La profesora que enseñaba amar

Capítulo 35

Habíamos terminado, en forma satisfactoria, ya las clases de ese año. Los chicos rindieron con éxito sus exámenes finales y no tenía ningún desaprobado en mi acta de notas lo que me puso muy contenta y festiva. Aunque Luisito, Eleuterio y Fabricio sacaron notas bajas, sin embargo aprobaron y yo estaba emocionada. Para haber sido mi primer año como profesora había sido un gran éxito. Incluso, repasé una y otra vez los exámenes finales, pensando encontrar errores que se me hayan pasado, pero no, todo estaban muy bien y lancé eufórica mis pelos al aire, estirando mis brazos, riendo y celebrando mucho.

-Han respondido muy bien este año-, les dije esa noche final de clases, contenta y con mi rostro pintado de felicidad y alegría.

-Es que tenemos una buena profesora-, alzó la voz Nemesio y todos los muchachos aplaudieron dando vítores y vivando, incluso, mi nombre. Sonreí divertida.

-Al contrario, yo tengo un buen grupo de alumnos-, arrugué coqueta mi naricita meneando un hombro.

Habíamos pasado muchas anécdotas y vivencias juntos, me divertí mucho en las clases, me involucré bastante con los muchachos y me se sentí muy apegada a ellos, tanto que sabía de sus problemas personales, sueños, ilusiones y también decepciones y lamentos. Disfrutaba, en realidad mis clases y ellos lo hacían muy fácil, entretenidas, con mucha interacción y participación. Tuve bastante suerte al contar con un grupo tan maravilloso, porque, por ejemplo, Perales renegaba mucho, pese a su clásico buen humor.

-Tengo un par de muchachos que se las quieren dar de avivatos-, se quejaba él con mucho disgusto, cuando tomábamos café, aprovechando los recreos.

-A mí, en cambio, me han tocado todos buenos chicos-, dije contenta, orgullosa, inflando mi orgullo, haciendo brillar mi mirada y mi sonrisa, satisfecha y muy emocionada.

-Es más difícil enseñar a gente mayor que a chicos-, reflexionó Douglas.

Yo solo había trabajado con pequeñitos, en el kinder. No sabría si podría llevar bien una clase con adolescentes. Me alcé de hombros.

-A mí me parece al revés-, dije mordiendo mi lengüita.

-¿Siguen todos el próximo año, chicos?-, les pregunté a los chicos en la clase final. A ellos todavía le faltaban dos años para terminar su secundaria.

Todos dijeron al unísono ¡¡¡¡ síiiiii !!!! lo que me emocionó sobremanera.

-Estoy recomendado a unas amigas para que también vengan a clases-, se entusiasmó Vilma.

-Eso está bien, le aclaré, pero aquí es diferente que el ciclo escolarizado, porque todos empezamos de cero y no se convalidan los años. Habría que ver en qué nivel se encuentran para decidir qué es lo que más les conviene. No se trata de que yo quiero sino en cómo están-

-Uyyy, y yo pensaba traer a mi abuelito-, se lamentó Freddy y todos estallamos en carcajadas.

-Miss, preguntó Timoteo, ¿por qué enseña usted a alumnos mayores, adultos y no a menores?-

Yo ya les había contado que no encontraba empleo y estaba desesperada y por eso no lo pensé dos veces. No me arrepiento, tampoco. Y ahora que lo pienso, creo que fue una gran suerte entrar a trabajar en el sistema no escolarizado porque me hizo aprender mucho, adquirir más experiencia, kilometraje, roce y disfruté de vivencias increíbles.

-No encontraba trabajo-, confesé finalmente.

-¿Nos dejará, Miss?-, parpadeó Elena.

-Noooo. Al menos yo voy a terminar con ustedes estos dos años-, sonreí.

Todos aplaudieron, dieron hurras y vivas. Yo estaba muy emocionada. Golpeaba mis rodillas afanosa.

-¿Será más difícil el próximo año?-, estaba preocupado Ricardo.

-No tanto. Matemáticas entramos a todo lo que es álgebra, trigonometría, geometría y aritmética. Eso es muy importante para ustedes. Vamos a dedicar varias horas sobre eso. Las voy hacer muy dinámicas para que puedan aprender-, les dije desatando la euforia.

-En historia haremos la etapa virreinal y la independencia y veremos todo lo que es la biología y la anatomía en ciencias naturales-, anuncié.

Todos los muchachos se mostraron entusiasmados.

Al día siguiente conversé con el director, Esteban Surco. Me esperaba sonriente, con la cara bonachona.

-Queremos seguir contando contigo, Vanessa, me dijo, arremolinado en su silla, ¿vas a quedarte o tienes otros planes en mente?-

Yo, por supuesto, estaba muy contenta en el colegio y no tenía ni la más remota idea de irme. Pensaba, además, que tenía aún mucho que dar a mis alumnos.

-Me quedo-, dije, jalando mis pelos.

Surco se entusiasmó. -Vamos a permitir algunas vacantes. Estate lista. Llegarán algunos nuevos alumnos. Veremos-, dijo él tratando de encontrar algunos documentos.

-¿Perales se queda?-, me sentí inquieta.

-Douglas quiere retornar al turno de mañana, incluso me dijo que podría estar en la tarde, pero no, yo prefiero que siga en la noche contigo, Campos me ha contado que hace buena labor, que los alumnos lo quieren, lo respetan y veo que sus muchachos han sacado buenas notas. Yo le he dicho que se quede y me respondió que lo iba a pensar-, me aclaró.

Lo llamé a Perales en la noche. Teníamos un periodo de receso hasta marzo, un poco más de dos meses.

-¿Te vas a quedar?-, le pregunté inquieta. Yo estaba tumbada en mi cama y sentía mi cuerpo ardiendo en llamas., Movía mis tobillos insistente y me sentía sensual. Pasaba mi lengua por los dientes.

-He llamado a algunos colegios, pero no hay vacantes-, se lamentó él.

O sea te quedas-, quería escuchar de su boca.

-Tendrás que soportarme dos años más-, echó a reír y su sonrisa me pareció fantástica, varonil y avasalladora. El fuego empezaba a caldearme y no podía dejar de mover los pies.

Mordí mi lengüita.

-¿Tienes planes estos meses?-, pregunté.

-No, nada-, dijo él.

-No sé. Quizás ir a la playa con mi enamorado. Depende de su tiempo-, fui sincera.

-Me avisas cuando él no pueda je je je-, se entusiasmó Douglas.

Eso me gustó. Le colgué y me eché en las almohadas, sonriente, mordiendo mis labios, con las llamas calcinándome paulatinamente en todas mis curvas. De un momento a otro me sentí ansiosa de ser poseída aunque yo sabía que estaba obrando mal, traicionando a mi enamorado, aunque sea en pensamientos.