Lía “La gota que rebalsa.” Había dormido poco. O nada. A estas alturas ya no sabía distinguir una cosa de la otra. La caja seguía en mi mesa. El mechón. La nota. Ese olor tenue a amenaza. El bar estaba a media luz cuando llegué. Héctor terminaba de abrir y me saludó con un gesto. Nada más. Agradecí que no mencionara nada de lo de anoche. No tenía fuerzas para hablar. Pero cuando crucé la barra, lo vi. Gael. Sentado en el mismo taburete donde se había apoyado la primera noche que entró en mi vida… solo que ahora no era un desconocido, sino una tormenta contenida. —Te he acompañado —dijo sin preámbulos—. No iba a dejar que vinieras sola. Noté cómo el pulso se me aceleraba. No de miedo. De agotamiento. —Gael… —intenté decir. —No discutamos esto —me cortó, inclinándose h
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books


