CAPITULO 2

2405 Words
CAPITULO 2 TINY ********* El día había llegado, todo estaba listo para mi participación en la fiesta de chicas que organizaba Diana para los Hidalgo, sentía temor de lo que sucediera, pero a la vez tenía una luz de esperanza hacia mi más anhelado sueño, el resto de chicas eran universitarias deseosas de pasar una noche de fiestas y sexo a cambio de dinero, se veían tranquilas, sonrientes y nada apenadas por su participación en el bajo mundo, poseía sentimientos encontrados, mi mente luchaba con mi corazón, por momentos deseaba salir corriendo del lugar de la reunión, un salón que alquilaba diana donde evaluaba el vestuario, maquillaje, y actitud de las candidatas que presentaría frente a los hermanos, mi presencia era invisible, Mabí se acercó sentándose a mi lado, tomo mi mano y la apretó fuerte —Aunque no lo creas te entiendo, te conozco y sé que este es uno de los momentos más duros de tu vida, pero amiga a nosotras nada nos cae del cielo para cumplir nuestros sueños tenemos que pagar un precio a la vida el tuyo es vender la virginidad. Piensa en que después de hoy solo vendrán cosas lindas a tu vida, cumpliendo tu sueño nena —dándome un fuerte abrazo —. Siempre podrás contar con tus amigas. —Lo sé, ¿crees que si logre venderla? —Estoy segura que sí, muchos de esos narcos les encanta carne fresca —sonriendo mientras colocaba un poco de rubor en mis mejillas —. No te voy a mentir quizás no sea la mejor experiencia de tu vida, la mayoría son unas bestias asquerosas, borrachos, drogados, hechos mierda, pon tu mente en un lugar bonito, idealiza tu viaje a Harvard, desconéctate, así pasara el tiempo volando. —¿Y ustedes que o qué? —pregunto Diana —. Quita esa cara de tragedia Tiny, amiga piensa en tu sueño, vas a una fiesta no a un velorio, estas mamacita, estoy segura que saldremos de esa fiesta con su plática para su universidad, pero venga cámbieme la actitud porque estos manes son muy quisquillosos, se fijan en todo y para contratar a la llorona créame que pereza, es virgen no monja, ponga tantita cara de perra, que desea que se la coman esta noche y le quiten ese virgo con poder. Colabóreme, le encontrare el comprador pero debe darme una manita. —Le prometo que pondré mi mejor cara, ¿debería abandonar el sueño de irme a Harvard? —¿Usted es tonta o qué? Claro que no, se va porque se va, la he visto quemarse las pestañas en busca de esta oportunidad, no la va dejar pasar por miedo. Mire no le voy a decir que esos manes son una putada de hombres porque no, pero ¿Qué cree? Tienen plática y eso es lo que usted necesita para largarse de Colombia. —Diana tiene razón, no seas mojigata Tiny, otra oportunidad como esta no tendrás —alego mabí, mientras maquillaba sus carnosos labios. Una camioneta negra con dos de los guardaespaldas de los Hidalgo vino por nosotras, tenía una estaca clavada en la boca del estómago que me hacía sentir inmensas ganas de vomitar, los nervios golpeaban fuerte mi debilidad, no soportaba ir camino a una finca a vender mi cuero después de repudiar por mucho tiempo lo que mis amigas solían hacer con sus cuerpos en el bajo mundo, mi abuela tiene un refrán muy cierto “el que escupe para arriba, la saliva le cae en la cara”. Incluso me costaba entender al resto de chicas felices, escuchaba algunas haciendo planes de las tonterías que harían con el dinero que ganarían aquella noche, el auto se detuvo y uno de ellos nos hizo entrega de una capucha negra que debíamos poner en nuestras cabezas tapando la visibilidad. Manejaron por un periodo largo de tiempo, puse mi mente en blanco, empecé a idear en mi cabeza en esa oscuridad que generaba aquella funda negra en mi cabeza, que sería lo primero que haría cuando llegara a mi destino en USA, quizás me tome uno de esos famosos café americanos, o simplemente vaya a una librería de segunda a comprar muchos libros para mi carrera. El auto se estaciono y nos ordenaron descubrir nuestros rostros, frente a nosotros una casa bastante excéntrica, digna de un narcotraficante, mabí me había comentado días antes que no era la finca familiar, esta era la finca de las fiestas donde solían recibir a las chicas del bajo mundo para tener sexo y beber licor, antes de bajar nos desprendieron de nuestros móviles. —Ya sabes parce, sonríe —insistió Diana. Una sonrisa fingida dibuje en mi rostro aterrado. Entramos a la casa llena de guardaespaldas armados y bastante sádicos, con palabras groseras al dirigirse a nosotras y risas burlonas que me hacían sentir asqueadas, era un lugar lujoso, las chicas que nos acompañaban se fueron a la piscina a quitarse la ropa para lanzarse al agua, hubo un momento que me quede sola sentada en el salón, meditando la posibilidad de arrepentirme y regresar a casa, olvidarme de Harvard y mi maldita pobreza y resignarme a vivir la vida que Dios me había designado vivir, pero ¿Cómo podría salir de este lugar? ¿Me podría arrepentir? La tarde fue cayendo, desde el sillón donde estaba sentada se podía ver aquellas chicas divertirse, la llegada de un par de hombres me lanzo contra la realidad el momento estaba por llegar, los dueños de la finca estaban en casa, quizás alguno esté dispuesto a comprar mi virginidad y pagar el dinero para cumplir mi sueño. Diana entro con su traje de baño n***o y su kimono fucsia, haciéndome seña que era la hora de ir a otro salón en la casa donde se rifarían a las chicas, como si se tratara de una maldita subasta. Recorrí el camino tras ella en silencio, recorrimos el camino casi corriendo a los patrones no les gusta esperar, al entrar ellos estaban sentados en grandes muebles mientras con gritos y desfiles las chicas se vendían al mejor postor, estaban cuatro de los hermanos hidalgo y dos desconocidos para mí. —Trajiste carne fresca —comento uno de los hombres mientras tocaba con su mano su m*****o, sobre su ropa de forma asquerosa —. ¿Cuánta experiencia tiene tigresa? —pregunto dirigiéndose a Diana. —Ninguna, es virgen y están de suerte, quiere perderlo hoy, claro está por un precio más alto —tomando un sorbo de su Martini —. Es guapa y virgen, que más pueden pedir? —Buenísima esta. Pero me gusta la experiencia, una mujer que mueva sus malditas caderas y me destroce el palo es lo que deseo esta noche, cuando alguien más la estrene me la ofreces —comento juan camilo el cuarto de los hermanos hidalgo, con tono arrogante. —No te pedimos vírgenes tigresa, queremos acción. Las vírgenes no son lo mío, no estoy buscando casarme de blanco quiero sexo duro —mientras sacaba su amigo al aire, gritaba juan David el quinto hermano —. Yo esta noche celebro con mabí me aguanta el subidón. Este era el degenerado del cual Mabí estaba deslumbrada, el menor de los hermanos, sádico y poco empático, de esos hombres que se refieren a las mujeres como objetos sexuales, al final ninguno estaba interesado en una virginidad, respire profundo sentía de cierta manera alivio de que regresaría a casa intacta, si este era mi destino lo aceptaba, hasta que entro un voz ronca y penetrante al salón. —Yo me quedo con la virgen. Todos los hermanos voltearon y saltaron entre emoción y sorpresa aquel hombre era Andrés Felipe el primero de los hermanos, a quien todos llamaban el Diablo, un hombre oscuro sin sentimientos, según tenía entendido el jamás contrataba prostitutas se dedicaba a trabajar y tomar su whisky caro, después del atentado que había sufrido años atrás donde murió su esposa y su pequeño hijo de dos años, se había vuelto mucho más seco y malvado. Por alguna razón esta noche él se había unido a la subasta queriendo comprar mi virginidad, sus hermanos gritaban que ellos pagarían el precio que se pidiera por mí, celebrando que su hermano al fin quería unirse a la faena s****l. El miro a uno de sus hombres más cercanos. —Llévala a la habitación —desapareciendo del lugar Tyson me dirigió hasta una de las habitaciones, por los nervios la sentí congelada, no me dio ninguna instrucción no sabía si desnudarme o esperar vestida, me sentaba y me levantaba una y otra vez de la cama, los nervios revoloteaban por mi cuerpo, temerosa, temblaba, como una hoja de papel, tenía tanto miedo invadiendo mi alma que sentía ganas de llorar, este día lo había idealizado de forma distinta con el amor de mi vida, con rosas y dos copas de vino jurándonos amor eterno, y estoy hoy aquí en una habitación helada vendiendo mi virginidad a un desgraciado narcotraficante. Los minutos se volvían horas, sentía que de alguna manera llevaba mucho tiempo sola en aquella habitación, quizás olvido que yo esperaba, o cambio de opinión a última hora, unos pasos hacia la puerta me estremecieron, el entro con su rostro serio, cerrando la puerta con seguro, camino con su vaso lleno de licor, sentándose en el mueble que decoraba la habitación, poso el vaso en la mesita de vidrio donde reposaba una lámpara, volteo la mirada hacia mí, mirándome en silencio. —Desnúdate —tajante. Respire profundo y trague grueso, baje mi pantalón, y aparte mi camisa rápidamente, quedando solo en la ropa íntima de encaje n***o que había escogido mabí para la ocasión, según ella este tipo de lencería juega un papel importante en la mente de estos hombres, ella conoce más que yo del tema, porque prefiero la ropa de algodón. Su mirada penetrante analizaba mi cuerpo. —Si descubro que tu virginidad es un fraude, te mato —levantándose y caminando hacia mí. Sus manos acariciaron mis senos sobre el brasier, lanzo mi cuerpo a la cama de forma violenta, apartando de su cuerpo la ropa, era la primera vez que veía a un hombre desnudo, sentí vergüenza apartando la mirada, acto seguido por una carcajada. —Vienes a vender tu cuerpo y sientes vergüenza de ver al hombre que te follara toda la noche —tomando mi cara con su mano —. Eso es lo que va a pasar, dicen que vales mucha plata, disfrutare de mi compra. Metió su lengua en mi boca saboreando mi interior, con ese sabor a licor combinado con cigarrillo, sus manos apretaban mis senos con fuerza, mientras mordisqueaba mi cuello, bajo sus besos hasta mi zona íntima y penetro su lengua, apreté las sabanas, un subidón recorrió mi cuerpo, aquel hombre sabia usar su lengua, aunque jamás había vivido esta experiencia sentía que era sensacional, apreté mi labio inferior con mis dientes, cerrando los ojos para disfrutar del momento de manera silenciosa, sus manos apretaban mis muslos, sentía ese torrente de emociones recorriendo mi piel, me erizaba con ganas de gritar, sentí un orgasmo de esos que tanto hablaba diana conmigo, su descripción fue corta realmente merecía la pena vivir este momento s****l, aparto su cara halando violentamente mi cuerpo y penetrándome sin limitaciones, un grito no muy desgarrador pero doloroso salió desde lo más profundo de mi ser, sus embestidas violentas me destrozaban, sentía dolor pero al mismo tiempo placer, sus jadeos me daban la impresión de cuanto disfrutaba el momento. La noche se hizo larga antes de que él quisiera acabar la faena, había pagado por mi cuerpo y lo estaba disfrutando al máximo, una y otra vez sentía deseo de mí, el cansancio me gano, mi cuerpo dolorido se consolido en un sueño profundo. Desperté y el ya no estaba en la habitación pero si un maletín, me senté, con un dolor intenso a nivel muscular que alucine, abrí con cierto temor el maletín que posaba al lado de mi cuerpo desnudo. —Hijo e puta —bastante emocionada. Frente a mis ojos tenia mi pasaporte hacia el éxito, el dinero que necesitaba para cumplir mis sueños, grite internamente, persinandome en varias oportunidades, agradeciendo a Dios por esta oportunidad que me daba de conseguir lo único faltante. Sonreí mientras me vestia, tome mi maletón, en busca de mis amigas, el hombre que anoche me acompaño a la habitacion llamado Tyson estaba en el salón. —Buenos días señorita. —Buen día —conteste —. ¿El resto de las chicas? —Ya se retiraron señorita, pero no se preocupe estoy aquí para llevarla hasta su casa, ¿desea desayunar? —señalando con s mano la mesa llena de frutas y cereales. —No, gracias. Deseo irme llevo afán. —Claro vamos. Amablemente me abrió la puerta de la camioneta y emprendimos el viaje de regreso, al igual que la noche anterior, me dio aquella capucha negra para cubrir mi rostro, y manejo por un largo periodo de tiempo, se estaciono en la entrada de calero nuestro barrio y me aviso que podía descubrir mi rostro. —Me bajo aquí. Muchas gracias —tomando con fuerza mi maletín y abriendo la puerta. —No es seguro caminar con tano dinero por calero, la dejare frente a su hogar si me dice específicamente donde se ubica. —Ehh, frente a la plaza. El manejo, y le avise que en la casa amarilla debía estacionarse. —Muchas gracias —baje y entre a casa, encontrándome a mi abuela sentada frente al tv. —¿Dónde pasaste la noche? —pregunto. Girando su cabeza para mirarme. —Fui a una fiesta con mis amigas abue. —Es raro Luciana no fue, la vi en su casa —Tenia cosas que hacer, pocas veces salgo a divertirme, no sabía que tenía que especificar el horario de llegada pues —fingiéndome molesta. —Bájeme el tono culi cagada, ¿Qué dijo? A esta vieja le veo la cara. Cuidado con lo que estás haciendo con Diana y Mabí. —Permiso señora —subiendo a mi recamara, encendí el teléfono que me había entregado Tyson antes de bajar de la camioneta, mientras mis amigas gritaban desde la habitación de Luciana. Les sonreí y mostré uno de los fajos de billetes que contenía aquel maletín, ellas gritaron mientras saltaban de emoción. Continuara….
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