Siguió con más intensidad. Como si disfrutara verme ceder. Como si supiera que yo, el siempre compuesto, el siempre serio doctor… ahora era un hombre desarmado entre sus manos. Y sus labios. Y su lengua. El ritmo era inhumano. Perfecto. Lo hacía con tanta naturalidad que no sabía si quería rendirme o prolongar ese placer para siempre. —Liliane… —susurré su nombre como una súplica. Ella levantó la mirada hacia mí, sin dejar de moverse. Sus ojos se conectaron con los míos y en ese segundo… me perdí por completo. Estaba a punto de explotar. No podía aguantar más. Y ella lo sabía. La solté de su boca justo a tiempo, pero no para alejarla. No. La llevé hacia mí, hacia su pecho descubierto por mi mano, y la miré. Ella lo entendió todo sin palabras. Y entonces, mis manos la guiaron. Fue u

