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Hello, querida...

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intro-logo
Blurb

Delfina es una hacker solitaria, hasta hace poco no era así, muy al contrario, tenía muchos amigos, un prometido al que adoraba y el trabajo que siempre quiso.De todo ello, solo mantenía el trabajo y un par de amigos, el lado cruel y negativo de los humanos, ilógico, pues ella no había hecho más que consentirlo y ser la novia perfecta.Su vida se pone patas arriba con un mensaje de **, un estafador decide tomarle el pelo, sin saber dos detalles importantes, el primero, es hacker, la segunda, está tremendamente dolida, una mezcla peligrosa en ese momento, que llevará a nuestra protagonista a salir de su cueva, a buscarlo y vivir una gran aventura.

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Un tin tin, y un clic
Delfina está mirando por enésima vez las tarjetas que no llegó a mandar, solo quedaban dos meses para el gran día, ese que no llegaría a celebrarse, puesto que su exprometido, se había enamorado muy repentinamente de una compañera de trabajo, con la que casualmente no pudo esperar para meterse mano y ser descubiertos. La noticia llegó a Delfina a través de susurros de desconocidos en una cafetería, los cuales comentaban lo ciega que estaba. Al ser una mujer con carácter, que si tiene algo que decir, lo dice, se levantó de su silla, se colocó delante de los desconocidos y dijo: —Si tenéis algo que decir, hacerlo en mi cara, no a mis espaldas. Los desconocidos se miraron colorados y avergonzados. —Todos saben que tú prometido te engaña, menos tú —contestó uno. —¿Perdón?, ¿Es que acaso me conoces?, creo que te estás equivocando de persona, así mejor controla tu lengua antes de hacer daño a alguien. —Ahora mismo, todos conocen a tu novio, se ha hecho viral. —¿Viral? —preguntó confusa. —Enséñale el vídeo, tarde o temprano se tenía que enterar —le dijo uno al otro. Este sacó el movil, buscó dicho vídeo y se lo colocó delante de los ojos. —Ya lo siento —le dijo a Delfina al ver la expresión atormentada y dolida en su rostro. Se sentía ridícula, estúpida, una imbécil de la que cualquiera podía reírse, ¿Cómo había pasado?, ¡Ella es hacker y no lo había visto!, cuando todo Palencia ya lo había hecho. Sin mediar palabra salió del bar, en estado de shock, viendo toda su vida al lado de David pasar por su mente, y viendo cómo se cortaba con un vídeo de su infedilidad. Se dirigió a la oficina de David, subió directamente, omitiendo los gritos de la señorita de recepción que intentó detenerla, entró y bajo la atenta mirada de sorpresa de su prometido, destrozó todo. Cogió los cuadros colgados en la pared y los tiró con rabia, un florero con flores frescas colocado en una mesa auxiliar frente a un sofá, llenando la alfombra de agua. —¿Estás loca?, ¿Qué haces? —consiguió decir David al reaccionar. Lo ignoró continuando su venganza, mirándolo fijamente tiró todo lo que había sobre su escritorio, incluyendo el ordenador portátil. —¡Para, joder!, ¿Qué cojones te pasa? —le gritó furioso. —¿Qué me pasa?, ¡Qué he hecho el ridículo más grande de la historia!, ¡Qué me iba a casar con un sinvergüenza!, ¡Dios, te voy a matar! —aseguró fuera de si. David se levantó rápido y se alejó al deducir que ya se había enterado de su infedilidad, Delfina lo seguía alrededor de la mesa. —¡Cálmate!, ¡Todo tiene una explicación! —intentó calmarla mientras hacía gestos con las manos. —¡Oh, claro que la tiene!, ¡Eres un puñetero mentiroso!, ¡Y aparte, idiota!, ¡Ni siquiera te molestaste en ser discreto! —¿Cómo dices? —¡Qué lo he visto!, ¡Hay un vídeo en el que le metes la lengua hasta la garganta a tu secretaria! —Oh. —¿Oh?, ¡Nos íbamos a casar en dos semanas!, ¡Diez años!, ¡Diez!, ¡Y me haces esto! —¡Por favor, amor, aún podemos seguir adelante! —¿Qué?, ¿Pero tú qué te fumas? —le dijo muy cabreada. —¿Acaso te extraña que lo haya hecho?, ¡Cada vez follamos menos! —empezó él a recriminarle. Delfina se rió con sarcasmo. —Esto ya me supera, encima la culpa será mía... —¡En parte!, ¡Soy un hombre, y necesito desahogarme! —Pues me alegra saber eso, ya me queda muy claro cómo habría sido nuestro matrimonio, ¡Qué te den, David!, ¡No quiero volver a verte! —se despidió dando media vuelta. Le sentó genial soltarle todo, hacerle saber que estaba al tanto de todo y que lo odiaba, pero ahora, en el salón de su casa, con regalos de la boda que ya habían mandado, las tarjetas sin enviar y el vestido de novia colgado en un perchero que compró solo por eso, se le venía el mundo encima. Llena de furia se levanta, va a la cocina y saca una tijera del cajón de los cubiertos, vuelve a la habitación, mira el vestido, blanco, largo y de cuento de princesas. —¡Capuyo!, ¡Cabrón!, ¡Imbécil! —suelta un montón de palabrotas pensando en él mientras corta en jirones la tela. Una vez acaba, se sienta en el suelo y llora sin parar, no lo había hecho desde que se enteró, deja que la ira y el dolor fluya a través de las lágrimas, su mirada se empaña dejando borroso el vestido roto. Escucha un sonido, "tin tin", es su móvil, se limpia los ojos para ver quién le manda un mensaje, es en **, lo lee y su sonrisa se torna vengativa, no habrá hombre que se libre de su odio. "Hello, querida!", dice el mensaje. Observa la foto de perfil, supuestamente es un tipo atractivo, entra en su perfil, en las fotografías aparece vestido de médico, no tarda en llegar a la conclusión, es un estafador, sonríe con malicia. "Hola, Qué tal?", le contesta. El tipo no tarda en responder. "Muy bien, y tú?" "Bien, qué bien hablas español...", deja caer. "Estoy usando el traductor, hablo algo de español, pero no sé escribirlo bien." "Claro, eres médico?", le pregunta Delfina esperando que le cuente su increíble historia inventada. "Sí, médico residente en Canadá." "Ok, y qué quieres?", decide preguntar directamente. "Conocerte, me gustas". Delfina se ríe pensando en cómo puede ser tan obvio y delatarse con tanta rapidez, ¿Gustarle?, ¡Si no la conoce! No contesta inmediatamente, necesita pensar qué poner, una idea se está formando en su mente, es descabellada, pero está muy enfadada con los hombres, con su exprometido, con ese desconocido que ha robado la identidad de otra persona, con todos, en este momento, piensa que son todos iguales. "A qué tienes miedo?", le pregunta él entonces un rato después cuando solo recibe su silencio. Delfina lo lee, "es bueno", piensa, se está saliendo del estereotipo de los estafadores, "seguramente se ha dado cuenta de que hay ser más cauteloso para que las mujeres caigan en su trampa", deduce. "A nada, estaba ocupada, perdona, cuéntame, ¿Por qué no estás con una mujer de allí?", le responde tirando su propio hilo, los dos juegan a lo mismo, solo que uno no lo sabe. "Ya te he dicho, no tengo tiempo, estoy estudiando para ocupar un puesto más importante ". "¿Si?, eso está genial!" "Pero echo de menos estar con una mujer". "Entiendo, ¿Cuándo tuviste sexo por última vez?", Delfina quiere ir más allá, hablar de temas que solo tocaría con alguien de confianza. "La última vez hace meses ya, con una me suelo relajar". "Y ahora lo necesitas..." "Sí, lo necesito contigo, no paro de imaginar cómo sería escucharte gemir, ver tu cuerpo desnudo, tu trasero, tu coñito". Delfina empieza a acalorarse, "sí, es realmente bueno", piensa de nuevo. "Suena bien, ¿Qué más imaginas?" "Que te follo sin piedad". "¿Y si yo no quiero?" "No me importa, te agarraré con fuerza, te comeré las tetas y te follaré, acabarás cediendo". "¿Eres un poco egocéntrico, no?" "No, si fueras mía lo haría, te follaría en cuanto entrara en la casa". Nuevamente sube la temperatura de Delfina, imagina la situación según las fotos que ha visto en su perfil, su ex nunca fue dominante, más bien, pasivo, se ponía encima de ella y la metía hasta llegar, si ella no llegaba, no importaba. Al principio no era así, era pasional, improvisaba sobre la marcha, así estuviesen en el coche, pero con los años, ese fuego se perdió, eliminando el interés por el sexo a Delfina. Pero ahora, con esta conversación y ayuda de su traidora imaginación, tenía las braguitas mojadas y los pezones sensibles, se dejó llevar, "solo un ratito", se repetía mentalmente. "Me gusta, ¿Qué más harías?", le preguntó mientras empezaba a acariciarse los senos por encima del sujetador. "Te pondría contra la mesa y te daría duro, tu ano también sería mío". Ese detalle, en otra situación, no le habría gustado, para ella, ese agujero, era sagrado, no por el dolor que imaginaba que se sentiría, sino porque le daba asco, en cambio, ahora, le gustaba. "Eso no va a pasar", le pone siendo realista, a nadie le permitiría eso. "Sí pasará, no podrás negarte, estarás tan cachonda que me dejarás hacer lo que quiera". "Jajaja, si tú lo dices..." "No lo digo, te lo ordeno, eres mía, harás lo que yo quiera en mi cama, después te trataré como a una princesa", le responde el estafador cada vez más métido en su papel. Delfina, sin aguantar el picor en su entrepierna, lleva la mano por dentro del pantalón y las braguitas, se masturba suavemente, disfrutando de la sensación de placer, de la humedad que guía sus movimientos. "Sigue, dime más", le ruega sin él saberlo. "Te estás tocando?" "Sí, sigue", reconoce. Para su sorpresa, en vez de palabras recibe una imagen, es la foto de un m*****o duro entre sus manos, confía en él, por ese rato, por la lujuria que se ha apoderado de ella, o tal vez la necesidad de sentirlo. "Te gusta?", le pregunta él. "Me encanta, dime más, quiero correrme", le repite. "Quiero comerte las tetas durante horas, hasta que te duelan los pezones, muéstrame, quiero verlas, quiero saber lo excitada que estás", le ordena. Lo piensa por un momento, no es muy buena idea, pero la atrapa el momento, pensar en que la vea así, la excita más, se quita la camiseta, baja los tirantes del sujetador, coloca el móvil frente a ella y se hace una foto, la revisa, contenta con el resultado se la envía. "Me encantas, eres tan dulce y sexy a la vez, tócate las tetas pensando en mi polla", le ordena otra vez él, siendo cada vez más brusco. "¿Tú te estás masturbando?", le pregunta ella. "No, ahora no puedo, estoy de guardia, pero me gustaría tanto hacerlo, correrme contigo", le responde, instantáneamente le llega una foto, en ella sale la foto que Delfina le ha enviado, junto con una, supuestamente, de él ahora. "Nos vemos muy bien juntos", escribe él. "Supongo, pero yo no creo en el amor", le pone ella con sinceridad. "No hablo de amor, sino de sexo, de posesión, quiero que seas mía". Delfina reacciona de nuevo, al recordar lo que duele el amor cuando te traicionan, al recordar que no es un hombre que sienta lo que dice, solo son palabras vacías con un fin, conseguir una compensación económica de su parte. Siguen charlando durante días, ella sabe quién es, no lo olvida, pero se siente menos sola, se va olvidando de David poco a poco. "He de confesarte algo", le escribe un día él. "Qué?", responde sorprendida, ¿Le irá a contar la verdad?, ¿O aquí es donde le pedirá una tarjeta o que le ingrese dinero? "Ya no vivo en Canadá, estuve allí hace dos años, estudiando, pero tuve que volver a mi país, vivo en Argelia, dentro de poco podré terminar los estudios que me faltan y mudarme a Canadá para siempre, ese es mi sueño". "¿Por qué me mentiste?", le pregunta Delfina sabiendo la respuesta sincera, sonriendo porque ha llegado al punto al que quiera llegar, un poco triste por su final. "Porque a las mujeres les asusta que sea de Marruecos, tenemos mala fama, ya sabes..." "A mí no me asusta", pone esperando entonces su petición económica. "Me alegro, te lo cuento porque me gustas de verdad, nunca he hablado tanto con ninguna mujer, normalmente si no me dan lo que quiero, las bloqueo". "¿Y qué quieres de mi?". "A ti, me gustas, ya te lo he dicho, eres diferente a las demás, pero todavía no puedo tener una relación, no puedo distraerme, debo estudiar, he sacrificado mucho para llegar hasta aquí ". "Lo entiendo, y no te lo voy a pedir, haces lo correcto ". "Gracias, pero me duele que sea así, me gustaría ir a España, follarte como hemos imaginado, hacerte mía de verdad". "Tal vez algún día", le contesta ella confusa, ya no está segura de si miente o dice la verdad. Intenta ignorar con todas sus fuerzas ese sentimiento de duda, la rabia que crece, para distraerse va a ver a sus padres. —¿Cómo estás, hija? —le pregunta con lástima su madre. —Bien, estoy bien —contesta simulando una sonrisa. —¿Segura? —Sí, mamá, estoy bien. —Pero, después de lo que te ha pasado..., ¿Qué vas a hacer? —No entiendo la pregunta —le responde frunciendo el ceño. —¿Ya no vais a casaros? Las palabras no salen de su boca, ¿En serio esa pregunta no tiene una respuesta obvio? —No, mamá, ¿Acaso tú le hubieras perdonado eso a papá? —Por aquellos tiempos no teníamos muchas opciones, pero supongo que sí, los hombres son así, más impulsivos, piensa que fue una despedida de soltero. —¿En serio, mamá?, ¡No!, ¡No lo voy a perdonar nunca! —¡Vale, vale!, yo solo te digo que... —¡Cállate!, ¡No!, yo no soy como tú, no podría aguantar a alguien como papá, sin ofender —le dice a su padre, el cual permanece en silencio, como siempre. Su padre hace un gesto con la mano y continúa leyendo el periódico, es muy posible que ni siquiera la haya escuchado. —¿Qué quieres decir? —continua sin embargo su madre. —¡Vamos!, ¡Mírate!, ¡Siempre en casa, nunca te arreglas!, ¡Sois incapaces de hacer algo más que leer el periódico y las noticias! —Hija, ¡También voy con las vecinas! —¡A caminar!, ¿Cuándo fue la última vez que hiciste un viaje, o que fuiste al cine, o que te compraste algo que te gustase? Su madre se queda pensativa unos segundos, mira a su marido y después vuelve a su hija. —Nosotros somos felices así —concluye levantándose y poniéndose a fregar los platos. —Mamá, no quería ofenderte, perdona, tienes razón, es vuestra vida y no soy quién para meterse, pero yo quiero algo más, no me confirmaré con lo que David me quiere dar —le dice levantándose y colocándose a su lado. —Lo entiendo, y me parece bien, solo quiero que seas feliz, hija —le dice con expresión triste. —Lo sé, mamá, y yo que lo seas tú —le dice acariciando su hombro. Pero su madre sonríe por fingir que en su interior en realidad no existe ese pensamiento desde hace mucho, esa sensación de haber tirado su vida por obedecer a un hombre. —¿Café? —le pregunta a Delfina cambiando de tema. —Sí, ya lo pongo yo —le contesta intranquila, por su madre, y por ella, quiere más, quiere hacer algo importante, quiere viajar, conocer mundo, disfrutar su soltería. Una idea descabellada se planta en su mente creando una enorme semilla imposible de mover, ya sabe dónde ir, a Argelia, mata dos pájaros de un tiro, pillar al estafador y darle un escarmiento, y viajar, conocer algo nuevo, unos días fuera de España le irá bien.

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