La esperanza puede ser algo malo, dependiendo de las circunstancias puede llevarte lejos pero también puede dejarte estancado en una continua espera que te fija como el observador de tu propia vida. Era por eso que Alonso jamás dedicaba tiempo a la esperanza y mucho menos a ser el observador de nada, él prefería la pro actividad. Sí, en su ambiente de trabajo, sobre todo siendo el jefe, era necesario que tuviera una capacidad de observación excepcional, y la tenía, de eso no había duda, pero en el enfrentamiento de una situación donde las opciones eran correr o pelear, él definitivamente daría pelea. Espera nunca tener que comprobar la teoría de forma real, pero en su vida había demostrado esa predilección de comportamiento, temía el día en que debiera actuar de forma distinta.
Aquella tarde estaba algo emocionado, la vedad era que hace una semana que se había anunciado en todos los periódicos del país que IA- Tecno había superado por fin las ventas y el desarrollo de Tecnologías Reyes. Había esperado tanto tiempo que no había podido contenerse, había salido y se había emborrachado como nunca antes, se regocijaba en su éxito. Ahora solo faltaba verle la expresión amargada e impotente al viejo Doménico Reyes, eso terminaría de cumplir con todas sus metas. Y precisamente la exposición anual era aquel día, estaba feliz pero también satisfecho en un sentido algo retorcido.
-Se nota lo emocionado que estás, tienes que relajarte- dijo Benjamin entrando a su oficina como si de su casa se tratara -la gente va a empezar a decir que eres un sádico o peor, un raro.
-Me importan una mierda lo que diga la gente- contestó él sonriendo -vencer al viejo Doménico me produce mucha satisfacción y no pienso ocultarlo. Esta noche seré más reservado, pero por ahora no es necesario.
-Ah sí, esta noche será divertida- comentó Benjamin riendo -no lo dudo ni por un segundo. ¿Preparado para ser el rey?
-Siempre- admitió él resoluto -a todas estas, ¿qué haces aquí?
-Venía a informarte que los preparativos para el anuncio de esta noche están listos- dijo Benjamin tirándose en el sillón de su oficina.
-Podrías haber dejado que nuestras secretarias se encargaran del asunto- siguió él bastante divertido -en lugar de venir a decírmelo personalmente.
-Hoy es un día de celebración, no quería estar en la oficina- se excusó Benjamin -además, quería ver tu cara de satisfacción, es tan obvia que me resulta hilarante.
Él no sabía cómo había sucedido pero a lo largo de los años que habían trabajado juntos Benjamin había pasado de ser solo un socio de su compañía a ser un amigo, uno verdadero. Ahora casi siempre estaban juntos y se paseaba tan seguido por su oficina como por su casa. A veces resultaba molesto, pero para ser honestos, le agradaba el hombre así que siempre lo recibía con buena cara.
-Hilarante será la del viejo esta noche- dijo él.
-Y ya quiero verla- terminó Benjamin riendo.
Alonso terminó sus labores en la oficina un rato después de que Benjamin se hubiera ido. En ese momento se encontraba en su departamento terminando de arreglarse para la fiesta de esa noche. Se había puesto el traje, se había peinado y ahora solo esperaba que se hiciera la hora. Había pensado en invitar a alguien, una mujer hermosa para lucir junto a él, pero había descartado la idea porque no había nadie significativo con quien deseara compartir aquel día, y no le apetecía sentir ningún tipo de frivolidad, deseaba disfrutar cada segundo.
Unos minutos después estaba en su auto y se dirigía al hotel Saint George que siempre era el lugar destinado para exhibición de dinero, más que de tecnología. Estacionó su auto lo mejor que pudo y se dirigió a la entrada del lugar, fue recibido de forma cordial con sus respectivas felicitaciones. Se le ofreció una de las mejores mesas, a lo cual él aceptó y se instaló allí. En la sala de fiestas no se encontraba demasiada gente todavía, él había llegado temprano debido a su impaciencia. La mesa de los Reyes estaba vacía como muchas otras, así que en lugar de quedarse allí se levantó y caminó hasta el bar para pedir su primer trago de la noche.
Él se encontraba en la mitad de su vaso cuando se fijó en que la gente había comenzado a llegar, pero él prefirió quedarse allí, estaba disfrutando de la calma. Escuchó unos quejidos y al voltearse la mujer más hermosa que hubiera visto se encontraba peleando con su vestido a unos centímetros de él.
-Déjame ayudarte- le dijo acercándose. Deshizo el nudo que se había hecho en su tacón con la tela de la prenda -listo.
-Muchas gracias- ofreció ella de forma ferviente -creo que me habría desmayado de haber roto el vestido. Esta noche no puede suceder nada.
-Tranquila, tu ropa está bien- comentó él riendo -¿primera reunión?
-¿Tanto se nota?- Preguntó ella con una sonrisa.
-Un poco- dijo él riendo -si quieres un consejo, algo de lo que aprendí en mi primera reunión es que necesitas un trago fuerte para pasar la noche. Luego de eso, las cosas se vuelven más sencillas.
-Buen consejo- aceptó ella con una sonrisa nerviosa sentándose junto a él -lo aceptaré y pediré lo más fuerte que haya en este bar.
Él asintió sin dejar de verla mientras ella pedía su trago tal y como le había indicado, eso lo hizo sonreír. La mujer era bajita incluso con los tacones que llevaba que se veían tan altos que le resultaban peligrosos, pero no menos sensuales por eso. Se había sentido tan tentado de levantar lentamente el dobladillo de su vestido solo para poder ver su piel desnuda con esos zapatos de infarto, que se había sentido como un pervertido. Ahora veía su rostro aniñado y dulce, sus ojos color café y su pelo largo junto a una tez algo morena. Lucía como una modelo en aquel vestido color pastel pero tan inocente al mismo tiempo. Le fascinaba y tenía que conocerla.
-El brandy no es lo más fuerte pero servirá para relajarte sin dejarte inconsciente- dijo él riendo al ver que ella tomaba un trago arrugaba el rostro.
-No puedo negar que sea fuerte- dijo ella tosiendo con una sonrisa -pero al menos ayuda.
-Entonces, ¿me dirás para qué empresa trabajas?- Preguntó él lamentando parecer demasiado interesado.
-Eso sería dar demasiada información- negó ella con una sonrisa pícara -¿tu medirás de cuál eres el dueño?
-¿Cómo sabes que soy dueño?- Inquirió él intrigado.
-Tienes el porte- explicó ella observándolo atentamente -además, tus ojos te delatan. Tu mirada es intensa, de ese tipo que intenta ver cada detalle, lo que es beneficioso cuando eres dueño de una compañía.
-¿Y tú sabes esto por qué?- Dijo él interesado -¿acostumbrada a trabajar con el jefe o también eres dueña?
-Algo así- contestó ella sin decirle nada. Ambos sonrieron en ese momento y en un impulso él tomó su mano.
-Bueno, si en algún momento no estás feliz con tu trabajo me encantaría trabajar contigo- ofreció él con una sonrisa suave -tus ojos también te delatan, eres inteligente y perspicaz. Lo que probablemente te hace implacable en tu trabajo, cualquiera que sea. Además, solo los mejores vienen a estas reuniones.
La mujer que no le había dicho su nombre sonrió en ese momento con las mejillas rojas, lucía hermosa ruborizada y en un pensamiento fugaz se la imaginó así de sonrojada, desnuda y gimiendo en su cama. Aquel pensamiento lo excitó y lo paralizó durante unos segundos.
-¿Algún otro consejo?- Preguntó ella ronca, acariciando su mano como si temiera moverla.
-Sé amable y sociable, pero eso ya lo sabes, tienes oportunidad con cualquiera- siguió él sin dejar de verla, sentía la necesidad innegable de besarla allí mismo -solo aléjate de la mesa de los Reyes.
Ella frunció el ceño, confundida y se soltó por fin. Su mano aún sentía el suave roce y lo anhelaba. Se sentía como hechizado y no lo comprendía.
-¿Hay algo malo con ellos?- Preguntó ella interesada de pronto.
-No exactamente…
-¿Lena?- Dijo otra voz rompiendo el hechizo -¿qué haces aquí?
Una mujer alta, de pelo rizado y ojos azules miraba a la mujer misteriosa sentada a su lado. Lena parecía ser su nombre. Esta otra, al contrario de su amiga lucía como una amazona, la clase de mujer que puede volverte loco solo porque quiere, luchadora. Era tan atractiva como Lena pero de una forma totalmente distinta.
-Este caballero aquí recomendó un trago para los nervios- dijo Lena señalándolo -me hacía falta la verdad.
-Bueno, ya tenemos que irnos- dijo la mujer con una sonrisa -tu familia está buscándote.
-Vamos, vamos- contestó Lena volteando los ojos con fastidio -no es como si fuera indispensable, ya lo sabes. Solo nos quieren allí por la imagen.
-Cariño, creo que ese trago era demasiado fuerte- dijo la mujer tomándose el contenido restante del vaso en un solo trago y ayudando a su amiga a bajarse -pero no diré que estás equivocada.
-Fue un placer conocerte, Lena- se despidió él tomando su mano y dándole un beso -espero que volvamos a encontrarnos.
Ella sonrió entonces ruborizándose de nuevo, sus ojos se llenaron con lo que él reconoció como deseo y eso le encantó. Sonrió satisfecho mientras aún sostenía sus dedos.
-Yo también lo espero- susurró ella antes de que su amiga la alejara a paso rápido.
Sonriendo todavía se volteó para tomar su vaso del mesón del bar. Se levantó y se dirigió por fin de regreso a su mesa, Benjamin debía estarlo esperando para hacer el anuncio que les diría a todos sobre la asociación de sus empresas.
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Hacía tiempo que no había sonreído tanto en un evento que implicaba a su familia. Lena había bebido lo suficiente para saber que estaba algo mareada, pero no le importa si eso hacía que aquella noche fuera más llevadera. Últimamente las cosas eran un desastre, tanto en su relación como con su familia y no deseaba más drama pero no podía hacer demasiado para cambiar aquello, al menos no con su familia, con Daniel lo había intentado pero él seguía ignorando cualquier conversación que ella quisiera iniciar en referencia a ese tema.
-¿Lena, qué coño te sucede, cariño?- Preguntó Ale arrinconándola en el baño.
-Solo necesitaba un trago, Ale- se excusó ella.
-No, es suficiente- negó su amiga luciendo molesta -desde hace dos semanas que estás igual y no has querido decirme nada, tú no eres así. Yo soy la persona en la que más confías, te conozco, habla conmigo.
-Mira, prometo hablar contigo, ¿está bien?- Dijo ella con una media sonrisa que era más tristeza que otra cosa -pero no ahora, cuando tengamos tiempo. Dijiste que me buscaban.
-Sí, pensé que al abue le daría un infarto- dijo Ale riendo -pero ya me conoces, no iba a hacer lo que él quería. Además, ¿sería tan malo? A lo mejor una experiencia cercana a la muerte lo cambia un poco.
-Lo dudo- rebatió ella riendo -mi abuelo siempre será como es, ni siquiera mi abuela pudo cambiarlo.
-En eso tienes mucha razón- aceptó su amiga -bien, vamos a la mesa.
Ellas se dirigieron a la mesa de su familia a paso rápido sin notar todas las miradas que dejaban en el camino. Una vez allí su familia completa la miró con alivio, menos su abuelo que la miraba como si quisiera asesinarla.
-Ya estamos todos aquí, excelente- masculló su abuelo todavía molesto -no se alejen de nuevo.
-¿Estás bien, cielo?- Le preguntó su madre acariciando su espalda.
Ella asintió pero no se atrevió a decir nada. Toda su familia se había visto obligada a ir aquel evento por las noticias de que IA- Tecno los había superado por fin situándose como la empresa a la vanguardia por encima de la suya. Su abuelo casi había ido a la compañía para reprenderlos por aquello, luego de décadas de poseer el título ahora le parecía inconcebible que aquello hubiera sucedido y a tan solo una semana de la reunión anual de tecnología. Era por eso que sus tíos, padres e incluso primos, como ella, se encontraban esa noche allí. Lena, por supuesto, no había aceptado ir sin Ale para apoyarla y mucho más si Daniel estaría acompañándola solo en apariencia, lo que complicaba mucho más su situación.
Unos minutos después el anfitrión del lugar se situó en el escenario llamando la atención de todos. Su abuelo y toda su familia esperó el tan mencionado anuncio, ella sabía que se felicitaría al dueño de IA- Tecno en el escenario, para consternación de su abuelo, en lugar de llamar a su familia como siempre.
-Esta noche, damas y caballeros- inició el presentador -debemos darles una felicitación muy especial a AI- Tecno junto a todos sus trabajadores por el asombroso logro de situarse en la lista como la mejor empresa de vanguardia del país, esto superando a Tecnologías Reyes que poseía el título desde hace más de tres décadas.
Los aplausos no se hicieron esperar y aunque su abuelo sonreía aplaudiendo como todos, su rostro se volvía cada vez más rojo.
-Ahora, démosle la bienvenida al dueño y director de IA- Tecno- siguió el presentador -un aplauso para el señor Alonso Navarro.
Ella esperó intrigada para conocer el rostro del infame Navarro que su abuelo tanto detestaba. Se quedó sin aliento cuando lo vio subir al escenario sonriendo tan hermoso. Alonso Navarro era el hombre con el que había compartido tragos y coqueteado un poco, unos minutos antes en el bar, el hombre más atractivo que hubiera conocido nunca. Allí estaba, subido al escenario con una sonrisa impertérrita que lo hacía verse cerca de la perfección. Esperaba no estarlo viendo como una tonta embobada pero probablemente así era, ella volteó a ver si su familia la observaba pero nadie lo hacía, no se atrevió a ver a Daniel.
Regresó entonces sus ojos hacia Alonso, su pelo n***o brillaba, sus ojos grises se veían brillantes pero su porte era lo que más le atraía, no podía ni siquiera negarlo, era como si su mente y cuerpo respondieran a él de una forma que nunca había experimentado, ni siquiera con Daniel. Pensar eso fue lo que la regresó a la realidad.
-Gracias a todos por este gesto, hemos esperado mucho para que esta meta se hiciera realidad- dijo Alonso con la misma sonrisa desde el escenario -ahora, hay otro anuncio que me gustaría hacer. Es un placer para mí pedirle a Benjamin Weber que suba al escenario conmigo.
Unos minutos después el interpelado subía con Alonso al escenario luciendo una sonrisa tan perfecta como la de Navarro. Ambos hombres estaban vestidos de traje, ambos guapos. Uno de pelo castaño mientras el otro tenía el pelo de un tono tan oscuro que parecía n***o, su piel era pálida en ambos casos y mientras uno poseía ojos grises el otro los tenía azules. Alonso era el dueño de los ojos grises.
-Nos complace anunciar esta noche que nuestras empresas estarán asociadas a partir de ahora y en el futuro- anunció Benjamin entonces -es un placer trabajar con IA- Tecno. Espero que nuestros esfuerzos sean fructíferos.
El público aplaudía, sonreía, todo el mundo lucía emocionado. Palabras fueron dichas y champagne fue repartido para un brindis antes de que los hombres bajaran del escenario. Ella había acertado con él, era dueño, pero nunca habría adivinado que sería el dueño de la compañía más odiada por su abuelo y familia en general.
-Tenemos que apresurar el proyecto- dijo su abuelo cuando la familia se reunió en la mesa -estoy seguro de que con este nuevo aparato recuperaremos nuestro título.
-Yo creo que eso no sería bueno, papá- dijo su tío Rafael -si queremos que todo esté bien, que sea perfecto, se necesita más tiempo, no menos.
-Eso solo puede saberlo Rodolfo- negó su abuelo mirando a su padre.
-Rafael tiene razón papá, todavía falta para que el nuevo proyecto esté listo para el mercado- explicó su padre con paciencia -y no puede apresurarse.
Su familia se sumió en una conversación interminable sobre el proyecto mientras ella intentaba ignorar sus ganas de buscar a Alonso con la mirada.
-¿Te pasa algo?- Le susurró Daniel.
-Nada- negó ella sorprendida de que Daniel estuviera hablando con ella.
-Alonso Navarro- la voz de su abuelo resonó en ese momento mientras el aludido entraba en su ángulo de visión junto a su socio -un placer tenerte aquí, igual que a ti Benjamin.
-El placer es nuestro- contestó Benjamin al ver que Alonso no contestaba.
Alonso miraba con tanto odio a su abuelo como alguna vez ella lo había hecho, eso le hizo preguntarse qué había sucedido con aquellos dos hombres para que se detestaran de aquella forma. Necesitaba descubrirlo.
-Permítanme presentarles a mi familia- anunció su abuelo -estos son mis hijos, Rodrigo, Rafael y Rodolfo. Mi nuera, Renata. Sus hijos, Jesús, Helena y Lily- los señaló su abuelo uno por uno.
Alonso la miró entonces, sus ojos la reconocieron y la marcaron con tanta intensidad que ella se encogió. Su cuerpo comenzó a temblar sabiendo que las siguientes palabras probablemente lo alterarían aún más.
-Helena- musitó él viéndola como un depredador, su nombre completo en sus labios. La mano de Daniel se posó entonces en su cintura y su visión se desvió.
-Este joven aquí es Daniel Ortiz, el prometido de mi Helenita- presentó su abuelo orgulloso -y su amiga, la señorita Alejandra Rodríguez.
Las presentaciones siguieron pero ambos hombres no miraron a nadie más. Alonso nunca soltó sus ojos hasta que la obligación y la compostura lo forzaron. Una conversación vana se instaló entre los presentes hasta que ellos se retiraron por fin cuando fueron llamados a su propia mesa. Ella pudo respirar entonces, Daniel la miraba con sospecha pero ella nunca le devolvió la mirada, no podía. Y aunque Alonso ya se había ido, podía sentir sus ojos todavía mirándola, quemándola.
-Creo que necesito ir al baño- anunció ella sin aliento.
-Voy contigo- dijo Ale luciendo extrañamente como ella.
Se levantaron de la mesa para dirigirse al baño sin decir una sola palabra.
-Me engañaste completamente, debo decir- una mano la detuvo posándose firmemente en su cintura -eres una dueña y una comprometida, además.
Ella se volteó solo para encontrarse con los ojos fríos de Alonso, su mirada sin soltarla pero el brillo dulce que antes había logrado captar ya no estaba allí.
-No fue mi intención- se excusó ella en un susurro -yo tampoco sabía quién eras tú.
-Ahora lo sabes- recalcó él -ambos lo sabemos. Un brindis por nuestro encuentro.
Ella solo pudo mirarlo algo intimidada. Su mano aún se mantenía en su cintura, un toque que la quemaba como su mirada, ella se sentía perdida, hipnotizada y no podía negar que estaba excitada. Solo sus dedos rozando su cuerpo y ya estaba en aprietos.
-Nos veremos pronto, Helena- se despidió él usando su nombre de nuevo. Se alejó rápidamente y ella entró al baño por fin.
No podía creer lo que había sucedido, era casi surrealista. Ella se reunió con Ale aunque ninguna dijo nada, respiraron, se calmaron y regresaron a su mesa para pasar el resto de la noche.
-¿Mi casa?- Le preguntó Ale en medio de la cena luciendo como si fuera a explotar, tal y como ella se sentía.
-Por supuesto.