Y de pronto Viktor sacó su celular. Lo puso en altavoz.
—Quiero que eliminen a la señora Reinhardt —dijo con una tranquilidad espeluznante, como quien pide una pizza—. Que le manden la cabeza a su marido. Lo quiero ahora mismo.
Nadie respiró. El silencio fue tan denso que podía sentir la electricidad en el aire.
Saskia abrió la boca. Nada salió. Ni siquiera un grito. Solo una expresión muda de terror absoluto.
Viktor terminó la llamada sin despeinarse. Luego, marcó de nuevo. Yo apenas podía moverme.
—Necesito que entren —ordenó.
No habían pasado ni dos minutos cuando la puerta se abrió violentamente y seis hombres entraron. Todos vestidos de n***o, todos armados, todos con la misma expresión de acero.
Niklas dio un paso hacia ellos, intentando mediar.
—¡Calma, Viktor! ¡Ella está ju
