Estoy en su cama. En la cama de Mathis. Aún no sé cómo luce del todo su habitación, apenas la registré con la mirada al entrar, pero en ese momento, lo último que me importaba eran los detalles decorativos. Las ganas de tenerlo, de hacerlo mío, de sentirme viva, real, deseada, eran más urgentes que cualquier otra cosa. Estamos entrelazados, desnudos, cubiertos por el calor de los cuerpos y las huellas del deseo. Él me envuelve con su brazo fuerte, pegándome más a su pecho, como si el simple hecho de respirar lejos de él pudiera ser un error. Su pierna se acomoda entre las mías y nuestros cuerpos se alinean con una sincronía que me deja sin aliento. No hemos dormido. Ni un minuto. Hemos hecho el amor, no, hemos follado como si el mundo se acabara al amanecer. Como si supiéramos que esto

