2. Una pausa

3066 Words
3 años más tarde... . A sus 8 años, Owen era niñ0 de facciones finas, ojos celestes y cabello castaño claro, aquella rubia cabellera había oscurecido un poco con el pasar de los años. Este joven encantador, sorprendía por la manera en que interactuaba con los adultos, como todo un caballero, educado y cordial. Por otro lado, con sus hermanas y su prima no era la excepción, a media que iban creciendo se volvía más sobreprotector. Su relación con Victoria se volvió tan estrecha que tenían gustos casi por las mismas actividades, se inventaban saludos y hasta podían terminar la frase del otro, aquel lazo parecía al de hermanos gemelos; a pesar de que Owen era mayor que ella por poco más de un año y no corriera por sus venas la misma sangre, ese vínculo se hizo tan fuerte como si así fuera. Amelia era una dulce y menuda niña de 7 años, con una larga cabellera castaña y unos atrayentes ojos color miel como los de su madre, que cautivaban. Su personalidad se podía describir como la de una jovencita adorable, era cortés, atenta, detallista y sobre todo muy afectuosa. Ahora tenía un hermanito de apenas 3 años, Joseph, a quien consentía como a nadie y le llamaba “pequeñín”. Admiraba a su padre y lo seguía a todos lados como su sombra, en especial, cuando él se instalaba en la cochera a revisar cada una de las motocicletas de su colección, le daba curiosidad el rugido de sus motores y lo relucientes que quedaban luego de una buena pulitura; en ocasiones, Albert la llevaba de paseo con él, Amelia disfrutaba de la brisa fuerte chocar suavemente contra su piel. Por otro lado, se fortalecía su amistad con Caroline, además de ser su prima era una de sus mejores amigas, al igual que Victoria sin importar las grandes distancias que las separaban y que no se vieran constantemente. ... Para su séptimo aniversario, Charlotte y Liam escogieron celebrarlo en el país natal de ella, en donde residían a su vez Alexander con su familia y los Bustamante; por lo que una vez más fue una gran oportunidad para reunirse entre familiares y amigos antes de que volvieran a España, los Bustamante quisieron hacer una barbacoa en el jardín de la inmensidad de su hogar. Fue un día de disfrute y dichoso a la vez, puesto que los Meyer anunciaban la espera de su tan anhelado tercer hijo; un motivo más para celebrar aquella reunión íntima. Esta era una vez más en la que los pequeños rivales se encontraban, tenían que respirar el mismo aire y convivir amargamente cuando entraban en el campo visual del otro recordando sus presencias. Sacando sus peores lados para atacarse una y otra vez. Todos estaban en el exterior, ubicados en tumbonas o alrededor de una mesa cercana a la piscina, deleitándose con algunas bebidas, bocadillos y disfrutando de gratas conversaciones, pero sin perder de vista a sus hijos que estaban chapoteando o jugando más cerca del agua. Owen comía un hot dog en una de las mesas en donde habían colocado más bebidas, golosinas, bocadillos y otros snaks para los más chicos; él masticaba apaciblemente mientras miraba a las niñas jugando con el pequeño Joseph con pelotas y flotadores dentro de la piscina; él pasó sus ojos hacia su “archienemiga”, como le decía, y los clavó el ella, pudiendo apreciar su delgada silueta que superaba a la de su hermana y su prima. A los pocos minutos, Amelia tomó una toalla desde una de las tumbonas cercanas, se envolvió en ella y se fue aproximando a la mesa en donde estaban los aperitivos; no estaba muy convencida de hacerlo porque estaba Owen en ella, pero las ganas de tomar alguna bebida fría y saborear un delicioso dulce pudieron más; tan pronto él notó que se acercaba viró sus ojos con fastidio para luego observar hacia otro lado. Mientras tanto, sus padres se fijaron en ellos desde lo lejos por si ocurría algún percance. Amelia se sirvió lo que quedaba de limonada con abundante hielo, sorbió un poco mirándolo con recelo con el vaso inclinado en su boca. —Claro... Te instalaste aquí para tomaste toda la limonada. —Comentó amargamente cuando colocó el vaso de vuelta sobre la mesa. Él puso sus ojos en blanco sin verla y siguió masticando sin responder. —¿No hablas o qué? —Owen tragó después de unos silenciosos segundos en lo que Amelia tenía sus ojos puestos en él como si lo fuera a atravesar. —No se habla con la boca llena. Normas básicas de educación. —No finjas ser educado. —Okey. —Se encogió de hombros, colocó su codo sobre la mesa y apoyó el rostro sobre la palma de su mano, ahora observándola de arriba abajo. —Te pareces a un fideo, ¿lo sabías? —Dijo apático. —¿Disculpa? —Habló echando su torso hacia atrás en modo retador. —Sip, Fideito, ese es tu nuevo nombre. —Ella frunció sus expresiones, molesta. —Mi nombre es Amelia, lo sabes. —Reiteró y él sonrió malicioso. —No, me gusta más fideito, va mejor contigo. Eres tan delgada como un fideo. —Ella empuñó las manos a ambos lados de su cuerpo. —¡Retráctate, niño recogido! —Dijo histérica. Owen abandonó su postura relajada por una rígida, la palabra “recogido” retumbó en todos sus sentidos. —No. —Respondió seco. Al mismo tiempo que se ponía de pie, Owen tomó la bebida con hielo y se la echó encima, molestando el frío sobre su piel caliente en medio de aquel radiante sol. —¡Grosero! —Pataleó en voz alta, por lo que los adultos se pusieron en posición para salir a intervenir una vez más a un enfrentamiento. —Fideo impertinente. —Dijo entre dientes e irritado antes de pasarle por un lado y tropezar su hombro para ingresar a la casa; dejando atrás a Amelia dándole gritos. . Aquella noche los anfitriones insistieron en que todos se quedaran a dormir en su hogar; de ese modo, podían dormir a los niños y continuar conversando hasta altas horas de la madrugada sin preocuparse, ya que al día siguiente los Meyer estarían de vuelta a su país. Liam y Charlotte acomodaban a Owen y Victoria en sus camas, los niñ0s estaban agotados por el ajetreado día lleno de juegos para ellos, por su lado, Owen con la añadidura de los enfrentamientos con Amelia. Durante sus 8 años de vida aún no se lograba una sola ocasión en la que los dos pudieran divertirse pacíficamente; sin embargo, él se llevaba estupendamente con el más pequeño de los Bustamante, Joseph, quien tenía apenas 3 años. . Charlotte y Liam se instalaron en los bordes de la cama en donde Owen y Victoria se acomodaban para dormir, en una de las habitaciones de la mansión Bustamante; él en el extremo derecho a un lado de Victoria y ella en el izquierdo, junto a Owen. Estos padres miraban a sus hijos con ternura y en silencio esperando que terminaran de meterse entre las sábanas. Una vez que los niñ0s se acomodaron, Charlotte instintivamente los arropó más con el cobertor, se inclinó y le dio un beso en la frente a su hijo para luego estirar su cuerpo por encima de él y darle uno también a su hija. —Buenas noches mis niñ0s, los amo... —Les susurró. —Espero que tengan lindos sueños. Seguidamente, Liam hizo lo mismo, empezando con Victoria y terminando con Owen. —Descansen pequeños, mañana nos espera un viaje largo de regreso. —Comentó Liam dulcemente. —Hasta mañana, papi. Hasta mañana mami. La pareja se puso de pie para apagar la luz y salir de la habitación, pero Owen se sentó sobre la cama y tomó con fuerza el brazo de su madre antes de que saliera de su alcance; Charlotte se frenó desconcertada y lo observó nuevamente. Pudo percatarse de cierta preocupación en las expresiones de su hijo. —Esperen, por favor... —Pidió en tono suplicante. —¿Qué sucede, cielo? —Inquirió Charlotte. —¿Todo está bien? —Preguntó su padre. —¿Te sientes bien? —Rodeó la cama y se dobló hacia él posando la mano en su frente para comprobar que no tuviera calentura. —Si papá, estoy bien. —Aseguró con una tímida sonrisa. —¿Qué te preocupa? —Charlotte indagó dulcemente a la vez que apretó suavemente su mano. —Si el nuevo bebé es un niñ0, ¿me querrán menos y me devolverán? —Charlotte parpadeó varias veces, mientras que su padre entreabrió sus labios, extrañado y sorprendido a la vez, para luego instalarse junto a su esposa. —¿Devolver a dónde, hijo? —Interrogó Liam haciéndose el que no entendía. —Al orfanato... —Contestó cohibido. —¡Wow! ¿De dónde sacas eso? —Refutó su madre inquieta y se sentó nuevamente en el borde del colchón, pasando sus dedos desde la frente hasta entrelazarlo suavemente por sus cabellos. —Eres tan hijo nuestro como Victoria y tu hermanita o hermanito que viene en camino. —Nada cambiará, seguirás siendo nuestro grandioso hijo mayor, Owen. Siempre los amaremos por igual. Victoria se incorporó en la cama y pasó sus brazos por el cuello de su hermano, afligida por lo que acababa de escuchar, por esa inseguridad que Owen estaba demostrando en ese momento. —El mejor hermano mayor del mundo. —Afirmó moviendo levemente su cabeza pegada a la de él. —Y, ¿por qué esta inquietud, cielo? —él negó con la cabeza. —No tienes de qué preocuparte, campeón. —Liam lo abrazó fuerte y dio un beso en la coronilla de su cabeza. —Siempre, siempre seremos tus padres. —Ambos son grandiosos... —Les dijo con dulzura Charlotte acariciando su mejilla. —Tendremos a 3 maravillosos hijos. —Yo apuesto que será una niña, con la que pueda jugar al té. —Intervino de un brinco Victoria meneando su cabellera oscura. —No, será un niño... —Contradijo Owen un poco más animado. —Sea niña o niño, se llevarán muy bien. —Comentó Charlotte sonriente. —Peeero, deben tener en cuenta de que será un bebé que necesitará mucha atención, así que, como sus hermanos mayores necesitaremos toda la ayuda que podamos. —¿Nos dejarán cargarlo? —¿Cómo se llamará? —¿Podré ponerle moños y vestidos? —Charlotte y Liam se carcajearon por las preguntas impacientes y singulares de sus hijos. —Será niñ0 como yo... no le pondrás moños, Vicky. —No será una mascota, será su hermanito o hermanita. Y bueno, con respecto al nombre, cuando llegue el momento lo escogeremos. —Bien... —Aceptó Victoria cabizbaja. —¡Ya sé! ¿Y si lo escogemos durante el viaje? —Sugirió Owen. —Buena idea, tendremos con qué entretenernos por un rato. —Los niñ0s sonrieron satisfechos. —Okey, chicos, ahora si es tiempo de dormir. Owen y Victoria se volvieron a acomodar entre las sábanas y sus padres hacían el mismo movimiento para abandonar la habitación. —¡Mamá, papá! —De nuevo Owen los detuvo, volviendo a descubrirse y levantarse. —¿Aún te preocupa que dejemos de quererte? —Cuestionó su padre desde el umbral en tono divertido. Owen quería hacer una petición, abrió la boca para decir algo, pero se detuvo dudando. —Cariño, sabes que nos puedes decir cualquier cosa. —Él levantó su mirada como cachorro regañado. —Es que... —Titubeó. —Es que no quiero ver nunca más a Amelia, esa niña es horrible, engreída y antipática. —Soltó con rabia. —¡Oh! —Fue lo único que dijo Charlotte, aunque se llevaran tan mal, no pensó que pidiera aquello. —Es eso... —Hemos hablado mucho de la caballerosidad, hijo. Además, no deberías referirte de esa manera hacia una chica. —Liam le recordó sin mostrarse molesto. —Lo sé papá, pero ella siempre empieza. —Refutó. —Cariño, no sé si... —Por favor... —Interrumpió pidiendo con ojos de borrego y juntando sus palmas. —No me obliguen a verla, no quiero verla... —Ya pensaremos en qué hacer al respecto, pero debes tener en cuenta que tienen agradable y familiar tío en común. Adicionalmente, los importantes negocios que hay entre tu madre y Albert. No podrás evitarla por siempre. —Es cierto lo que dice tu padre, cielo. —Él puso expresión de aflicción. —Pero, también es cierto que no debemos obligarte a ver a alguien, así que ya veremos qué podemos hacer. —Él levantó los ánimos de nuevo. —Pero... en algún momento tendrán que volver a encontrarse, como bien dice Liam. —Culminó con pesar. —Está bien... Me conformo con no tener que verla cada año. —Aceptó sonriente. —Gracias... . Amelia se había quedado dormida en la habitación de su hermanito mientras su madre les narraba un cuento, por lo que Albert la llevaba cargada en sus brazos hacia su habitación. Recostó a la pequeña sobre su cama y la cubría con la manta, sus expresiones normalmente frías y tensas lucían apacibles y tiernas mientras lo hacía. Amelia se removió un poco, entreabrió sus ojos somnolientos y los posó sobre su padre abriéndolos más lentamente. —Papi, ¿te puede pedir algo? —Preguntó con voz ronca. —Dime, princesa. —¿Puedes impedirle la entrada a esta casa a Owen? —Él elevó sus cejas. —¿Por qué? —Es un niño feo, odioso y maleducado. No lo quiero ver nunca, papá. —Albert llevó a su rostro aquella expresión fría y se quedó pensando en el comportamiento del niñ0. —No me parece que sea un chico maleducado y odioso, todo lo contrario. —Lo es, además, hoy se atrevió a colocarme un apodo, ¡Fideito, papá! No me gusta que me diga eso. —Albert apretó sus labios para no reír. —¡Oh! Fideito, no veo por qué. —Comentó sarcástico. —¿Quién empezó con la pelea esta vez? —Él... —Titubeó mirando a otros lados. —Bueno, le reclamé porque se tomó la limonada. —Hmmmm, ¿lo viste tomarse toda la limonada? —Se notaba duda en el rostro de Amelia. —Sin embargo, ¿cuál era el problema si se la tomaba toda? Se podía preparar más, de pronto tenía mucha sed, era un día caluroso. —Pero... —No puedes acusar a las personas sin pruebas, Amelia. Y menos, hacer una tormenta por una cosa como esa. Además de que son nuestros invitados, debes ser cordial. —Habló secamente. —Lo he sido, papá. —Manifestó cabizbaja. —No con todos y lo sabes. —Ella no dijo nada y él meditó por unos segundos. —Está bien, no se verán por un tiempo, ya tu mamá y yo pensaremos en algo, no te forzaré a eso... Pero no le voy a impedir la entrada a esta casa, él siempre será bienvenido, no es un mal chico y no ha hecho nada malo. —Okey. —Aceptó rodando sus ojos y gruñendo tal y como él suele hacer. —Debes tener en cuenta que en algún momento se van a volver a topar. —Está bien, papi. —Suspiró. —Supongo que tienes razón. —Abrazó fuerte su oso de peluche. —A dormir, princesa. —Ordenó suavemente al besar su mejilla. —Sueña con angelitos y unicornio. Una vez que Amelia se quedó dormida, Albert salió de la habitación y se dirigió al área de la piscina, en donde habían estado desde temprano, para continuar en la charla con los adultos. Allá estaban la mayoría divirtiéndose con juegos de mesa, excepto Charlotte, quien se hallaba con la mitad del cuerpo dentro del agua y la cabeza apoyada de sus brazos cruzados sobre el borde de la piscina, se notaba pensativa. —¿No es como tarde para nadar, niña? —Preguntó Albert cuando se acercó a ella, a lo que levantó su mirada hacia él. —El agua está deliciosa, tu esposa dijo que en un rato se me une. —¡Oh! Si ella entra, yo también voy. —Ella rio. —¿Se durmió Amelia? —Albert asintió y se sentó a su lado con los pies dentro del agua. —Parece que en serio se detestan. —Owen no quiere verla, Albert. —Ni ella a él... Hay que darles tiempo, son cosas de chicos. —Me pidió encarecidamente no verla... Y, le apoyaré, no lo obligaré a pasar momentos incómodos. No me lo tomes a mal, me agrada Amelia, es linda, es la mejor amiga de Vicky, pero él también es mi hijo y si me pide las cosas de esa manera no me negaré. —Entiendo... Tampoco la obligaré a ella. —Resopló. —Como le dije a mi hija, en algún momento se van a topar de nuevo. —Es muy cierto... Nuestras familias siempre se encontrarán, nuestros negocios siempre estarán ahí, y creciendo. —Podríamos evitar que se encuentren durante unos años, hasta que sean unos adolescentes. Quizás mejore el asunto, al menos no deberían golpearse y medir las tonterías que se dicen. —Me parece buena idea. Espero que mejore el trato que se tienen. ¿Y sino? —Pues, no podemos hacer mucho. —Dijo despreocupado, a lo que Charlotte hundió su rostro entre los brazos, exasperada. Sin esperanzas. —Esto no pinta bien... No se llevarán nada bien. —Se suponer que el mayor de nosotros y amargado, soy yo. Tú y Liam son muy pesimistas. Pierdan cuidado. —¡Se sacarán los ojos! —No lo sabemos, cálmate y espera a unos años para su reencuentro. No creo que sea peor que en estos años. —De acuerdo... —Aceptó resignada. Charlotte conocía a Albert desde que tenía uso de razón, junto con muchas de sus facetas agrias y desde pocos años las apacibles desde que había formado una familia con su amada esposa; sin embargo, aquella convicción de que los pequeños rivales se llevarían bien, era una faceta desconocida. Esa seguridad del "Ogro Bustamante" no desvanecía con los años ni siquiera presenciando la guerra entre los chicos.
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