo, nunca lo comprenderé.
-Y yo lo diré de nuevo, no hace falta cariño- terminó ella con una sonrisa -mi esposo y yo nos comprometimos en muchas otras cosas más que el cuerpo hace mucho tiempo, siempre nos hemos entendido.
-Y lo respeto a pesar de que no lo entiendo.
Ella sonrió entonces y se encaminó de nuevo al baño.
-La verdad es que espero al día que te enamores de una mujer y le dediques todas esas atenciones- anunció ella antes de desaparecer -no espero para ver todas las concesiones que estarás dispuesto a hacer solo para que ella sea feliz, y créeme, nunca es suficiente.
-No creo que eso suceda- gritó él en burla antes de susurrar -jamás dejaría que nadie tuviera tanto poder sobre mí de nuevo, sería el peor error y no lo repetiría. Creo que esa experiencia ya la superé.
Él se levantó entonces dispuesto para la cena, a pasar de los buenos ratos que pasaba con Lily, eran solo eso, buenos ratos que dejaban otro tipo de vacío. Ella era una mujer fascinante pero nunca lo amaría, de hecho, estaba irrevocablemente enamorada de un hombre que al parecer no podía serle físicamente fiel y ella se había adaptado. Él formaba parte de esa dichosa adaptación, todavía le costaba comprenderlo del todo, pero no era quien para juzgar algo que bien sabía, no podía comprender. Era feliz solo disfrutando de los beneficios de aquello, él había conocido al esposo de Lily y había comprobado lo muy enamorados que estaban.
Ella se despidió unos minutos después y lo dejó con el silencio de su departamento, todavía pensaba en las palabras de su hermana, en su padre, pero no podía dejar de estar molesto, no podía dejarlo ir. Las heridas a veces son demasiado profundas para que sanen del todo, siempre duelen y hay que dejarlas para recordar todos los errores que has cometido y las malas decisiones que has tomado. En su resolución, él se dedicaba a ignorar el dolor, utilizarlo para algo mejor, algo que le diera un motivo y con la satisfacción de que pronto superaría a los Reyes con su empresa, con su simple nombre y con algo más que orgullo, se acostó a dormir para enfrentar otro día agotador.