En mi cabeza explotaron todos los memes de “se está pasando de lanza”. —¿Qué? —repetí en voz bajita, para mí. Como si necesitara confirmar que no había alucinado. Me giré sin decir más. Pero por dentro, una parte de mí gritaba: ¡¿Limpiar también?! ¡¿Qué soy, secretaria o asistente de Hogwarts?! No dije nada. Fui al cuarto de limpieza. Esa bendita bodega a la par del baño, metida en una esquina olvidada del consultorio. Y ahí estaba. El monte Everest de la ropa sucia. Toallas, batas, franelas médicas, más batas, más toallas. —A ver, Liliane —me dije, respirando hondo frente a ese monumento al sudor ajeno—. Tú puedes. No eres inútil. Has usado lavadoras antes. Es una máquina. Solo hay que meter ropa blanca y presionar el botón. No puede ser más complicado que entender a Mathis. Así qu

