[capítulo 1]

1065 Words
Dasha Novikov permanecía en el balcón de su habitación, mirando el imponente bosque que tenían enfrente. Su pelo n***o como la noche se ondeaba debido a la fría brisa que golpeaba su rostro. Pensaba en lo diferente que era ahora la vida que había escogido para mantener el legado de su padre, aunque ya no llevara su apellido. Había escogido un arma ante su sueño; no podía decir que se arrepentía, no lo haría. Iba a vengar la muerte de su padre y de su hermano; no dejaría que le arrebataran lo que perteneció a su familia por generaciones. Había escogido y ya no había vuelta atrás. Cruzó los brazos, ya que se mantenía abrazada a sí misma, y llevó ambas manos hacia el hierro helado del balcón, sosteniéndolo y pensando en que apenas estaba iniciando; faltaba mucho por hacer y un largo camino por seguir. Se acercó tanto al borde como para mirar hacia abajo. Había hombres por todas partes. Sonrió con ironía; no había sido fácil, pero lo había hecho. Había ganado el respeto de sus hombres. Se había convertido, sin duda, en otra persona. —¿Me harías un favor si te lanzas de una vez por todas? —sonrió. Fue inevitable al escuchar esa voz ronca y fuerte, y al voltear se encontró con esa mirada color ámbar, mirándola con ese odio y desdén que no se molestaba en ocultar. —Hola, querido esposo, ¿cómo ha ido tu día? —sabía lo mucho que lo irritaba que lo llamara así, y justo por eso lo hacía—. Serías muy feliz si lo hiciera y también doblemente más rico, cariño. Pero debo decirte que mi muerte te traería muchos problemas; no soy tan débil como para lanzarme por el balcón de la habitación. —Sonrió aún más, viendo cómo él convertía sus manos en puños. Lo analizó: el maldito era realmente atractivo, rubio, con barba perfectamente delineada y corta, más oscura que su cabello, y unos ojos ámbar que, cuando estaba enojado Se tornaban más oscuros; su rostro era de lo más expresivo. No lo había visto sonreír nunca; solía fruncir las cejas y apretar esos carnosos labios que tenía. Sin duda, estaba empezando a leerlo. —Ahora dime, ¿qué te trae a mi habitación? ¿Quieres consumar el matrimonio? —bromeó ella. —Ya quisieras —dijo con seguridad, viéndola sonreír divertida—. Mi madre insiste en pasar tiempo contigo; espero que te sigas negando a verla, inventando algo, lo que sea. Eres buena para eso. Pudo ofenderse, pero sería inútil considerando que tenía razón. Tenían un mes casados, en el que sí se toparon una vez por semana en la casa; podían contarse como muchas. Ella asintió para luego señalar la puerta, pidiendo que se retirara. Cuando él se volteó para marcharse, ella dio su punto de vista, uno que no iba a dar, pero que sintió necesario; entonces solo lo dijo, deteniendo sus pasos por completo. —No me interesa pasar tiempo con tu madre o hermana —dijo tajante—, pero tampoco puedo dar negativas para siempre. Si te preocupa su seguridad al estar conmigo, te aseguro que tendré cuidado. Tu familia ya es un blanco desde que nos casamos. Él apretó las manos en puños, recordando ese momento como la peor de las desgracias. —Cuando me obligaste, querrás decir —corrigió—. Cuando me obligaste a esto. —Ella asintió; daba igual cómo se habían dado las cosas. —Tu familia está resguardada; tengo hombres vigilando siempre y siguiéndolas a todas partes. Mis negocios no te afectarán, o al menos eso intento —dijo seriamente. —Eres una descarada —dijo, dando un paso hacia ella—. Sabes muy bien que es algo que no puedes controlar. Ese mundo podrido al que te dedicas puede alcanzarnos a todos. Puedes arruinar mi apellido o causar la muerte de todos nosotros. Ella no le apartó la mirada; era un riesgo que ella debía correr. Por más cruel que sonara, no iba a negar que él tenía razón, pero ella estaba haciendo todo lo posible para que su familia no saliera afectada, y él tampoco. Suspiró profundo y luego asintió. Pasó por su lado, entrando a la habitación. La brisa se había tornado más fría y ella solo tenía el cuerpo cubierto por una fina y suave tela de satín que conformaba un vestido de dormir. —Esperemos que eso no pase —pronunció con frialdad mientras pasaba por su lado, y esa sola oración le encendió la sangre al hombre. Lo dijo como si ellos no valieran nada; le importaba una mierda lo que le pasara a su familia. Justo cuando pasaba por su lado, sintió el fuerte agarre de él en su brazo y luego su cuerpo impactando contra la pared, seguido de una mano en su cuello y el rostro de Andrei Ivanov muy cerca del de ella. —Lo dices de esa manera —le reprochó, mirándola a los ojos—. Eres una maldita perra infeliz; de lo más fría. Es mi familia la que está en juego aquí —recordó como si ella no lo supiera—. Estás rodeada de pudrición; tienes muchos enemigos que, aunque sé que solo soy una pieza en tu maldito juego de ajedrez, les importará una mierda atacar por mi familia. —Ella lo sabía y ya le había dicho que tenía muchas personas cuidando a su madre y hermana; era lo mínimo que podía hacer. —Quita tus manos de encima de mí ahora —advirtió con dificultad al sentir que él ejercía más presión en su agarre. Mientras ambos se sostenían la mirada de una forma mordaz, él media unos dos metros y algo; tenía un cuerpo fornido que, aunque nunca había visto desnudo, se notaba por encima de esos trajes costosos de tres piezas que usaba siempre. Sostuvo sus brazos y, cuando iba a hacer un movimiento para soltarse de su agarre, sintió cómo él la soltaba para lanzar luego una amenaza. —Si algo le pasa a mi familia debido a ti, voy a matarte. No me importa lo que tengas que hacer; quiero a mi familia a salvo y lejos de ti. Ni se te ocurra acercarte a mi madre; quedas advertida. —No dijo más y empezó a salir de la habitación de ella.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD