LIAM Salí del hospital con el ceño fruncido y el estómago revuelto. No entendía por qué carajos me sentía así. Había hecho lo correcto. Había ayudado. Había cumplido. Entonces, ¿por qué estaba de mal humor? Saqué el teléfono y marqué el número de Bertha. Su voz dulce, fingidamente sorprendida, contestó en segundos. Le pedí que me viera en el hotel. Nada complicado. Solo necesitaba... liberar tensiones antes de volver al trabajo. Bertha cumplió su papel como siempre. Mamada eficiente. Sexo breve. Condón puesto. Sin besos. Sin preguntas. Le dejé el dinero para el taxi en la mesa y me fui sin mirar atrás. Una ducha rápida en casa. Agua caliente. Silencio. Y luego, la laptop. La maldita propuesta de despido. Cada vez que me estancaba, imaginaba a Saanvi follando con ese tipo de mirada cál

