Capítulo 37

1004 Words
La pasamos súper bien paseando en el zoológico, entre muchas bromas, risotadas y muchos selfies, corriendo como adolescentes por los empedrados, caminos y veredas. En realidad, yo me sentía en deuda con él y por ello estaba súper coqueta, febril, amoroso y animosa a su lado. Me había puesto muy linda, también. Solté mis pelos, fui con leggins bien pegaditos, una camiseta blanca y zapatillas rosadas y me maquillé muy sexy y sensual. Me colgué una canasta al hombro y no dejaba de besarlo, decirle que era muy dulce y tierno y que estaba encantado a su lado. Permanecí toda la tarde colgada a su brazos o a su cuello y hacía brillar mis ojos y mi sonrisa para que él se deleitara al máximo y la pasara bien la velada. Y la verdad que la pasó de lo mejor. Él me besaba, también, con pasión, con encono, con emoción y yo disfrutaba de sus labios ásperos que encendían mis llamas hasta calcinar, por completo, mis entrañas. Le tomé fotos junto a los monos, los loros, las jirafas y por supuesto los hipopótamos que son enormes e impresionantes. Estaban metidos en el agua y apenas asomaban sus cabezotas. Me reía a carcajadas. -Ahora ya no sé quien es quién si es Willy: si es el que está metido en el agua o el hipopótamo a quien estoy besando ahora-, me divertía estampando mis labios en su boca. Él también sonreía encantado. Almorzamos, además, en el zoológico. Pedí una deliciosa milanesa con arroz y papa fritas y Willy solicitó un escabeche. Todo estuvo delicioso. Él quiso pagar pero no le dejé. -Esta vez yo invito-, le gané sacando mi billetera de mi canasta. Incluso dejé propina en el restaurante típico que está en un ambiente muy especial y romántico. -Estás muy efusiva hoy-, sospechó Willy luego de un rato que íbamos por entre los loros chillones. -Es que te adoro y mucho-, le dije besándolo encantada y prendada de sus ojos encendidos como luceros. ya en casa, hicimos el amor con mucho encono y vehemencia. Él ya no pudo resistir más mi coquetería, mis atenciones, lo sumisa que estaba a su lado, y me comió a besos, igual a un lobo hambriento. Conquistó todos los rincones de mi cuerpo y dejó bandera de sus ansias hasta el último pedacito de mi anatomía. Fue un implacable huracán arrasando con mis entrañas y me hizo delirar cuando invadió mis abismos llegando mis fronteras más lejanas. Quedé eclipsada en un santiamén, parpadeando a cada rato y mi corazón reventando excitado en el pecho. Quedé desparramada en la cama, con mis pelos despeinados, sudorosa, soplando fuego en mi aliento, después que él me hizo suya con mucha pasión, vehemencia y encono. Su ímpetu me hizo ver muchas estrellas destellando frente a mis ojos tanto que hasta por poco pierdo la conciencia, je. ***** A la mañana siguiente fui a comprarme un vestido súper corto, que le gustara mucho a Willy. Opté por uno violeta, con escote, muy ceñido y que resaltaba mis caderas y mis curvas. Me encantó. Me lo puse y lo esperé para la cena con mis pelos revueltos, mi boquita muy roja y le había hecho una cena deliciosa, un adobo picante y cazuela. También me había perfumado con mis más carísimos frascos, esos que solamente usaba para ocasiones especiales como fiestas o reuniones sociales. Ahora parecía una flor luciéndose en un jardín idílico. Willy encontró una nota pegada en su puerta. -Cruza la pista y te espera una grata sorpresa-, le había escrito. Incluso le dibujé varios corazoncitos que pinté de rojo, muchísimas florcitas y un sol sonriente rodeado de nubecitas pequeñas. Pese a que estaba cansado por el trabajo, Willy fue brincando a mi puerta (yo ya la había dejado abierta) y me encontró parada junto a la mesa, con mi vestido súper corto, resaltando toditas mis curvas, el escote amplio redondeando mis pechos y mis pelos aleonados, como una fiera dispuesta a morderlo y comérmelo a dentelladas. No se resistió nadita a tanto encanto y después de cerrar la puerta me hizo suya en el piso. Mi vestido, que me costó tan coro, lo arranchó, rompió la cremallera y quedó hecho un estropajo por su ímpetu. Ja ja ja, creo que exageré mucho viéndome tan seductora y felina. Le encantó la cena, también. Y aunque yo fui en primer término el postre, je, se deleitó con mi arte culinario y quedó satisfecho. -Dime la verdad, Vanessa ¿qué es lo que pasa?-, ya no soportó más Willy la duda sobre mi repentino comportamiento y mis atenciones. Le sorprendía que me pusiera tan bella para él, que le diera tanto cariño, desbordándome en besos y caricias. -Me he dado cuenta de lo mucho que te quiero-, le dije. Era verdad. Yo no mentía, aunque todo esta motivado por mi sentimiento de culpa que me incendiaba y me hacía sentir muy mal. En ese momento decidí que mi corazón le pertenecía a Willy, sin embargo en la noches, mi cuerpo reclamaba los besos y caricias de Douglas. Ansiaba su fuego, su fuerza, su ímpetu y clamaba porque me hiciera suya. Comprendí que lo que me apetecía de Perales era la manera que me hacía suya, prendiendo mis llamas y dejándome hecha cenizas. Lo peor es que Douglas me escribía a cada momento a mi móvil, reclamando mis besos y mis caricias, que me necesitaba, que urgía verse en mis ojos, paladear el vino de mis labios, que quería arder en mis llamas y que necesitaba invadir mis abismos y llegar a mi más lejano universo íntimo, haciéndome vibrar y disfrutar con su fuerza y poder. Eso me escribía. Yo borraba todos sus textos por temor a que Willy pudiera leerlos. Y así, de repente, mi vida se hizo un horrible caos de deseos y remordimientos, de fuego y llanto, sin saber qué hacer para salir de ese atolladero de amor y sexo en que me había quedado envuelta, deseando a dos hombres a la vez.
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