Wesley
Ayudé a Patricia a sentarse en el asiento del copiloto.
—¿Estás segura de que tienes ganas de ir a la gala? Si no, siempre podemos volver a casa. Sé que fui yo quien lo sugirió, pero si estás dudando…
—Wesley —me interrumpió con una sonrisa—. Está bien.
Posó sus finos dedos sobre la parte superior de mi muñeca. Sus ojos brillaron de emoción.
—Mientras el bebé esté bien, yo estoy bien.
—Perfecto —me incliné para besarla.
Dylana estaba girando sobre sí misma en el aparcamiento vacío junto a nuestro coche.
—Ven aquí, Dylana —hice un gesto con la mano hacia el coche—. Es hora de irnos.
Dylana dejó de bailar y enderezó la postura.
—¿Vamos a la gala?
—Sí —respondí.
Dylana dio saltos de alegría.
—¡Yupi!
Reí.
—Vamos, pequeña. Sube a tu asiento. Te abrochamos el cinturón y nos
