LIAM El trayecto hasta mi edificio se me hizo eterno, como si cada semáforo quisiera recordarme lo cerca que estuve de perderlo todo. Cuando al fin aparqué en el garaje, tenía las manos rígidas, como garras que se habían olvidado de ser manos. Saanvi no me soltó en ningún momento. Su silencio fue mi único cable a tierra. Entramos sin hablar, directo al ascensor. Ella se quedó a mi lado, pegada, pero sin rozarme demasiado. Era como si supiera que cualquier contacto podía encenderme más de lo que ya estaba. Y sin embargo, era su cercanía lo único que mantenía al monstruo dentro de la jaula. La puerta del departamento se cerró detrás de nosotros con un clic seco. Me quedé quieto en medio de la sala, mirando el lugar como si pudiera volver a ver mi furia estampada contra las paredes. El cue

