Quise gritar. Quise levantarme y decir: ¡NO LO ES! ¡NO ES REAL! ¡NO QUIERO ESTAR CON ÉL! Pero Viktor respondió como un actor de teatro: —Desde el primer momento en que la vi —dijo, mirándome con ternura fingida—. Ella es fuego. Imposible no verla. Imposible no querer tenerla cerca. Me hace mejor persona. —Ay, qué romántico —dijo mamá, emocionada. —¿Y tú, Liliane? —preguntó papá. Yo tragué saliva. Miré a Viktor. Luego a Mathis. Y mentí. —Me hace sentir segura. Y libre. Es todo lo que siempre quise en un hombre. Mathis desvió la mirada. Sus labios se tensaron. Saskia sonrió como una hiena con hambre. Ana, en la otra punta de la mesa, me miraba con una ceja levantada y una cara de “¿qué demonios estás haciendo, perra loca?”. —Entonces ya deben tener planes para la boda, ¿no? —interv

