LIAM El rugido de los motores vibraba en el suelo, un sonido constante que te recuerda que estás a punto de dejar el mundo atrás. El jet privado olía a cuero, a aire filtrado, a riqueza maquillada con silencio. Pero yo no tenía cabeza para eso. El ardor en mi brazo era una alarma encendida, cada latido bombeando dolor como recordatorio de lo cerca que estuve de caer. Me levanté del asiento sin decir nada y fui directo al baño del avión. Cerré la puerta tras de mí, pero antes de girar el seguro, la mano de Saanvi empujó y se coló conmigo. —No pienso quedarme afuera —dijo, su voz más firme de lo que esperaba. La luz blanca del baño rebotaba en el espejo, dándome un aspecto más pálido del que me gustaría admitir. Me senté en el borde del pequeño lavabo, con el botiquín abierto sobre las r

