La vida siempre está llena de sorpresas y es por eso que vale la pena vivirla. No importa lo que hagas o en la situación en la que estés, hay algo que te alegra, que te hace respirar un poco de esperanza en un día que sientes que no puedes hacerlo más. Lena sabía que sus días estaban llenos de sorpresas pero muchas veces estar en su familia, ser parte de algo tan grande resultaba realmente agotador. En días así era que tenía a Ale o incluso a Daniel para apoyarla y cambiar su ánimo, hacerla sentir como que valía la pena otro día solo para poder sonreír.
Ella se levantó algo mareada y con un dolor de cabeza de los mil infiernos. El día anterior había terminado con arrebato de ira, se había largado de la casa de su abuelo y se había llenado de alcohol junto a Ale toda la noche. No era para menos que se sintiera como si un tren hubiera pasado por encima de ella y del mundo. Se movió unos milímetros porque su vejiga iba a reventar en cualquier momento, pero Ale estaba acostada junto a ella en una posición que se veía bastante incómoda e irrepetible, ella sonrió al verla. Se movió con cuidado hasta que pudo levantarse, trastabilló hasta el baño y allí se quedó unos minutos, el timbre sonó cuando ella salía y se dirigió hacia allí.
-Supongo que la reunión familiar fue todo un éxito- dijo Daniel en el umbral de la puerta viéndola.
-Como todas las reuniones- se burló ella.
Ella lo dejó entrar. Se dirigieron a la cocina donde Daniel dejó las bolsas que llevaba, una estaba llena con lo que ella imaginaba era el desayuno y otra con café, uno que olía delicioso. Ella gimió antes de tomar el suyo.
-Huelo algo delicioso- dijo Ale saliendo de la habitación con cara de sentirse igual que ella.
-Café y desayuno- anunció ella sonriéndole a Daniel -cortesía de mi novio aquí.
-Tu sí que te ganas tus títulos Danielito- dijo su amiga acercándose -este detalle te quedó divino, si no fueras el novio de mi mejor amiga… tal vez saldría contigo.
-¿Tal vez?- Preguntó Daniel con burla -no lo dudarías.
-No te hagas ilusiones cariño- dijo Ale tomando del café -no soy mujer de un solo hombre.
-Eso no lo dudo- respondió Daniel riendo.
Ellas comieron mientras los tres mantenían una conversación divertida donde Ale le contaba a Daniel todos los detalles de la cena de la noche anterior con su familia. Había sido un desastre como siempre.
-No puedo creer que tu abuelo haya dicho todas esas cosas- se quejó Ale por enésima vez -que hombre tan amargado, el azúcar de tu abuelita le hace falta, ella sí que era fantástica.
-Ni lo menciones, soy yo la que tengo que aguantarlo- se quejó ella -y sí, todos la extrañamos mucho.
-Ahora que ya comieron- comenzó Daniel tomándola de la mano para darle apoyo -me gustaría hablar un momento a solas con Alejandra, si no es molestia.
-¿Qué pasó? ¿Qué hice?- Preguntó su amiga como una niña pequeña con la boca llena -no me digas que tienes que demandarme, no tengo suficiente dinero, me dejarías en banca rota Daniel, tenme compasión. Soy la mejor amiga de tu novia.
-Deja el drama Ale- dijo Daniel riendo y usando el sobre nombre de su amiga -y acompáñame, solo será un segundo.
-Nada sospechoso todo esto- se quejó ella viendo cómo se alejaban y se encerraban en la habitación contigua.
Ella se dedicó a terminar su comida mientras esperaba. Unos minutos más tarde Daniel conversaba con Ale mientras se acercaban de nuevo. Todo resultaba bastante sospechoso y ella solo estaba esperando que le dijeran algo o que Daniel se fuera para que su amiga procediera a contarle la verdad.
-Bueno, creo que es mejor que me vaya- anunció Daniel -debo regresar al trabajo.
-Debería ir contigo- se adelantó ella -yo también tengo que trabajar. Podríamos pasar por mi casa y luego nos vamos.
-No cariño, tú te quedas conmigo- dijo Ale tomándola del brazo.
Daniel se acercó para darle un beso de despedida y luego salió dejándolas solas.
-Muy bien, habla- ordenó ella mirando a Ale.
-Bien- aceptó Ale riendo -al parecer habrá una cena familiar de nuevo.
-¿Cuándo?- Preguntó ella con una mueca.
-Esta noche- explicó Ale -sucede que tu mejor amiga y prima, Lorena, logró llegar a una nueva meta en la compañía y Daniel vino para que no fuera a la oficina a pasar un mal día. Le agradezco la advertencia.
-Siempre intentando ganarse la atención de todos- se quejó ella -Lorena es tan insoportable como mi abuelo. Al menos no tendremos que verla.
-No lo dudo- aceptó Ale -pero como esta noche no será como cualquier otra reunión deberíamos arreglarnos, es algo grande, tenemos que asegurarnos de que nos vemos mucho mejor que Lorena, solo para molestarla.
-Solo por eso mi noche de pronto se ve mejor- dijo ella con una sonrisa -también podríamos dejar de ir, pasar de eso y salir a bailar.
-Sabes que no lo harás, Lena- recalcó su amiga riendo.
-Tienes razón- admitió ella -¿cómo tenemos que vestirnos?
-Bastante formal- dijo Ale con una sonrisa falsa.
-Entonces podemos ir de compras- dijo ella riendo y sacando su tarjeta de crédito -y pasar la tarde tomando cocteles antes de tener que arreglarnos.
-Lo apoyo. Compras, comida y mucho alcohol para alegrarme el día.
Una hora más tarde ellas salían del departamento, Lena llevaba una ropa de Ale prestada. Se subieron a su auto porque era más pequeño y compacto. Terminaron en el centro comercial, subieron a varias de sus tiendas favoritas para escoger la ropa, ambas compraron vestidos. Ella solo compró el suyo porque Ale había insistido, aunque le parecía que era demasiado formal. Se dirigieron entonces a uno de los restaurantes que más les gustaba, sobre todo porque el bar funcionaba todo el día.
Se sentaron en una de las mesas de la esquina y pidieron dos cocteles tal y como habían planificado.
-Deberíamos almorzar antes de comenzar a beber- recomendó ella -probablemente necesite la resistencia esta noche.
-Primero unos cuantos cocteles, luego la comida- dijo Ale con confianza.
Comenzaron a beber como siempre hacían, la mesera del lugar que ya las conocía, se divertía con ellas mientras les servía. Una hora después ordenaron su comida y cuando estaban comiendo un hombre de pronto se acercó a su mesa.
-Buen provecho señoritas- dijo a modo de saludo -espero que no les moleste pero quería saber si podía sentarme con ustedes.
-Hay muchas mesas vacías- comentó ella directa observando el restaurante.
-Y ese es exactamente el problema- siguió el hombre -¿por qué almorzar solo cuando puedo hacerlo acompañado con dos mujeres hermosas?
-Ay amigo, solo siéntate- ordenó Ale riendo -no te avergüences con esas frases poco originales.
-Y yo que pensaba que lo había hecho bien.
Él se sentó riendo. Ordenó su comida y ellas se quedaron allí solo viéndolo.
-Soy Alejandra y ella es Helena- comenzó su amiga usando sus nombres completos, se quedaron esperando por su nombre.
-Yo soy Benjamin- se presentó él -y no estoy acostumbrado a que las mujeres sean tan directas.
-Pues yo lo soy- comentó Ale -y no puedo negarlo, es natural en mí.
-Sí, eso se nota- dijo el hombre viéndolas -solo me intriga como dos personas que parecen ser tan diferentes pueden ser amigas.
Ella lo observó. El hombre era guapo, bastante. Su pelo castaño estaba peinado de forma que acentuaba sus rasgos, su mandíbula era fuerte y marcada, sus ojos oscuros y decididos contrastaban con el color que era de un tono verde amarillento que llamaba la atención de cualquiera. Se veía fuerte y alto. Era un hombre guapo y él lo sabía muy bien.
-A mí me intriga que una persona que va a un restaurante solo y se sienta con desconocidos- comentó ella mirándolo directamente -crea que tiene el derecho de hacer preguntas personales.
-Y por eso es que somos amigas- dijo Ale riendo.
-Lamento si fui maleducado- se disculpó él.
-Ya, solo déjalo ir- dijo Ale con una sonrisa -cuéntanos sobre ti.
-¿Qué les gustaría saber?
-¿Tienes esposa, novia?- Preguntó su amiga acercándose al hombre. Ella solo rio negando.
-Ninguna- explicó viendo a Ale a los ojos -me gusta estar libre y dispuesto para cualquier oportunidad.
-Bueno, puedes ver hacia aquí- dijo Ale señalándose -mi amiga está ocupada.
-Aunque eres preciosa, una excelente elección cualquier día- dijo Benjamin- creo que tú y yo no funcionaríamos.
-¿Por qué?- Preguntó Ale riendo -soy lo mejor que te puede pasar.
-Porque mis gustos son algo particulares- explicó él -no estarías tan dispuesta, de conocerlos.
-Supongo que ahora nunca lo sabremos- terminó Ale con una sonrisa seca -el rechazo no duele tanto, aunque no estoy acostumbrada.
-Y como ya se ha terminado el almuerzo- siguió ella -es momento de que te retires.
-Un placer señoritas- dijo él levantándose -espero verla de nuevo.
Un momento después estaban solas una vez más.
-Que hombre tan raro- comentó ella -eso de sentarse así y hacer ese tipo de comentarios.
-Era sensual cariño, me lo habría llevado a la cama- dijo Ale riendo -lástima que fuera un raro y la verdad es que no dejaba de verte.
-Yo creo que te miraba más a ti- comentó ella algo confundida -solo que lo hacía cuando tú no te dabas cuenta.
-Como sea, eso da igual- terminó Ale luciendo contrariada -dos cocteles más y luego nos vamos. Tenemos que arreglarnos.
Ellas disfrutaron de sus bebidas y se dirigieron al departamento de Ale. Se ducharon, se arreglaron, se maquillaron. Quedaron preciosas para esa noche aunque a ella todavía le parecía que era demasiado para una celebración en honor de su odiosa prima, Lorena. Unas horas más tarde Ale conducía hasta la mansión de su abuelo, ellas bajaron y fueron atendidas por el mayordomo. Se dirigieron al comedor y allí la esperaba una gran sorpresa.
Toda su familia estaba reunida, su abuelo, sus tíos, primos, padres y hermanos junto a algunos familiares de Daniel. El lugar estaba decorado con velas, pétalos blancos, mucho champagne y en el centro de todo estaba Daniel, entre todo ella solo pudo fijar sus ojos en él y ya no pudo alejarlos. Alejandra la acercó suavemente mientras él se encontraba justo en el medio de la sala, la tomó de la mano con dulzura y una sonrisa gigante se dibujó en sus labios. Ella estaba a punto de preguntar por todo aquello, pero él comenzó a hablar.
-Helena Reyes, eres la mujer más dulce y maravillosa que he tenido la dicha de conocer- dijo Daniel como si estuviera diciendo un discurso que había memorizado, estaba nervioso y sudando -nuestra relación no tiene demasiado tiempo de haber comenzado, pero no hace falta demasiado para saber que eres lo mejor que me pudo haber pasado y sería un tonto si te dejara ir.
Daniel se arrodilló entonces todavía sosteniendo su mano, sacó una cajita negra de su bolsillo y la abrió solo para mostrar un anillo de diamantes precioso, tal y como le gustaban a ella, discretos.
-¿Te casarías conmigo?- Preguntó entonces viéndola con amor.
-Sí- musitó ella con lágrimas en los ojos. No se había dado cuenta de que había comenzado a llorar hasta ese momento.
Él la besó entonces y le colocó el anillo cuidadosamente en el dedo. Los aplausos y felicitaciones llegaron después.
-Mis felicitaciones a ambos- anunció su abuelo por encima de todas las voces -es momento de iniciar la cena.
Sus padres los abrazaron antes de sentarse, ella se sentó junto a Daniel y Ale frente a ella.
-Abue, se lo ve feliz por fin- comenzó Ale solo para molestarlo y ella sonrió.
-Pues por fin dices algo cierto- contestó el anciano luciendo complacido -mi único problema es que me veo obligado a tenerte aquí.
-Todos tenemos obligaciones abue- replicó Ale sonriendo -yo lo aguanto a usted y usted a mí.
Fue entonces que las conversaciones corrieron, Alejandra se dedicó a coquetear con su tío Rafael solo para molestar a su abuelo. Lorena y su hermano los felicitaron como si las palabras les dolieran, su tío Rodrigo mostraba su respeto pero eso era todo. En ocasiones así, ella solo deseaba tener una familia normal. Al menos de esa forma no tendría que preocuparse ni amargarse en días que debían ser felices como aquel.
-Supongo que la decisión está tomada entonces- comentó su abuelo en medio de todas las conversaciones -ahora te dedicarás a tu familia y le dejarás la responsabilidad de la compañía a Daniel.
-Ya tuvimos esta conversación abuelo- masculló ella - las cosas siguen exactamente igual.
-No comencemos de nuevo Doménico- interrumpió su madre cuando su abuelo iba a contestar -hace muchos años intentaste convencerme de lo mismo y no te resultó.
-No insistas papá- terminó su padre -hoy es un día de celebración.
-Muy bien- acordó su abuelo pero se notaba que tenía todavía demasiado para decir.
La cena trascurrió entonces sin muchos detalles hasta que las sillas fueron movidas al igual que la mesa y Daniel tomó su mano para invitarla a bailar. Ella solo sonrió y se dejó guiar. Daniel la recostó contra su cuerpo y bailaron lentamente sin importar quienes estaban en la sala, sus padres y otras parejas se unieron, incluida una sorprendida Ale que había aceptado bailar con Ricardo en un extraño desenlace.
-No te emociones Ricardo- dijo su abuelo entonces -hay mejores peses en el mar.
-Ya quisiera él tenerme, abue- se defendió Ale con la destreza que siempre tenía -sacudiría tanto su linda cabeza que explotaría.
-Te das demasiado valor, niña.
-Me doy exactamente el valor que tengo.
Unas horas más tarde cuando el alcohol llenaba las venas de muchos de los invitados, ella reía con las locuras de Ale. Su abuelo se había retirado por lo que el ambiente había mejorado muchísimo.
-Creo que es hora de irnos- comentó Daniel tomándola de la mano.
-¿Tan pronto?- Preguntó ella riendo.
-Es de madrugada Lena- explicó él riendo -y si no nos vamos ahora no podré conducir luego, tendremos que quedarnos aquí, con tu abuelo.
-Buenas noches a todos- gritó ella -nosotros nos retiramos.
-Ahora la celebración privada- insinuó Ricardo riendo.
-Demasiado alcohol para ti, Ricardo mi niño- se burló Ale salvándola -no aguantas nada.
Entre risas ellos se fueron y se subieron en el auto de Daniel. Ale se llevaría el suyo porque era en el que habían llegado. Unos minutos después Daniel se estacionaba en su edificio.
-Buenas noches, cariño- dijo ella para despedirse.
-Yo… pensé que querrías que subiera- musitó Daniel algo incómodo.
A pesar de los ochos meses que tenían juntos ella nunca lo había invitado a su departamento, él la había invitado al suyo, pero nunca habían llegado demasiado lejos porque ella siempre se despedía temprano. Con una sonrisa medida asintió y ambos subieron al departamento.
Una vez allí, encendió algunas luces, Daniel parecía algo cohibido y ella pensaba que era su culpa. Tomó unas copas de la cocina para llenarlas con el vino que había en su nevera.
-Supongo que ahora podemos tomar una última copa sin riesgos ¿verdad?- Dijo ella ofreciéndole el trago.
-Gracias- contestó Daniel con una sonrisa.
Ellos se sentaron en el mueble juntos disfrutando del silencio. No muchas veces él había estado allí y nunca de noche. La verdad era que ella nunca lo había invitado porque tenía un pequeño problema de intimidad que nunca había podido superar y ese problema era que ella era virgen a sus veintisiete años de edad. Y no se trataba de que ella hubiera estado guardándose para algún hombre especial, o esposo, ninguna tontería como esa. Se trataba de que nunca había tenido el tiempo.
En su adolescencia había tenido demasiado miedo de quedar embarazada por error, por lo que había entendido rápidamente que no estaba preparada. En la universidad lo había intentado en dos ocasiones, probando el acercamiento, pero lo cierto era que ninguno de los dos hombres con los que había estado, le habían gustado lo suficiente para llegar a desnudarse. Siempre sintió que querían apurarse, apresurar el momento y eso jamás haría que ella obtuviera ningún placer, así que había tomado sus cosas y se había largado. Lena había dejado pasar el tiempo, se había ocupado de sus cosas y así había terminado sin sexo por demasiado tiempo de su corta vida.
Sí, ella había intentado la masturbación mutua e incluso el sexo oral, ambas cosas le habían gustado pero nunca había querido llegar más allá. Además, las relaciones sexuales no eran tan importantes como el mundo las hacía ver, solo tú tienes el poder de darles la importancia que merecen y ella no había llegado a tanto. Por eso, su bastante incompleta habilidad s****l había quedado como un secreto para todo el mundo menos para Ale, su mejor amiga sabía todo al respecto y estaba segura de que al día siguiente la llamaría pidiéndole detalles.
-Estoy muy feliz y emocionada- dijo ella de pronto -gracias por hacer el día tan bonito.
-Lo mereces- dijo él con una sonrisa acercándose.
-Eres la mejor persona del mundo- susurró ella besándolo -haberte dicho que sí fue la mejor decisión.
-Y con eso me hiciste la persona más feliz.
Otro beso fue lo que siguió. Ellos se besaron entonces, Daniel era delicado con ella y eso le encantó. Sus caricias comenzaron en el cuello y de allí fueron bajando, cuando sus dedos se fijaron en sus pechos, ella lo dejó. Los gemidos comenzaron y ella se subió a su regazo, podía sentirlo excitado y duro entre sus piernas. Lena se frotó suavemente haciéndolo gemir. Daniel la tomó de las caderas mientras seguían excitando sus cuerpos lentamente. Sus camisas se desprendieron y ella nunca se había sentido tan mojada antes.
-Llévame a la habitación- musitó ella con deseo.
Los ojos de Daniel brillaron al igual que su sonrisa antes de levantarse y llevarlos a ambos a su habitación. Una vez allí, los besos continuaron pero en lugar de ser suaves e invitadores eran duros y salvajes. No de un modo agradable. Las manos de Daniel la tocaban por todos lados, usando más fuerza de la necesaria y cuando de esa misma forma él tocó su clítoris ella soltó un grito que nada tenía que ver con el placer. Era como si de pronto toda la paciencia se hubiera acabado. De la humedad que antes había sentido ya no quedaba nada.
-Yo…- dijo ella levantándose e interrumpiendo todo -creo que debería darme una ducha para dormir.
-¿Por qué?- Preguntó Daniel sorprendido -¿qué sucede?
-Me siento algo mareada- se excusó ella.
-Yo también cariño, pero puedo hacernos disfrutar- comentó él riendo -solo regresa aquí.
-¿Cómo?
-¿A qué te refieres?- Dijo él algo perdido.
-¿Cómo vas a hacerme disfrutar?- Siguió ella algo frustrada.
-Tal cual como lo he estado haciendo- explicó él con naturalidad -lo estábamos disfrutando, ¿no?
-No, yo no- dijo ella con sinceridad -fuiste rudo y apresuraste todo. Estaba excitada y de pronto lo arruinaste.
-¿Disculpa?- Gruñó él luciendo molesto -tal vez no apuraría nada si no fueras tan tiesa. Tenemos ocho meses juntos y es la primera vez que me dejas quedarme, no se me perdió el hecho de que nunca me invitaste. Yo insistí.
-Y nunca lo hice para evitar esto- dijo ella apenada -pero no pensé que te lo tomarías tan mal, tú no eres así. No eres de los que presionan, o eso creía.
-Es mejor que me vaya- dijo Daniel sin mirarla.
Con un aire a tristeza dejó la habitación. Ella se duchó para luego acostarse. Se sentía mal, la noche había sido perfecta y su extraña situación s****l ahora le afectaba. Pero aunque ella nunca hubiera tenido sexo no iba a mentir sobre lo que sentía, eso solo crearía más problemas y estaba mal. Solo esperaba poder hablar con Daniel y solucionar las cosas, ella confiaba en su relación lo suficiente para saber que siempre podrían hacerlo mientas estuvieran juntos. Con un poco de ansiedad se quedó dormida.