Capítulo 18

1045 Words
Willy me esperó, intranquilo, en la puerta de mi casa. Era ya casi medianoche y hacía bastante frío. Las clases se habían extendido bastante, hubieron exposiciones y Hugo Campos, incluso, tenía recados urgentes del director para entregar los registros de notas en el plazo más breve posible y tuve que poner en orden las calificaciones de mis alumnos. Por todo eso se me hizo tarde y fui apurada, esquivando callejones y calles oscuras para llegar sana y salva a mi domicilio. Lo vi parado a mi enamorado, temblando, echando vaho de la boca, incluso me pareció que estaba morado congelado por el clima gélido de esa hora. -¿Qué demonios haces parado allí tiritando de frío? Te va a dar una pulmonía-, me molesté. Le hice entrar a mi casa y corrí a la cocina.- Siempre tengo agua hervida caliente en un termo. Le puse una bolsita de manzanilla filtrante y le eché dos cucharaditas. Le di de inmediato en una taza. Él sorbió de prisa porque ciertamente estaba congelado. Me quedé arrodillada en el suelo junto a sus pies. Tenía aún puesta mi bufanda y llevaba mis jeans y me había calzado botas vaqueras. -¿Qué es lo que te pasa, Vanessa?-, me reclamó entonces, después de superar la helada que le carcomía los huesos y lo tenía temblando como una gelatina. Me miró con sus ojos tan varoniles que de pronto sentí mi corazón pataleando, insistente, en el busto. Él no estaba furioso pero sí contrariado y turbado, sin entender mi actitud anterior. Lo bueno de los celos es que encienden aún más las llamas del amor. Mientras no sean obsesivos, esos sentimientos también son positivos porque te convencen lo mucho que quieres a una persona. Yo supe, entonces, en ese instante que mi corazón se volvió un potro saltando en un corral, que amaba demasiado a Willy. -Te vi besando a una mujer-, le dije molesta, arrugando mi frente, estrujando mi boca. -¿Cuándo?-, se sorprendió, sin entender nada, tratando de recordar algo. -Dos veces, en una cafetería, y no lo niegues porque te vi-, alcé otra vez mi naricita. Willy se rascó los pelos. -¿Qué mujer?-, seguía sorprendido, bebiendo la manzanilla. Me molesté. Pensé que era hipócrita y cínico. Eso me puso furiosa. -Yo te vi, con mis propios ojos y no me digas que es tu hermana porque tú no tienes hermanas-, seguí arrodillada junto a él pero con la cara ajada. Willy pareció pensar, seguramente buscando alguna salida o inventar una excusa. Eso es lo que pensé. -¿Karol? ¿Te refieres a Karol?-, parpadeó varias veces. -No sé cómo se llama esa mujer, pero te coqueteaba y mucho-, volví a sentir los celos calcinándome, haciéndose, nuevamente un fuego. Willy sacó su móvil de su bolsillo y me mostró una foto de una mujer. Era ella. -No es necesario que me muestres la cara de esa mujer-, le reclamé molesta. Él empezó a colorear sus mejillas, a sonreír con ironía y sus ojos también se pintaron de sonrisas. Marcó un número en su celular y puso el altavoz. -Aló, Karol, disculpa que te llame a esta hora, dime ¿a qué horas viajas a Alemania?-, preguntó. -A las seis de la mañana, ya te dije, ¿vas a ir a despedirme?-, preguntó ella con una sonrisita pícara. Yo me puse más furiosa. ¡¡¡Él me estaba atormentando más!!! -¿Tu esposo ya hizo las maletas?-, preguntó. Ups ¿casada? me puse colorada. -Sí, aquí está él, muy afanoso, alistando las ropitas de los mellizos-, siguió riendo ella. -Gracias por tu confianza de dejarme a cargo de la oficina-, apuntó Willy. Empecé a sentirme mal. -Ya te dije: eres el hombre ideal para la gerencia. Eres muy hábil, inteligente, estoy segura que la oficina irá de maravillas ahora contigo en el mando-, dijo la mujer. -Quiero contarte algo, dijo Willy mirándome, no podía creer lo que me dijiste en la cafetería, cuando me informaste que te ibas a radicar a Alemania y me dejabas el mando a mí y que los dueños estaban de acuerdo. Por eso volví a citarte porque no encontraba palabras para agradecerte. En esas dos citas comprendí que eres demasiado amable conmigo-, le detalló mi enamorado a la mujer. Me sentía morir. Quería que la tierra me trague. Me escondí detrás de mis pelos. El esposo de ella, incluso, habló por el móvil. -¡¡¡Está pendiente ir a pescar a la Panamericana Sur, Willy!!!-, le gritó. Willy reía. La mujer, finalmente, se intrigó. -¿Por qué me has llamado, Willy?-, seguramente se rascó los pelos. Él me miró a los ojos. Yo quería que la tierra me trague. -Solo para decirte que tengas un buen viaje y espero volvernos a ver en algún día no tan lejano-, fue galante y cortés a la vez mi enamorado. No pude soportar más. Me sentí tonta pero convencida de lo mucho que amaba a ese hombre. Me colgué de su cuello y lo colmé de besos, incluso hasta el último de sus pelos. -Ja ja ja, estalló a reír, Willy, mi enamorada también te desea un buen viaje y mucha felicidad y prosperidad en tu nueva vida en Europa- -Dale un besote mío y de Wolfang a tu novia y dile que es una chica muy afortunada-, le pidió ella pero Willy dejó caer el celular al piso disfrutando de mis besos fervorosos, febriles, enamorados y rendidos a él. ***** Asistí al momento que nombraban a Willy gerente general de la empresa. Él estaba lindo con su terno impecable y bien peinadito, pero sumamente nervioso, sin dejar de temblar, tanto o más que la noche que me esperó en la puerta de mi casa. No dejaba de mirarme. -Solo quiero prometer mucho trabajo y responsabilidad-, ofreció en medio de los aplausos de todos. Después de los agasajos y cuando yo ya me había comedido casi un centenar de panecillos, pudo, al fin, él hablarme, tras zafarse de los abrazos y besos de sus compañeros de labores. -¿Convencida?-, me preguntó. ¿Qué otra cosa podía hacer? Me colgué de su cuello y le dio el besote más dulce del mundo. -Plenamente-, le dije locamente enamorada.
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