Capítulo 42. Siempre existirá una amenaza latente. El luto en la mansión Valetta era una sombra que se arrastraba por cada rincón. Los criados hablaban en susurros. Los movimientos eran mínimos. Las operaciones que sostenían el imperio Valetta se habían detenido, como Alexander había ordenado: una semana de silencio, una tregua forzada tras la caída de su heredero. Alexander no decía mucho. No preguntaba. Daba por hecho que el comportamiento distante de sus hijos Luka y Sol se debía a la procesión que llevaban por dentro, al luto de haber perdido a su hermano. Para él era más sencillo pensar eso que asumir que sus paredes comenzaban a resquebrajarse, haber presionado ese gatillo podía ser el inicio de su fin, pero también significaba que Alexander era un hombre sin corazón, alguien capaz

